Capítulo 1 - Buenas noches, lobo

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"Cada suspiro es como un poco de vida que perdemos"

. . .

La fiebre no había bajado en durante los días que el lobo feroz había permanecido en cama.

Lo que empezado con un resfriado al que no le tome importancia, mis amigos lo hicieron cuando le me dio un ataque de insolación que me hizo desmayar entre las calles del reino de muy muy lejano, mientras compraba algunos recados con Jengi, Debido a la preocupación inmediatamente me llevaron al viejo loco de Merlín que era como el medico más cercano, aunque no era médico, me recomendó descanso y muchas cosas más.

Ahora mi situación era esa, estaba en cama casi todo el día, aburrido sin poder hacer nada por una fiebre muy fuerte, el estar así creaba la sensación que el tiempo no avanzaba, también había perdido la noción de lo que era el mundo exterior atacado por el calor, el sudor frio y los dolores de cabeza que parecían no tener un fin.

No quería tomarle más importancia de la que tenía una simple fiebre, me habían dado muchas de esas, alrededor de toda mi vida, no sería la primera ni la última vez que pasaría, solo debía mantener las recomendaciones del "doctor".

La puerta hizo el crujir de las bisagras que no había aceitado.

-En el nombre de los Grimm que bueno que llegan. -

Me destape un poco de las telas de mi cama, se le había hecho normal que sus amigos habían ido a visitarlo en los muchos días que estaban en cama, a veces era todos, a veces eran unos, otras veces los cerditos o Jengi, siempre midiendo mi temperatura con el termómetro, su pulso, dejando algunos regalos que podían le darían un toque pintoresco a la cabaña que era mi humilde hogar, ya tenía una idea de dónde poner todos los regalos de Fiona, que se diferenciaban de las cosas que eran realmente mías, como mi revista favorita que guardo debajo del colchón de mi cama o la mesa en rota de mi padre que estaba para hacerla fuego.

Me limpio el sudor con mis mangas de nuevo, tener fiebre siempre le hace recordar a las otras veces que las tuvo, hacer comparaciones de su estado como también recodar que siempre odiaba el sudor excesivo con el pelaje, teniendo un problema de calentura eso era un infierno,

Era normal que tuviera varios cambios de ropa. Salí de la cama para cambiarme mi ropa mojada, cuando me le quitaba aquellas prendas estaban tan mojadas como si hubiera corrido una maratón, aunque era normal que o que el dolor muscular le atacara, nunca se pondría el vestido de la abuela de Caperucita, era su prenda favorita lo había dejado claro al siempre usarla, aunque si tenía más ropas de las cuales solo unos o dos de sus amigos le había visto con esas prendas, habían opinado lo mismo que él pensaba cuando las tenía puestas.

"No te vez como tú mismo"

Aunque como persona con fiebre no signifique que este mal totalmente, podía darle el tiempo de dormir, leer un libro, pensar muchas cosas, cualquier cosa para distraer la mente.

-Gato volvió de sus viajes, un mensajero me dijo que está arribando a Muy Muy Lejano. -

Dijo Jengi mientras me daba otra cucharada de sopa de pollo.

-Al menos que se pase por aquí no lo vemos desde 12 años. -

-Seguro, si viene a vernos también,

Me había estado sonando los mocos y tirado a cualquier parte que estuviera cerca del cubo de la basura, era los menos que podía hacer cuando el cubo se había llenado. Jergi tenía que irse con el panadero, no le culpaba de que se fuera de hecho lo esperaba, los otros tenían a alguien con quien volver, podría estar solo y entretenerse a su marea.

- Buenas noches, lobo.

Suspire. Mientras escuche como intentaba cerrar la puerta con cuidado, sin hacer ruido, aunque igual el óxido de las bisagras hizo todo el ruido posible, juraba que si se curaba lo iba a reparar. Al estar en el bosque los paso de Jengi se escucharon hasta que se hicieron muy lejanos, ahora esta solo de vuelta.

Entonces se acomodó, lo mejor posible, la fiebre parecía haber bajado con algunas de las pócimas que dio Merlín, aunque sabía que todo seguía allí, ahora estaba en el punto medio, no estaba ahora tan mal como también sabía que no estaba bien.

Al menos estar así me hacía sentir que podría tener una noche tranquila, me acomode en pose fetal, cerré los ojos tratando de relajar mi cuerpo, mis sentidos para pronto caer dormido cuando menos lo espere. Realmente jamás noto cuando me quedo dormido, trato de no irrumpir mis intentos de sueño con pensamientos intrusivos, ya es suficiente con ese silbido lejano.

El calor me hizo despertar al filo de la medianoche. Y el sudor. Mi cuerpo parecía ser de tierra caliente, envuelto en costras de pelo, me desbarataba me sentía como si estuviera derritiéndome en un charco de lodo que era mi propio sudor. A este punto el respirar también era difícil, me faltó el aire para respirar, trate de respirar. Mantener la calma.

Entonces el silbido me hizo darme cuenta que alguien más estaba conmigo, oculto en las sombras, solo veía sus ojos rojos, debía estar apoyando en el marco de la puerta, quise pedirle ayuda, aunque me parecía aterrador, pero entonces me di cuenta que de mi hocico borbotaba un ruido de burbujeante, mi propio vomito me había estado ahogando.

El calor que me perseguía no se despegaba de mí, traté que tragarme el vómito mientras lo seguía viendo, no se había movido desde que lo vi por primera vez, el asqueroso ardor del vomito me dejo claro que este quedo a mitad de mi garganta negándose a volver manteniendo el dolor allí. No había aire. El movimiento era inútil, mi cuerpo me traicionaba.

El miraba.

Mi vista empezó a caer poco a poco sin querer abrir, al menos esta agonía llegaba a su fin, el cerrar mis ojos por completo hizo que viera imágenes de mi vida en una eterna repetición, cada vez más rápido con las voces conocida susurrándome en el oído, sentía un mundo más allá del que conozco uno sensorial, apretaba los dedos de mis patas, no había parado de intentar moverme o mejor dicho mi cuerpo buscando el aire que necesitaba.

Era agonizante, no se había acabado, aunque pareciera que era el final siempre parecía que estaba más lejos, sentía como si me ahogaría eternamente. Entonces empieza a caminar aquel dueño de ojos rojos, el maldito era alto como para tener que agachar la cabeza al entrar se acercaba con ese silbido tan particular

El terror que me causa me hacen cerrar los ojos, solo veo los colores raros que siempre aparecen cuando cierro los ojos. Entonces sus pasos se detienen, el algo tan lento como si mi muerte se expandiera por lo que era una eternidad cuando solo eran segundos, entonces siento que floto, no existe la realidad, ya no siento lo que es arriba ni abajo, ni izquierda, ni derecha, siento como si todo fuera eso, todo y nada al mismo tiempo entonces cuando abro los ojos siento como si hubiera caído sobre el pasto, mi cuerpo respiraba tratando de llevarse todo el oxígeno, toso en consecuencia, ahora me encuentro en un lugar donde no había estado antes, no era el bosque ni mi cabaña, era como un campo donde los arboles llegaban hasta las parte baja de la colina donde estaba.

-Bienvenido pequeño Lobo.

Me llevo un susto por la sorpresa, volteando, era aquel lobo blanco que estaba en mi cabaña, sentado apoyándose de una cruz clavada en el suelo, incluso así puedo ver que es alto, me sigue inquietando porque causa algo en mí que no sé cómo expresar correctamente algo como nostalgia como también un ligero terror.

- ¿Dónde Estoy?

El Color de la LunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora