Camila Montero se levantó esa mañana lista para ducharse y salir al trabajo. Con un desayuno ligero fue en la dirección de su auto para conducir. Observó lentamente como los habitantes del pueblo La floresta, se preparaban para sus días, cada quien se subía a sus autos en el rocío de la mañana, con trajes, café, hijos. Tantas cosas parecidas a ella y al mismo tiempo tan diferentes, bajó el vidrio de la ventana para poder respirar el aire puro, el cielo pintando de tonos naranjas y rosados la saludaban, era una mañana perfecta. En cinco minutos llegó al café de sus padres, un pequeño establecimiento que llevaba dos generaciones funcionando.
Ella era la única de los tres hijos de sus progenitores que continuaba trabajando allí, su hermano mayor Ricky, o Enrique, nombrado así por su padre, había decidido dejar el negocio para volverse abogado y ahora trabajaba en la alcaldía del pueblo. Su hermana menor, Carol, había decidido irse por el camino de la pedagogía siendo ahora una de las maestras del pueblo. Camila había sido la única en decidir quedarse en el negocio familiar, había estudiado tres años de administración y ahora era una de las socias del negocio junto a sus padres.
Así que siendo ella la más joven de los trabajadores, era siempre la que abría en las mañanas, con su chaqueta puesta se bajó del auto. Abrió la puerta del negocio y comenzó a arreglar todo, las sillas, las mesas, la caja registradora. Se acercó a la cocina donde sus tres panaderos ya estaban trabajando y los saludó para luego dirigirse a la puerta, cambió el cartel indicando a los clientes que ya estaban abiertos y se quedó en su lugar sentada detrás de la caja. Fue así que comenzó la avalancha. Siempre antes de iniciar el día laboral sus manos se veían ocupadas con pedidos, café, tortas, panes y demás.
Una hora después llegaron sus padres e inmediatamente se dirigieron a ayudarla, Cordelia, su madre, sirviendo y atendiendo al igual que ella y su padre en la en la cocina en todo lo que se pudiera necesitar. Horas más tarde pudieron respirar, solo quedaban tres clientes en el café y ellas podían relajarse. Camila observó cómo su padre salía de la cocina para saludarla con un beso en la frente y robarle unos cuantos besos dulces a su madre. Verlos juntos era siempre como ver su ideal, el amor de sus padres era casi como un mito en su familia, todos los hijos Montero deseaban una relación igual y no se conformaban con menos. Ella tenía el pelo castaño de su madre y la piel clara de su padre, pero ningún otro rasgo podía distinguirse.
-Sabes cielo, si te arreglaras un poquito más podrías atraer al hombre adecuado- inició su madre acercándose -así no tendrías que vernos siempre con tanto anhelo.
-Primero que nada, no creo que necesite más atención de la que ya tengo- se quejó ella con fastidio -y segundo, los veo con anhelo porque a veces creo que lo que tienen ustedes es irrepetible. No creo que me vaya a pasar.
-Claro que sí mi reina- dijo su padre abrazándola -el hombre indicado siempre llega.
-En el caso de tu padre, llegó con retraso- se burló su madre recordando la historia de cómo su papá había llegado tarde el día de su boda.
-Ya deja de recordar eso Cordelia- dijo su padre con el ceño fruncido -y deja de meterle ideas a mi niña en la cabeza, ya es suficiente con esos vagos que no dejan de seguirla.
-Esos vagos, como tú los llamas, son buenos hombres- dijo su madre limpiando los vasos del mostrador -y si Camila no fuera tan testaruda podría darles una oportunidad.
-La última vez que lo intenté casi se matan- se quejó ella mortificada -no hay forma en el universo en que eso suceda de nuevo.
-Eran unos niños- afirmó su madre con una sonrisa -ahora son hombres, creo que es diferente.
-Sí, son hombres ahora- se burló ella mientras observaba como Max y Tom se peleaban para entrar en el café.
Los hombres por fin entraron en el lugar y se dirigieron de inmediato a la caja. La miraron con ojos deseosos y sin poder evitarlo, como siempre sucedía, su corazón se aceleró.
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Los hombres de Camila
RomanceCamila Montero es una mujer sencilla que siempre ha vivido en el mismo pueblo, su familia es común, su educación es común, su vida es común. Lo único que no es común son sus gustos, porque para ella no es imposible enamorarse de más de una persona a...