Me deslicé fuera de la cama y me dirigí al baño, al entrar encendí la luz y observé mi reflejo en el espejo, notándome demacrada y más pálida de mi habitual.
Bajo mis ojos unas pronunciadas ojeras se hacian presentes, similares a las manchas oscuras que deja el delineador después de correrse.
Me toqué la mejilla que estaba roja y caliente y ni siquiera empleó suficiente fuerza, no me quería imaginar lo que me haría si la utilizaba por completo.
Mi vista se fijó en mi cuello donde dos pequeños orificios rodeados por un hematoma cubrian mi piel como una enfermedad contagiosa que no provoca más que repugnancia y el deseo ferviente de desaparecerla.
Ésa era la marca de los colmillos de Flavio en mí, y la odiaba.
Abrí el grifo y eché un poco de agua a mi cara, aliviando un poco el calor de mi mejilla; también mojé mi nuca masajeando con suavidad, me sentía cansada.
Sali del baño momentos después y para mi pesar me encontré de nuevo con tía Tamara, quien me miraba con lástima, como si estuviese yendo a la misma horca. Ella estaba resignada y segura de que yo haría todo lo que Flavio ordenaba, pero se encontraba muy equivocada.
-Debes aprender a obedecerlo -sugirió en voz baja, moviéndose por la habitación con lentitud, luciendo como un fantasma.
-No quiero y no lo voy a hacer. -repliqué molesta.
-Samantha, por favor, si le haces caso las cosas para ti serán más fáciles. -apreté las manos en puño y le dediqué una mirada cargada de rabia y enojo.
-Puede romper todos y cada uno de mis huesos, pero no me casaré con él. -ella soltó un suspiro cansino, acortó la distancia que nos separaba en cuestión de segundos y luego me tocó la mejilla con cuidado, otorgándome cierto alivio al sentir su frialdad contra mi piel.
-Tienes que aceptarlo. Mañana será tu fiesta de compromiso, los vampiros más importantes estarán aqui -dijo como si fuera tan fácil.
Negué. ¿Una fiesta? ¿Hablaba en serio? Por supuesto que yo no iba a asistir, al menos no por voluntad propia.
-No pienso salir de esta habitación. -espeté cruzándome de brazos, apartándome de su caricia.
-No quiero que te haga daño, por favor, Samantha -murmuró con pesar.
No dije nada más y me alejé de ella. No queria tenerla cerea, tenía mucho resentimiento hacia su persona. Ella permitía que ese ser despreciable me hiciera daño y me mantuviera encerrada aquí.
Le dí la espalda y ella entendió la indirecta. Sólo quería estar sola.
La oí cuando salió de la habitación. Y ya que estuve sola me acerqué a la ventana, mirando hacia el exterior. No tenía nada que hacer aquí, a este paso me volvería loca por el encierro si es que ese vampiro no acababa conmigo primero.
Mi vista fué hacia el jardín, observaba los detalles del mismo. Había una especie de laberinto con arbustos y flores, flores de distintas formas y colores, con árboles frondosos y tupidos de hojas verdes que se movían al compás del viento; y en medio de toda esa hermosura una enorme fuente de agua que se veia antigua. Inevitablemente me entraron unas ganas enormes de caminar por ahí.
Fuí hacia la puerta, pero estaba cerrada. La golpeé y grité para que alguien me escuchara, lo que funcionó. En menos de dos segundos Draven apareció frente a mí. Su mirada amable se posó sobre mi persona y con gesto paternal formuló su pregunta:
-¿Qué sucede? -¿Podrías traerme algo para leer? Estoy muy aburrida. -él me sonrió asintiendo con la cabeza.
-Por supuesto, ahora regreso -dijo cerrando la puerta de nuevo, como si yo pudiera escapar de un castillo lleno de vampiros.
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Entre Sábanas De Seda -Flamantha-
Fiksi PenggemarCualquier paso que daba era observado, oculto entre sombras me esperaba a mí. Todo lo que sabía dejó de tener sentido, lo que fuí nunca importó.