Alexander Jones era un hombre de cultura mixta, su madre había sido una latina fogosa que había capturado el corazón de su padre, un estadounidense, de inmediato. Sus sonrisas y su carisma lo llamaron y nunca más lo dejaron ir. Era de esa forma que él y su hermano Rafael, tenían un nombre muy español pero al mismo tiempo un apellido muy diferente. En el instituto a sus amigos les gustaba llamarlo Alex todo el tiempo porque decían que así sí combinaría su nombre con su apellido, pero él siempre se había sentido un poco tonto al respecto. Con los años los niños que había sido alguna vez crecieron y su nombre dejó de importar.
Una de las pocas cosas que nunca había cambiado era su amor por Camila Montero, él recordaba claramente como en su adolescencia las chicas habían dejado de ser molestas y de pronto eran ellas, en todo lo que podía pensar. Era en ese momento, un día cualquiera que había visto a Camila caminando por los pasillos del instituto y nunca había podido dejar de verla desde ese instante. Ella iba riendo con una de sus amigas, su pelo suelto y sus ojos brillantes, se veía hermosa, la recordaba muy bien. Siempre iba arreglada, llamaba la atención y él había intentado hablar con ella mil veces pero su timidez no lo había dejado.
Luego, ese último verano antes de comenzar la secundaria su madre se había enfermado de gravedad. Él, su padre y su hermano habían hecho todo lo posible, pero el cáncer se la llevó con rapidez, por lo que los estudios o cualquier otra cosa se fueron de su mente, dejaron de ser la prioridad. El luto fue lo siguiente, llevar la granja de flores con su padre vino después y para cuando volvió al instituto había pasado bastante tiempo, demasiado había cambiado. Tuvo que recuperar muchas clases, muchos exámenes que se había perdido y cuando por fin pudo despejarse y ver el mundo de nuevo lo que encontró allí lo golpeó como un tifón.
En aquellos meses en los que él había estado lejos la dulce Camila había pegado el estirón, su cuerpo había cambiado y se veía incluso más hermosa pero ya nunca estaba sola, Tom había llegado para ese entonces, siempre buscándola, estando allí en todo momento. Aquel balde de agua fría le había abierto los ojos, sabía que si no hacía nada rápido ella comenzaría a salir con Tom y perdería su oportunidad para siempre, por lo que su timidez quedó atrás para comenzar a perseguir a Camila de forma tan activa como lo hacía Tom. A ella le había gustado, muchas veces había captado el brillo de sus ojos o las medias sonrisas que esbozaba cuando creía que nadie la estaba viendo pero eso fue suficiente para hacerlo creer que las oportunidades estaban allí.
El tiempo pasó y sin embargo, Camila jamás le dio ninguna oportunidad, como tampoco lo hizo con Tom. Luego llegaron Max y Rodrigo para hacer las cosas incluso más difíciles. Muchas veces él había querido alejarse, buscar nuevas opciones pero no había podido, había algo magnético en esa mujer que no podía describir pero que tampoco podía dejar ir. Era demasiado valioso para hacerlo. Ahora, luego de graduarse en administración en la escuela de agricultura para mantener la granja con su padre, el patrimonio que les había dejado su mamá, vivía en una de las casas cerca de la granja, su hermano se había mudado al otro lado del pueblo y era uno de los bomberos aclamados, muchas cosas habían cambiado, pero él, intentado acercarse a Camila era una de las cosas que se mantenían iguales para su pesar y alegría.
Aquel día luego de salir de la granja y de ocuparse de todo lo que debía, se había dirigido como todos los almuerzos, al café de los Montero, ni su padre ni él habían aprendido a cocinar más allá de lo básico luego de la muerte de su madre, por lo que él iba a almorzar casi todos los días a aquel lugar, eso sin contar que aquella era una forma se acercarse directamente a Camila todos los días. No importaba que tan pequeño fuera el gesto, al menos sabría que él seguía allí. Se montó en su camioneta y condujo hasta el café, se bajó para dirigirse a la puerta y divisó adentro a Rodrigo, como casi todas las tardes. Al parecer ellos dos iban siempre a almorzar al lugar, probablemente con las mismas esperanzas.
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Los hombres de Camila
RomanceCamila Montero es una mujer sencilla que siempre ha vivido en el mismo pueblo, su familia es común, su educación es común, su vida es común. Lo único que no es común son sus gustos, porque para ella no es imposible enamorarse de más de una persona a...