La lluvia se llevaba mi soledad. Las nubes tapaban mi dolor. Y los relámpagos compadecían conmigo.
Me dirigía al cementerio donde habían enterrado a Juanjo. Había llegado ayer por la tarde en compañía de Cataleya y Derrick, quienes se habían mudado a este pueblo junto a otros amigos. Eran aproximadamente las 9 de la mañana y en toda la noche una tormenta había invadido la ciudad. Todo era tan raro para mí desde que me enteré de mi pasado. Las cosas me parecieran tan confusaa y no entendía la gran mayoría de las cosas. Mi abuela, Marilyn, había fallecido hace seis meses, por lo que me quedé en el pueblito donde vivíamos tratando de luchar y salir adelante.
Y por eso retrase mi llegada a Los Santos un año.
Porque no me sentía preparada para viajar.
Porque no me sentía bien.
Porque sabía que lloraría por meses.
Porque necesitaba ser fuerte cuando viera la tumba de mi único amor.
La lluvia mojaba mi pelo y el abrigo, lo que hacía que tuviera algo de frío pero no era algo que me importara mucho. El cementerio estaba abandonado, como las calles de la ciudad. Una reja negra en forma de arco era la entrada del panteón. La empuje con fuerza y rechino. Entre y deje la reja entreabierta. Camine entre las tumbas buscando la de Juanjo y cuando por fin la vi, mis ojos se humedecieron. Me agache a la altura de la tumba y pase mi mano por ésta, viendo que estaba mojado y lleno de polvo. Sople un poco para que el polvo se fuera.
Apoyé mi cabeza entre mis manos y empeze a llorar.Después de unos minutos culpandome, lentamente levante la cabeza y mire la tumba, con los ojos rojos y la vista borrosa.
—Mi amor, no sabes cuánto lo siento. —susurre al viento, esperando que me esté escuchando — Te amo con todo mi corazón y daría mi vida por la tuya, porque eres el único amor real que tengo desde que era una adolescente hormonal que piensaba solo en sexo. —suspiré. — Es tan jodido estar sin ti. Me había acostumbrado a tu olor, a tus cálidos abrazos, a tus suaves y rosas labios. —toqué mis labios. — Quiero que estés conmigo, ¿por qué no lo entiendes?, no quiero seguir sin ti, no puedo estar sin ti. —solloze. — Solo perdóname, perdóname por ser una hija de puta. Perdóname por no amarte como debí. Por no darte lo que merecías. Por terminar con una idiota como yo, solo perdóname. Numca quize que esto terminará así, cariño. —mis lágrimas salieron de nuevo. — Te prometo que voy a rehacer mi vida, quiero que estés orgulloso de mí. Quiero que sepas que te amo tanto, porque por ti pelearía con todos, ¿me escuchaste?, te amo, tanto que no te imaginas. —lloré de nuevo.
Una media hora de hablarle al viento y esperar que le de mi mensaje en donde esté, me limpie las lágrimas aun sentada en la tierra mojada del cementerio. La lluvia había cesado algo y las nubes se habían dispersado un poco.
—Hola. —una voz me asustó e hizo que retrocediera rápidamente aún sentada, manchandome de tierra por todos lados.
—¿Qué? —pronuncie al ver a Lamar. Parado. Con las manos en los bolsillos. Sonriendo. Enfrente mío.
—Descuida, no te asustes. Sigo siendo un fantasma, pero lo llevo bien, la verdad. —le quitó importancia. Suspiró. Okey, estoy alucinando, estoy loca, lo sé, ¡pero que real se siente! — Te he visto desde que estabas en el descampado y quiero que sepas algo. —se agachó a mi altura. — Las personas, cuando mueren, solo dejan su cuerpo. Pero sus almas... sus almas siguen con nosotros. Así como yo. —sonrió. — Yo solo abandoné mi cuerpo, pero mi alma sigue aquí. Y ellos siguen contigo. Todo el tiempo estuvieron contigo.
—¿Qué? ¿Co... —no pude terminar la frase, porque Lamar ya había desaparecido y en su ausencia, ellos aparecieron.
—Aloooo —saludó Yun, energético.
—¡Ojo, Esther! —saludó Tonet.
Estaba tan confundida, en shock, no sabía que pasaba y lo único que pude hacer es abrir la boca para intentar decir algo pero lo único que conseguí fue balbucear.
—¡Hombre, tranquila! —habló Manolo, riéndose por mi reacción.
—Es q-que... u-ustedes están... a-aquí... p-pero ustedes no... —cerré la boca con una mueca de confusión. Mis pensamientos salieron disparatados.
Estoy loca, repetía en mi mente una y otra vez
—Somos como Lamar, bueno, más o menos. Somos almas, espíritus —aclaró Armando — o bueno, algo así. —sonrió.
Me levanté lentamente y sacudí mi pantalón, aún mirándolos. Bueno, mirándolo.
—¿C-cómo...? E-es que... ehh... —balbucee, en un estado de shock.
Y después me di cuenta de dos cosas: Uno, si una persona me mirará y viera que no habló con nadie, me tacharían de loca. Dos, ésto puede ser una mala jugada de mi mente. ¿Qué no mi abuela había dicho que me había pegado en la cabeza y por eso perdí todo? Pues seguramente me golpeé y entonces mi cerebro...
—¿Esther? —habló Juanjo, burlón.
—Dejadla, que está apreciendo nuestra belleza. —habló Yun.
—No... es que no me explico como estais aquí, que seguro es que estoy loca y estoy delirando, y no se porque habló con ustedes, porque si alguien me ve hablando sola diría que estoy loca y después me llevarían a un manicomio y pasaría mi vida encerrada ahí.
—¿Hola? —otra voz se unió a la conversación.
Volteé y vi a un chico rubio, de ojos azules que traía un paraguas y un abrigo negro.
—Eh, hola. —sonreí nerviosa.
—Te escuche hablando con alguien disgustada, ¿todo bien?
—Sí... —volteé a ver donde anteriormente estaban, pero solo quedaba la tierra mojada y sentí que se llevaban una parte de mí, un vacío dentro de mí. Volví mi vista hacia el chico. — hablaba por teléfono. —me limpié la cara, porque de seguro parecía loca.
—Te estás mojando, ¿no tienes frío? —se posicionó a mi lado, tapandome con su paraguas.
—En realidad, no había sentido frío, hasta que lo dijiste. —sonreí levemente mientras me frotaba los brazos en busca de calor.
—Venga, vamos a comprarte un abrigo. —Dio un paso.
—¿Qué? Oh, no, no, no. No es necesario. —reí nerviosa.
—Te vas a resfriar, dime, ¿acaso quieres enfermarte?
—Bueno, no, pero...
—Vamos. –habló y me obligó a caminar junto a él. — ¿Dónde están mis modales? Me llamo Luke. —sonrió.
—Esther. —le sonreí de vuelta y baje la mirada.
—¿Te parece bien ir a comprarte ropa, te cambias y vamos a una cafetería?
—Vale —asentí. — pero yo pago los cafés.
—Vale, vale, está bien.
Nos paramos esperando que el semáforo cambiará a rojo y volteé por última vez al lugar donde estaban ellos y sorprendentemente, de nuevo estaban allí. Los vi sonriendo y despidiéndose con un gesto con la mano e hice lo mismo, para que después desaparecieran como por arte de magia y mire de nuevo a Luke.
—No te había visto por aquí, ¿Eres nueva? ¿De dónde vienes?
—Es una larga historia.
—Tengo todo el tiempo del mundo.
—Bueno, pues...
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¿Volverás? | Juanjo Rodríguez.
Fanficdónde Esther le escribe cartas a Juanjo, su amor desde la adolescencia.