I Onmyoji

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Escucha la historia de un extraño y misterioso hombre. Una historia de un hombre que flota por la vida como una nube en el viento a través del vacío cielo nocturno. Las nubes en la noche no se miran como si hubieran cambiado de momento en momento a otro, pero si miras más de cerca, veras que cambiaron antes de darte cuenta, y aunque sea la misma nube, nunca podrías probarlo. Esta es la historia de un hombre así.

Su nombre era Abe no Seimei [1], un Onmyoji [2], nacido alrededor del año 21 de Engi [3] bajo el reinado del emperador Daigo. Los años de su nacimiento y muerte se desconocen, pero no están relacionados con nuestra historia. Sería mejor no aclarar esos detalles y pasar a las partes interesantes de su vida. Hay tantas historias que no puedo decidir qué historia contar. Creo que dejare que mi pluma escriba sola, escribiendo lo que venga naturalmente. Esa parece la forma más adecuada de contar la historia de un hombre así.

El periodo Heian [4]- Una era de verdaderos días oscuros, un tiempo donde ciertas personas creían en la existencia de lo sobrenatural. Fue una edad donde las personas vivían en la oscuridad de la ciudad imperial en lugar de las profundidades de los bosques o montañas lejanas, compartían las mismas calles que los Oni [5] y los Mononoke [6], a veces incluso compartiendo el mismo techo, incluso el mismo aliento.

Onmyoji, Maestro del Yin Yang. En un idioma sencillo, podrían llamarse adivinos. Podrías llamarlos ilusionistas, o chamanes, pero ninguna de esas seria correcta. Un Onmyoji observa las fases de la esfera celestial y las fases de las vidas humanas. Al estudiar el movimiento de las estrellas, podían decir el futuro, comandar ilusiones, y enseñar a las personas lecciones con hechizos, o incluso maldecirlas hasta la muerte.

Poder invisible a simple vista- Abe no Seimei estaba íntimamente familiarizado con el destino, almas, youkai, y demás, e incluso tenía la capacidad para controlar a esos espíritus. Un Onmyoji podía obtener un puesto oficial en el palacio, e incluso había una división de adivinación dentro del patio interior. Seimei mismo fue premiado con el rango de cuarto rango Junior, grado inferior, por la corte imperial.

El rango más alto era el de Ministro de estado quien servía de cerca al emperador. Debajo de él estaban los ministros internos de izquierda y derecha. El Chunagon y el Dainagon [7] se ubicaban debajo de ellos. Sin embargo, a pesar de su rango más bajo, la voz de Seimei parecía tener mucho poder en la corte, debido a su talento innato.

En el "Konjaku Monogatari" [8], hay varias interesantes historias acerca de este Abe no Seimei. De acuerdo con el texto, se dice que Seimei fue entrenado en las artes del Onmyodo desde una edad temprana por su maestro Kamo no Tadayuki [9]. Incluso de niño Seimei revelo un destello del habilidoso Onmyoji en el que eventualmente se convertiría. Parece que en realidad fue todo un genio.

En una de las historias de la colección, dice que hubo una noche, cuando Seimei era joven, cuando su maestro fue a Shimogyo. Shimogyo, por cierto, es una zona de la ciudad, al sur del palacio imperial. Para llegar allí necesitas pasar por debajo de la puerta Suzaku [10], cruzar la avenida hasta la puerta Rasho en el extremo sur de la ciudad a una distancia de aproximadamente 20 millas [11]

Kamo no Tadayuki llamo un carruaje. No estoy seguro de que tipo era, pero probablemente sea un carro tirado por bueyes. Si bien el texto no menciona que él estaba viajando de noche es seguro asumir que iba a visitar a cierta mujer. Seimei estaba entre sus compañeros esa noche, caminando junto al carro mientras su maestro entraba. No era el único; habría habido al menos otros dos, uno para guiar al buey y otro para llevar la linterna.

El texto no menciona su edad, pero imagino que Seimei estaba en su adolescencia en ese momento. Los compañeros mayores habrían estado usando hitatare [12], pero a su edad Seimei habría estado descalzo y vistiendo hakama a la antigua, heredados de estudiantes mayores. Sin embargo, incluso cuando usaba ropa de segunda mano, el brillo del hombre brillaba como hielo en su expresión congelada.

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