Capítulo 6: Pensamientos

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Nadia en multimedia (la madrastra de Anne y la mamá de Masha y Sergey)
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Anne:

Cerré mi libro y me puse a mirar a los alrededores. Estaba en la plaza del pueblo, en una parte donde había pequeñas mesas de picnic, ahora cubiertas por la nieve.

Había ido a leer un poco, a despejar mi mente y apartarme de mis tristes pensamientos.
Estaba sola.
Papá y Nadia habían ido esta mañana a Moscú por el trabajo y Seg y Masha fueron con ellos a hacer algunas compras,yo no quise ir.
Últimamente estaba deprimida, con el ánimo bajo y con una sensación de que estaba en el cuerpo de un extraño, más que en el mío.

Sentía que todas mis acciones, todas mis palabras estaban coordinadas por un extraño chip puesto en mi cerebro. Algo que hacía que las decisiones no pasaran por mí, sino que eran tomadas por alguien más. Me sentía actuando como un robot, por costumbre, más que por mi propia conciencia.

Un escalofrío que recorrió mi cuerpo interrumpió mis pensamientos. Fue una ráfaga de aire invernal, que calaba hasta mis huesos.

Había aprendido a querer el invierno, a amar como el frío te golpeaba y dejaba un raro entumecimiento en tus mejillas. Pero odiaba cuando una distracción interrumpía mis pensamientos.

Siempre me interrumpían, me sacaban de mi mundo y de mis filosóficas reflexiones.

Ay men. Me poseye esa filosofía.

Oh, y mini mí había dejado de ser mi apoyo incondicional, y había pasado a ser mi peor enemiga.

¿Basicamente soy tú, lo sabías, genius? No te puedo dejar, ni aunque quisiera. Sólo soy tu adorable conciencia.

Si, sí. Como sea.

Oh, mira, mira. Movimiento a las trece en punto.

Me volteé para observar mejor el movimiento que había captado en mi vista periférica. Al principio, la figura sólo estaba de espaldas, así que sólo ví un hombre alto y grande con un abrigo negro y vaqueros negros también. El chico se volteó y adivina adivinador... era...
¡Alex!

Se sentó en una mesa justo en frente mío y se quedó mirándome, en sus bellos ojos azules había una gélida muralla que aislaba sus sentimientos.

Ya. Ahora mismo te levantas y le pegas un tiro en el culo.

¿Cómo podía ser tan maricamente bipolar? Una semana me miraba de manera tierna, me decía cosas lindas y casi me besa; y a la siguiente me evitaba y me miraba como si fuera un moco en su camiseta. Otra vez.

Es decir, me dejó de dirigir la palabra después de que papá lo llevara a su oficina. Si, me imagino que papá debió tratarlo mal y toda la cosa pero, ¿tanto como para odiarme? ¿como para ignorarme todo el tiempo?

A la mierda su belleza y su inteligencia, sus ojos azules que me mataban y su preciosa sonrisa. Se iban todas a la basura comparadas con ese ego, que era más grande que Rusia.

Matalo. Hazle un favor a la humanidad y matalo.

Ok, tranquila. Calma. Lo haría, pero no queremos pasar el resto de nuestra hermosa adolescencia en la cárcel.

Oh, si.

Bueno, sip. Así soy yo. Cambios de humor constante. Pero bueno, entiendan, tengo mi período y me dan unos cólicos hijos del arequipe con este frío.

Y enserio quiero matarlo.

Si me sigue mirando así, lo voy a matar. ¡Juro que le voy a sacar los ojos y se los voy a meter en la garganta para que vea como lo despescuezo!
¡Odio que se me quede mirando asi!
Como si yo le importara, como si me estuviera cuidando y al mismo tiempo como si me odiara.

Mi amor, mi guerraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora