¡Maldita sea Stevens! ¿Por qué sigues frecuentando a esas personas? Simple y sencillamente porque no tenía nada mejor que hacer. Fuera de la banda y de las múltiples ruedas de prensa, no me quedaba nada. Mi familia la tenía lejos y mis amigos -si podía considerarlos así- tenían cada uno sus propios pasatiempos. Yo por mi parte, jamás compartiría sus gustos, eran aburridos, y una pérdida de tiempo. Así que por lo tanto no me quedaba otra cosa más que aceptar la invitación de Gary.
Ajusté el reloj sobre mi muñeca, rocié loción en los costados de mi cuello y un poco sobre mis manos para palmearlo sobre mis mejillas; intenté peinar mis rizos pero debo decir que jamás han cooperado conmigo. Debía idear la excusa perfecta para regresar antes de que todo indicara que debía estar aceptando cualquier trato sucio que Coleman quisiera delegarme. Me dedico a la música, no soy un gángster que controla el jodido mundo. Revisé mi apariencia por última vez y quedé satisfecho con lo que veía. Un golpe en la puerta.
–Harrick– dijo el irlandés– ¿Puedo entrar?
Y sin antes haber respondido empujó la puerta. Yo en verdad debía considerarlo importante como para no gritarle a la cara que me enfadaba sobre manera que irrumpieran en mi habitación. Era el único lugar en donde podía mantenerme a salvo. No era grande como la mayoría de las habitaciones de la casa; tenía el espacio suficiente para tener mis cosas -junto con mi privacidad- resguardadas. Con paredes blancas y vivos en gris, un ventanal que llegaba hasta el suelo y cortina traslúcida; mi cama estaba al centro sobre una enorme alfombra en color gris oscuro, frente a ella estaba la televisión debajo de la estantería donde guardaba mis artículos personales.
Podría decir que desde que nos habían dado la casa, jamás había puesto esmero en decorarla. Lo único que no venía dentro del folleto de interiores, era el cuadro que mi hermana me había regalado. Una pintura abstracta a blanco y negro, con un sendero simulando una "s" al centro. Según decía, en cuanto lo vio en la galería de su amigo, pensó en mí. Era una de mis posesiones favoritas puesto que mi hermana jamás me compraba algo.
– ¿Vas a salir? – preguntó Nathan.
–Eso supongo– respondí cortamente. Recorrí al rubio parado a mi lado, y descubrí que estaba arreglado. – ¿Saldrás también?
–Eso supongo– me la devolvió– Lance se preguntaba si querrías venir con nosotros.
– ¿A dónde van? –cuestioné. Si se escuchaba mejor que mi plan, con un demonio que le cancelaría a Gary.
–Pensamos visitar a las chicas que conoc –y lo corté a media oración. ¡Esas chicas! No las conocía pero ya estaba hasta la coronilla de escuchar de ellas.
–No es lo mío, vayan ustedes. –dije revolando los ojos.
–Eso le dije. Ahora procederé a la segunda pregunta –arqueé mi ceja y bufé con molestia– ¿Podrías dejarnos por allá?
Debí haberles dicho que no podía, debí haber llamado a una cabina para que los llevara a donde sea que fueran. ¿Por qué no habían llamado a Nate? De todos modos, ya había aceptado. Ya estábamos frente al departamento de esas chicas. Sencillo y sin nada interesante, un suburbio muy desagradable a la vista. Con maullidos y ladridos sin proceder. Incluso el árbol frente a la construcción se veía sin chiste y a punto de caerse. ¡Vaya a saber la clase de personas que vivirán ahí!
– ¿Nos llamas cuando vengas de regreso? –preguntó Logan.
Parpadeé dos veces y no dije nada. Seguí mi camino rumbo al London Four Seasons en donde se llevaría a cabo la cena del empresario del año. Sabía que usaba mi imagen para atraer a las personas pero me importaba un bledo. Él hablaba maravillas de mí, de mi flamante carrera y yo podía seguir tirándome a su hija. De hecho, la única razón por la que no me fingí enfermo esta vez, fue porque su consentida y única hija estaría de regreso en la ciudad. Hacía ya dos años desde la última vez que la había visto, cuando terminamos nuestro tórrido romance. Caprichosa como ninguna, conocedora de tener el mundo a sus pies, y portadora de la sonrisa más falsa que haya visto jamás.
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