Capítulo 4: Una pelea de celos

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Dedicado a mamá, mi primera lectora. Te amo maaadree♥♥.
También a mi amiga Valentina, es una loca pero la quieroo.
Y a leandrismendoza y CatDe5sos gracias por votar y comentar ;-).

Este capitulo tiene un narrador omnisciente.
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Las luces situadas a su costado despertaron a Anne de su sueño, así que abrió los ojos lentamente. Estaba en su cuarto, Alex y Sergey la habían subido dos días atrás, además de que Alex se había quedado a cuidarla. Se sentó en su cama y cuando lo hizo se encontró con que Alex dormía profundamente en una colchoneta situada al lado de su cama, vistiendo sólo una pequeña bermuda, sin nada que cubriera su trabajado torso, así que se podían apreciar sus marcados abdominales y sus gruesos y musculosos brazos.
Anne pensó que se veía totalmente tierno durmiendo, tan indefenso y sin esos muros de ira e indiferencia. Se veía tan...besable.
Él había despertado un poco antes y cuando notó que ella lo miraba, sintió que en su estómago algo extraño.  La gente lo llamaba mariposas, pero para él, era como si cogieran tu estómago y lo retorcieran como trapo viejo. Se sintió bastante incómodo siendo observado por Anne, así que dijo
- Anne no me mires como a un bicho raro, soy yo,  Alex.
A ella se le subió toda la sangre a la cara  y se puso roja como los tomates maduros. No podía creer que Alex la hubiera sorprendido mirándolo como si fuera una paleta de helado y babeando por él. 
- Yy... yy... yy... yyooo...- sólo podía tartamudear y se sentía la más estúpida de las estupidas por eso- yoo... sólo estaba sorprendida porque te quedaste a dormir aquí- dijo lo primero que se le pasó por la cabeza, y era en parte verdad.
Él sonrió al escuchar eso. La noche anterior sólo había estado muy cansado como para bajar  al sótano,  donde el idiota de Sergey lo había mandado a dormir.
- Sólo estuve muy cansado para bajar al sótano- dijo- ¿te molesta?
Por Dios, claro que no pensó la mini mí de Anne cómo me va a molestar que TÚ duermas aquí.
Cállate mini mí, no seas pervertida, pensó Anne. Como respuesta a la pregunta de Alex negó con la cabeza.
- Bueno- dijo Alex, levantándose de su colchoneta- entonces iré a ver si hay algo para tragar en esta casa- y acto seguido, salió de la habitación.
Bajó las escaleras pensando en lo bonita que se veía Anne despeinada.
Al principio,  él había creído que Anne era una niña rica como todas: caprichosa, prepotente, narcisista... pero se había dado cuenta que era una chica luchadora, madura, perseverante e innegablemente bella.
Apenas la conoció sólo sentía rechazo por ella , pero a medida que la fue conociendo mejor, sentía algo diferente por ella, algo que lo hacía querer estar cerca,  algo como... la gravedad.
Iugh. Qué asco. Dijo su mini mí. Eres cursi y empalagoso como el arequipe.
Es más, creo que empiezo a ver esos unicornios rosas que vomitan arcoiris y cagan helado. ¡Y se tiran pedos con olor a fresita! ¡Lo odioooo! Si no empiezas a ser menos cursi, me iré de tu cerebro y te dejaré sólo y sin conciencia. Búscate una conciencia cursi.
Okey, bajemos dos tonos de cursilería, se dijo Alex a sí mismo.
Bajó y preparó unas tostadas francesas con un batido de fresa.
Cuando terminó, los puso en una bandeja y se los llevó a Anne, pues no quería que se parara y se lastimara. Cuando iba en el pasillo se encontró con una despeinada Masha, recién levantada.
Ella bostezó y miró las tostadas con cara de enamoramiento, luego vió a Alex y le sonrió "coquetamente".
- Uh, hola guapo- dijo ella, mientras Alex resoplaba. Él sabía lo que ella quería. Comida. Masha siempre comía como si no hubiera un mañana- ¿me das un poco?
- Sólo un poco- dijo, y Masha se abalanzó a las tostadas, cogiendo cuatro. Se las metió a la boca todas a la vez y bebió medio batido de fresa. Menos mal que se ejercitaba regularmente, si no, sería como una papa rellena.
- Vaya- dijo ella con la boca llena- cocinas delicioso, debería decirle a Jeremy que te contrate como chef en vez de guardaespaldas.
Alex se puso incómodo, Anne los podía escuchar. Masha lo captó le hizo una seña de despedida y entró de nuevo a su cuarto.
Anne estaba escuchando música cuando Alex llegó a su habitación. Al verlo, alzó los ojos y los puso como platos. En una bandeja Alex traía las tostadas necesarias para alimentar setecientos elefantes que llevaban cuatro días sin comer ; y el batido de fresa suficiente para todo un pelotón de soldados que han corrido doscientos kilómetros.
- ¿ Me quieres volver una hipopótama diabética?- preguntó ella
Él frunció el seño con una sonrisa pícara en su rostro.
- ¿ Y es que piensas que te voy a dar de MI desayuno?
Ella borró la sonrisa de su cara para poner un puchero. Él se encogió de hombros.
- Tú no te quieres volver una hipopótama diabética¿o si?- él amaba cuando las conversaciones se tornaban así, cuando bromeaban y jugaban. Ella se encogió de hombros
- Bueno no, pero tampoco quiero ser un pterodáctilo desnutrido. Así que...- ella se levantó de la cama y saltó sobre las tostadas, logrando agarrar dos, pero empujándolos a Alex y a ella al suelo, con todo y batido de fresa. Anne cayó sobre él, los dos bañados en batido de fresa.
Alex estalló en carcajadas. Nunca se sentía tan feliz como cuando estaba con Anne. Ella también estaba orinándose de la risa.
- ¿No estabas herida Steven? - dijo él, aún muerto de risa- no sabía que atacaras así a las personas.
- Yo no te ataqué- replicó Anne- tú me provocaste- se pusieron serios y se miraron a los ojos. Ella todavía estaba encima de él y podía notar cómo su respiración se agitaba, al igual que él notaba la respiración de ella. Él se levantó un poco e hizo que sus rostros quedaran tan cerca, que ella podía sentir su respiración  en la cara y no podía apartar la mirada de sus rosados labios llenos de batido de fresa. Él iba a acercar sus caras hasta que sus labios se tocaran, hasta besarse, pero fue interrumpido por una figura rubia que entraba evidentemente furiosa y arrastraba a Anne de su pecho a la cama. Ella gritó y pataleó.
- ¡¡SERGEY!! ¡NO SEAS IDIOTA!- le gritó ella.
Oh, así que la sombra rubia era el idiota de Sergey.
Después de dejar, o más bien, tirar a Anne en su cama se dirigió hacia él.
Luego, la figura rubia lo tomó de la camisa y lo arrastró hasta una pared del cuarto de Anne y lo estrelló contra ella, pero el lo cogió por el cuello y lo derribó. Sergey se puso de pie y Alex aprovechó para pegarle unos puños en su fea cara.
- ALEX PARA TÚ TAMBIÉN. ¡¡¡AHORA!!!- él paró, no podía oír los gritos desesperados de Anne y quedarse como si nada.
Cuando volteó a ver a Anne, notó que había sangre en el hombro donde tenía la herida. Tiró a Sergey contra el tocador y fué directo a donde estaba Anne.
- Tu hombro- dijo
Ella se miró el hombro herido. Santo cielo, no puede ser. Brotaba un poco de sangre, manchando la camisa blanca que tenía puesta. Seguro los puntos que Alex había cosido se habían reventado.
- Lo siento Anne- dijo Sergey. Anne se volteó hacia Sergey y vió que tenía la nariz reventada. Su comentario la llenó de furia.
Por favor. Primero te lanza a la cama como si fueras ropa sucia y luego te pide perdón. Pensó Anne.
Ella lo fulminó con la mirada.
- No me hables Sergey- dijo- y vete demi cuarto.
- Peroo...- dijo Sergey
- Pero nada, ya me oíste- replicó Anne
- Y tú- señaló a Alex- fuera de aquí también.
Alex sólo inclinó la cabeza hacia abajo y salió obedientemente de la habitación, arrastrando a Sergey con él. Lo llevo al sótano y lo estrelló contra la pared, tapándole la boca para que no pudiera gritar.
- Arruinaste ese beso idiota, ahora las pagas- Sergey rió amargamente.
- ¿Tú crees que te iba dejar besar a Anne?- preguntó- Y mejor no te le acerques, chucho de trinchera- le dijo con desprecio- porque te parto la cara
Alex rió. ¿ Cómo podía este mocoso ser tan atrevido?
- Creo que aspiras a mucho, mocoso- le dijo en tono desafiante- me parece que no eres capaz de partirme la cara.
- Creo que es ...¿por qué? Ah, sí. ¿Tal vez porque no soy un anciano como tú?- le respondió el rubio.
Alex se indignó, el chico pedía a gritos que le dieran una paliza,  y lo vió tan flaco y pequeño, que le dieron ganas de lanzarlo por los aires; pero se resistió y sólo lo fulminó con la mirada. El rubio sonrió arrogante.
- ¿ Cuántos años tienes hermano?  ¿cuarenta? ¿cincuenta?- volvió a reír arrogante- o ¿acaso sesenta?. Eres un viejo y ella tiene diecisiete años,  déjala en paz.
- Tengo veinticuatro- dijo indignado- y no me provoques porque...
Alguien tocó a la puerta y Sergey la abrió, apareciendo Masha detrás de ella. Estaba indudablemente furiosa, incluso se podría decir que echaba humo por las orejas. Entró a la habitación y se sentó en el camarote.
- ¿ Qué le hicieron?- preguntó
Alex suspiró. Masha no entendía cómo podían ser tan idiotas con la chica que les gustaba, porque, oh si, les gustaba. Y mucho.
- Nos peleamos como un par de bebés frente a ella- dijo Alex
Claro, eso explicaba todo. Anne odiaba la violencia, sobre todo la violencia física. Eso la había puesto tan molesta, qué molesta, furiosa.
- Ya entiendo- dijo ella. Esta vez observó a su hermano menor con más detenimiento. Había sangre seca en su nariz y un gran morado en su ojo derecho, además de que tenía pequeños cortes en sus manos, que supuso, eran porque Alex lo había estrellado contra el espejo del tocador de Anne.
Miró a Alex y fulminó con la mirada, mientras se acercaba a Seg.
- ¿Estás bien?- preguntó y Seg asintió, haciéndole un guiño para restarle importancia a sus heridas. Ella le sonrió con ternura y puso un cálido beso en la mejilla de su hermano.  Luego, se levantó y se giró hacia Alex frunciendo el seño.
- Pásame el botiquín- dijo Masha secamente, Alex obedeció. Ella se acercó a su oído sin que Seg se diera cuenta- Sube a disculparte con ella- le susurró- y date un baño,  estás lleno de batido de fresa.

Alex la miró confundido y ella sólo se volteó y le sonrió cómplice. Alex obedeció,  excepto la parte del baño,  no creía que fuera muy necesario.
Subió las escaleras y safó la tapa que daba a la sala. Subió hasta el cuarto de Anne y se encontró con la puerta cerrada. Tocó la puerta.
Desde adentro, Anne no pudo oír el toque de la puerta porque estaba muy concentrada en la película votos de amor, ella amaba esa película; además, iba en la parte en la que Paige y Leo estaban en el lago.

Alex volvió a tocar, esta vez más fuerte. Ella suspiró con frustración y se levantó, pero antes de abrir la puerta se miró en el pedazo de espejo que todavía estaba entero. Llevaba la misma blusa blanca llena de batido de fresa y un poco de sangre, con sólo un top debajo de esta; además, tenía un pantalón azul claro desteñido y unas pantuflas rosas. Su cabello era un desastre, pegajoso y mojado por el batido. Suspiró y abrió la puerta, encontrándose a Alex detrás de ésta. Ella hizo una fina línea con sus labios y cuadró los hombros, preparada para una sarta de insultos y groserías, quizá una mirada asesina y un largo sermón sobre no ser una niña caprichosa; pero todo lo que él hizo fue mirarla con cara de perrito regañado y decir:
- ¿Podemos hablar? Lo siento mucho- la voz tan baja que Anne tuvo que esforzar su oído para escuchar.

Aww ¿no es adorable? Es lo más tierno que ha hecho jamás. Dijo la voz en su cabeza.

Ella le sonrió condescendiente
- Claro, pasa- respondió Anne.
Él pasó a su cuarto y se sentó en una orilla de la cama. Observó la habitación y se dió cuenta de la destrucción que había causado su pequeño "altercado" con el rubio peliteñido.
Anne se sentó junto a él y una lágrima solitaria resbaló por su mejilla. Él tuvo un sentimiento de protección, quería envolverla entre sus brazos para protegerla del dolor, quería decirle que todo estaba bien y que él la cuidaría; pero se contuvo y sólo le preguntó por qué lloraba.
Ella sonrió con tristeza y se regañó a sí misma por llorar al frente de alguien que no fuera su padre.

De niña, se había prometido a sí misma que sólo lloraría frente a sus padres, pero como su madre había muerto, sólo le quedaba su papá.

- Sólo me afecta mucho ver a las personas golpeándose y destruyendo cosas. Verás, mi mamá murió cuando yo tenía siete años y...- ¿cómo podía estar contándole esto a una persona que sólo conocía hace un mes? No lo sabía, de repente, le tenía mucha confianza- y cuando eso pasó papá se enloqueció;  bebía, llegaba a casa a altas horas de la noche- suspiró- supongo que perdió su rumbo. Para descargar su dolor, o su ira, o lo que sea, golpeaba cosas y se hacía daño a sí mismo. Recuerdo que un día se estrelló a sí mismo contra el espejo del baño. Otra vez,  tomó unas pastillas que lo pusieron en coma por tres días- las lágrimas comenzaban a chorrear por sus mejillas, dejando a su paso un sabor a sal y a amargura- Luego...
- Anne, ya no hagas eso- Alex la sacó de su amargo torrente de recuerdos.
Ella lo miró extrañada.
- ¿ Hacer qué?- preguntó
Él señaló su mano derecha.
Oh, eso.
Se estaba enterrando las uñas en la palma de la mano, y ya comenzaban a brotar hilillos de sangre. Relajó la mano y soltó su agarre. En su palma derecha se podían observar las rojas incisiones con forma de medialunas.
Ya entiendo por qué la chica tiene instintos autodestructivos. Se dijo Alex. Si así era su padre,  no se podía esperar más de Anne.

Él la miró de nuevo con cariño en sus ojos, mientras ella seguía llorando en silencio. La vió tan pequeña, tan frágil y tan rota; que se dejó llevar por sus emociones y la envolvió en un prolongado abrazo.

Se sentían tan bien el uno cerca al otro. Alex pensaba que ella olía a batido de fresa y a moras silvestres,  y a Anne le parecía que él olía a batido, sudor y azúcar. Se abrazaron por quién sabe cuánto tiempo, hasta que fueron interrumpidos por la puerta principal abriéndose. Alex pensó que eran la gente de los rescates,  que querían encontrar a Anne y llevársela. Cogió su pistola del gabinete junto a la cocina y la cargó,  listo para disparar.

Pero la puerta se abrió y apareció la persona menos esperada en el mundo.

Jeremy Steven. El padre de Anne. El secretario de la embajada argentina. Su jefe.

Y no se veía nada contento de ver al guardaespaldas de su hija en su casa.  Sin camisa. Y manchado de batido.

Eran demasiadas cosas por explicar...

Mi amor, mi guerraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora