•°| Prólogo |°•

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7º, 8º día del duodécimo mes lunar; el período del año reservado para sacrificar a los vagabundos y a los sin techo.

Este año, Jingcheng era inusualmente frío. Apenas había llegado el invierno, pero había nevado mucho varias veces, hasta que finalmente, el octavo día del duodécimo mes lunar, hacía un frío que calaba hasta los huesos. En ese momento, el cielo se había oscurecido y las ráfagas de viento hacían volar los copos de nieve, raspando dolorosamente los rostros de los transeúntes. Bajo las numerosas huellas, la nieve y el hielo se habían convertido en superficies brillantes que reflejaban la pálida luz de la luna, una escena que encapsulaba el poema: "los copos de nieve soplados por el viento como pétalos que caen, la luna reflejaba fractales de hielo como fragmentos de espejo".

La calle Anchasi era originalmente la más concurrida de Jingcheng, pero ahora no había ni un solo peatón a la vista, y las numerosas tiendas que se alineaban a lo largo de la calle estaban cerradas. Sólo se oía el sonido de las risas que salían de las ventanas y el humo que salía de las chimeneas que revelaban las fiestas que se celebraban en las casas. Una luz cálida se filtraba a través de los cristales de papel, haciendo que el exterior pareciera más sombrío y miserable.

Una figura se acercó a la esquina. Bajo las luces y la iluminación de la luna, se podía ver que era un chico joven. Tenía el pelo revuelto, la chaqueta de algodón hecha jirones y los pantalones llenos de remiendos. En un pie llevaba un sucio zapato de algodón con un agujero, y en el otro una sandalia de paja. Tenía unos doce o trece años, la cara llena de mugre y una herida abierta y sangrienta en la cara que nadie sabía de dónde se había hecho: del frío o de una desafortunada paliza.

El joven, que podría ser tomado por un mendigo, se abrazó a su cuerpo con los brazos, encogió la cabeza entre los hombros y comenzó a caminar con rapidez. Tampoco podía moverse rápido, pues no había probado un bocado de comida en todo el día y estaba agotado. Los ricos residían en este distrito y hacían que sus sirvientes espolvorearan el camino con tierra y ceniza. Esto no facilitaba la marcha, ya que las callejuelas estaban resbaladizas y eran ásperas. Sin embargo, no corrió mucho antes de que la suela de su sandalia de paja fuera atravesada por un trozo de ceniza más grande. Siseó y levantó el pie para echar un vistazo. La suela se había desgastado por completo, dejando al descubierto la planta del pie, que se había vuelto blanca por el intenso frío. El joven maldijo, cojeó hasta un lado de la calle y se sentó.

Por casualidad, estaba sentado frente a la mayor casa de empeños de la calle. En el interior, el dueño de la casa de empeños estaba celebrando un banquete y había invitado a sus compañeros tasadores y a sus amigos a comer y a beber vino, y debía de haber invitado también a una cantante, porque el joven pudo oír una voz femenina de dulce sonido acompañada de una pipa.

"Cuando lo amas, es fresco y brillante como la Luna Nueva:

Cuando le apetece, es la Luna encantadora que se filtra a través del ciruelo en flor;

Cuando le echas de menos, compone letras con melodías de "Luna del río Xijiang" para complacer tu añoranza;

Cuando le esperas, es como una Luna Creciente Menguante".

El joven no entendía lo que se cantaba, pero se le abrió el apetito con el tenue aroma a carne y vino. Se acercó y se asomó por la rendija de la puerta, simplemente observando, pues no quería abrir la boca y suplicar por comida como un mendigo.

Dentro había una animada escena de brindis y un juego de beber a pares. Nunca se les pasó por la cabeza que pudiera haber un niño hambriento y congelado fuera. El niño se quedó un buen rato como espectador silencioso antes de dar una patada a la puerta y salir corriendo.

Killer And Healer | Novela En EspañolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora