❝Es la caricia de una madre la que te hace apreciar verdaderamente el amor❞
La bastarda de Rickard Stark, Lysanne, tiene que vivir una vida complicada tras perder a su padre, su media-hermana, su medio-hermano y a su madrastra. Ella es enviando a Fu...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
❁━━━━━━✧❁✧━━━━━━❁
LA GUERRA ERA cruel y fría. Jamás distinguía de los buenos a los malos, como a menudo era en el campo de batalla. Ambos lados creían firmemente en la causa por la que peleaban y morirían por defenderla. Esa era otra característica de la guerra, veías muerte por todos lados y nunca hacía excepciones.
Lysanne estaba tras los muros de su lugar seguro, aquellos muros que se creían encantados al mantener una temperatura agradable aún en el más austero invierno, pero aún ahí, la pequeña Stark se sentía más insegura que nunca. Desde que llegó a Winterfell, hacía tantas lunas atrás, sentía el más apretado nudo en su garganta y se había pasado día y noche sollozando sin parar.
Su madrastra, una mujer sin duda hermosa y firme, se encontraba a un lado suyo, postrada en la cama desde que la noticia de que padre e hijo, su Lord Padre Rickard y su Lord Hermano Brandon de la Casa Stark, habían perecido en la capital y su hermano Eddard Stark, el nuevo Lord de Winterfell, junto con el antiguo prometido de su hermana, Lord Robert Baratheon de Bastión Tormenta, habían levantado armas. Lyarra Stark no había derramado ninguna lágrima, mostrándose firme e inamovible, pero su salud, que ya era bastante delicada desde que había nacido el pequeño Benjen, se había visto afectada y con la guerra en su pleno auge, era imposible tratarla como se debía. Le habían advertido que no iba a sobrevivir para ver quien ganaba la guerra.
—Discúlpeme tanto, Lady Madre. Yo intenté... Lo intenté... —murmuraba bajo su aliento, tomando firme la mano de la mujer que había tomado la responsabilidad de cuidarla y amarla como si fuera una hija propia, a pesar de ser el recordatorio perpetuo de que su marido no la amó lo suficiente.
La culpa era algo que había alimentado sus pesadillas en las noches heladas en la fortaleza. El momento exacto en el que había intentado evitar esta guerra, pero su medio hermano había sido demasiado orgulloso para aceptar la realidad. Aún ahora, despierta, mirando el deteriorado cuerpo de su madre en todo menos sangre, podía recordar claramente la escena, tan vivaz y siempre a un paso de saltar al frente, el momento exacto en que había sido recordada que era no más que una bastarda para la familia Stark y, aparentemente, la única excepción era Lyanna, de quien no sabía nada desde hace un año.
Los ruidos de una noche tan agitada como aquella eran incesantes, escuchabas desde una milla de distancia las armaduras en movimiento y los distintos grupos de búsqueda que habían salido para buscar a la mayor de las Stark, pero Lysanne sabía que no la podrían encontrar en mucho tiempo.
Al poco tiempo, con todos en un silencio tenso y desesperante, mientras los hombres de su padre juntaban el campamento para marchar regreso a Aguasdulces, donde le darían a Lord Rickard la noticia en persona, el galopeo feroz de un pequeño grupo de 5 caballeros les llamó la atención. Lysanne, que se encontraba en su carpa, salió inmediatamente con el corazón en la garganta. A un galope furioso, su hermano mayor montaba ligeramente más adelante que sus acompañantes y la mirada de admiración y respeto ciego llenaba sus inocentes e ingenuos ojos.
