Capítulo 06.

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En multimedia, arnés para niños.


—¡No, no, no! —gritó un rubio de cabello largo a todo pulmón.

Deidara le arrebató la arcilla de las manos a Murasaki, la cual hizo un puchero y miró con ojos de perrito a Deidara, pero a este sólo le produjo más enojo, ¡se estaban burlando de su arte!

—¡Maldito Hidan! —chilló Deidara, poniéndose histérico— ¡Ya tienes 17 años, te puedes cuidar solita!

—No es culpa que mi hermano te haya hecho cuidarme mientras él trabaja. Pero mira el lado bueno, no me retó por romperle la nariz a una chica en la escuela.

Deidara golpeó a Murasaki en la cabeza con tal fuerza que esta quedó estampada en el suelo.

—¡Eso es bueno para ti, no para mí! —Alegó el rubio, moviendo sus brazos con rabia— Además, sabes que Hidan no es estricto contigo, por algo eres así de estúpida y poco común, haces lo que se te pegue la gana.

—No me regañes DeiDei —pidió Murasaki aún desde el suelo.

—¡NO ME LLAMES DEIDEI, MI NOMBRE ES DEI-DA-RA! —gritó, harto.

—Pero a mí me gusta llamarte así, DeiDei.

Deidara sonrió con cinismo, cosa que alertó a Murasaki, pero ya era muy tarde, Deidara ya le estaba haciendo una rara llave con las piernas.

—¡Me ahogas, pelo de trapo sucio! —masculló Murasaki intentado quitarse a Deidara de encima, pero sólo consiguió que este la apretara más y más, y sólo paró cuando la chica comenzó a toser por la falta de aire, cosa que fue bastante pronto— Eres malo —se quejó una vez después de haber recuperado el aliento.

—Deja eso, tú te lo buscaste —se defendió Deidara—. Mejor voy a ver que hay para comer en esta casa.

Deidara abandonó la sala de estar dónde estaba con Murasaki haciendo figuras de arcilla con explosivos «inofensivos» dentro de ellas. Caminó hasta la cocina y abrió el refrigerador, para encontrarse con sólo una caja de leche a medio vaciar. Suspiró y vertió el contenido en dos vasos, quedando las porciones iguales. Podía parecer que Deidara odiaba con todo su corazón a Murasaki, pero ella a lo largo de todos los años se había ganado su cariño.

—¡Mocosa, ven a tomar leche porque vamos a salir para comprar algo de comer! —gritó Deidara desde la cocina.

Murasaki llegó corriendo a la cocina y se sentó en una de las sillas que estaban alrededor de la mesa.

La casa de Murasaki no era muy grande, la mesa para comer se encontraba en la cocina, había 3 dormitorios, uno de Murasaki, el otro de su hermano Mayor, Hidan, y el otro era para los amigos de Hidan, que de vez en cuando se quedaban a dormir. También estaba el baño y la sala de estar.

Deidara le sirvió 3 galletas de chocolate a Murasaki y 3 de vainilla para que las acompañara con la leche, mientras que él sólo se empinó el vaso de leche. Hidan siempre que salía a trabajar, le pedía a alguno de sus amigos que vigilara a Murasaki por él, pues temía que en cualquier momento incendiara la casa tratando de prender la televisión, o jalando la cadena del baño, pues su hermana no conocía los límites de la torpeza y de la mala suerte. Hidan dejaba las instrucciones de todas las actividades diarias de Murasaki, como si fuera una verdadera recién nacida, y servir la leche juntos con las galletas correspondientes era una de esas «actividades diarias», además, todos sabían que Murasaki tenía que comer algo antes de salir, porque o si no se paraba en cada vitrina de golosinería a babearla gritando que quería algunos dulces.

Amor de Otoño.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora