capitulo 7: Frostcold.

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Para cuando volví, Douglas seguía bebiendo y poniéndose ebrio, Melafe y Raymundo se estaban peleando por a saber que motivo, y Rexar estaba leyendo un libro. Le pregunte de que trataba el libro y me conto que el libro era una especie de enciclopedia de distintas clases de seres y demonios, y que estaba intentando analizar que era el ser que nos ataco en la niebla, el cual se llamaba Dullahan: una criatura que no posee cabeza sobre sus hombros, pero la lleva con él en su mano derecha. La cabeza es del color y la textura de la pasta añeja o del queso mohoso, y absolutamente lisa. Una mueca horrible, idiota, parte la cara de oído a oído, y los ojos que son pequeños y negros. La cabeza entera brilla intensamente con la fosforescencia de la materia en putrefacción y la criatura puede utilizarla como linterna para dirigirse por los oscurecidos campos irlandeses. El Dullahan posee vista sobrenatural. Llevando su cabeza separada en lo alto, él puede ver a distancias extensas a través del campo, en la noche más oscura. El Dullahan se monta generalmente en un negro corcel, que truena con la noche. Él utiliza una espina dorsal humana como azote. El caballo envía chispas y de sus fosas nasales salen llamas. O al menos esa era la descripción del libro. Y mientras seguimos nuestro viaje sin rumbo claro, les conté a mis compañeros lo que me paso mientras fui a por el desayuno.

-¿Y solo había un anillo de bronce? Pues vaya ofrendas tuvo el cadáver del ataúd.- Dijo Melafe después de contarles lo ocurrido.

-Pero lo que me preocupa es la inscripción del ataúd en el que lo encontré… Ojo por ojo, diente por diente…

-¡A caballo regalado, no le mires el diente!- Dijo Ray.

-¡Mas vale pájaro en mano que cientos volando!- Dijo Douglas.

-¡Al que madruga, Dios le ayuda!- Dijo Rexar.

-¡Cría cuervos y te sacaran los ojo!

-¡En casa de herrero, cuchara de palo!

-¡Perro ladrador, poco mordedor!

-¡A falta de pan, buenas son tortas!

-¿Sois retrasados o tenéis hueca la cabeza?- Pregunto gritando Melafe ante esta retahíla de refranes sin sentido.

Al final nos encontramos con un reino, aparentemente alegre y feliz. Nada mas entrar en él, Rexar decidió meterse en alguna taberna en busca de información del paradero de nuestro destino, acompañado de Douglas, el cual creo que solo le acompañaba por la bebida. Y yo decidí investigar el reino, acompañado de Melafe y Ray. Era un reino bastante grande y abierto, y con mucho comercio. Luego me di cuenta de que una araña negra y venenosa estaba posada en mi hombro, y para cuando me di cuenta, me puse histérica e intente quitármela de encima. Odio las arañas. Fue entonces cuando tanto Ray como Melafe intentaron seducir a un vendedor de armas, el cual estaba siendo agobiado. Les pare un poco el carro y les dije que se fueran a otra parte.

-Perdona el agobio que puedan haber causado mis amigos. Es que no saben controlar sus impulsos.

-Tranquila no pasa nada… ostras… ¿Eres arquera?

-si…

-¡Que bien! Tengo un arma que te puede llegar a interesar…

-Perdona, pero con mi arco me defiendo bien.

-De lejos, pero ¿Y de cerca? Con este arco te aseguraras no estar completamente indefensa cuando vallas a recibir un ataque directo.

El comerciante me enseño un precioso arco de madera que en sus extremidades tenia cuchillas, ideales para atacar de cerca. Después de verlo, me pareció muy tentador, pero no tenía dinero como para permitírmelo. Nunca he ganado dinero. De repente escuche la voz de un hombre al lado mío, del cual no note su presencia:

-Se lo lleva. Tome el dinero. –Dijo mientras le daba una bolsa llena de monedas.

-¿Qué? No, no, no, no… no pienso dejar que me compre ese arco…

-Quédatelo. Cortesía del reino. Bienvenida a Frostcold. –Dijo aquel hombre alejándose del lugar, con un par de mis pelos morenos en su mano, que me corto sin que me diera cuenta.

Mientras, Douglas se empezó a emborrachar y Rexar empezó a buscar información.

-¿Sabéis algo del paradero del diablo? –Pregunto a la tabernera.

-Para ser sincera no, pero todos los héroes se dirigen al norte, al puerto. Preguntad allí, y probablemente encontréis más respuestas.

-Gracias, nos vamos.

-Si, os aconsejo iros de este reino, antes de que sea demasiado tarde...

Y esa ultima frase, dejo algo inquieto Rexar. ¿A que venia ese consejo?

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