Disney.

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Hoy era el día, el gran día, lo que había esperado toda mi vida. Hoy me levantaba de la cama con entusiasmo porque iba a cumplir mi más grande sueño. No, no me iba a casar con Jodh Hutcherson. Iba a ir a uno de los Resorts de Disney. Quise esto desde que era pequeña, y ahora estaba pasando.
Me puse algo cómodo y lindo, unos shorts y una remera simple con mis converse. No buscaba llamar la atención, buscaba poder correr de un juego a otro como si tuviera cinco años. Niall seguramente se asustaría con mi emoción, pero no me importaba.

—¿Lista? —preguntó cuando salí del baño.

—Para esto, estoy lista desde que el espermatozoide fecundó el ovario, querido.

—Eres asquerosa, vamos.

Salimos de la mano, él pensando en la ruta y yo pensando en lo feliz que era en estos momentos y como no quería que este día terminara, a pesar de que apenas estaba empezando.

Lo primero que tenías apenas entrabas era el castillo. Creo que era el de Cenicienta. Estaba cegada ante tanta belleza. Era enorme, tenía pequeñas ventanas de cristal en lugar de vidrio. Justo por arriba de la entrada, podías ver un balcón, de aspecto de antiguo, con cortinas celestes abiertas a los costados. Justo por encima del balcón, se veía un reloj que marcaba las doce en punto. Las torres terminaban en picos del mismo color de las cortinas. Todo eso fue lo que me hizo pensar que el castillo era de Cenicienta. Sobre todo las doce en punto.

Necesitaba una foto ahí con Niall. No sabía cuando volvería a Disney ni cuando volvería a ver a Niall. Así que le entregué mi celular al de seguridad y llevé a Niall hasta la entrada. Lo puse enfrente mío y con una pierna levantada (así como las chicas la levantan cuando besan a su primer amor), lo besé. El de seguridad entendió que era el momento, y la foto quedó preciosa.

—¡Corre! Quiero subir a esa montaña rusa, y esta vez subirás conmigo.

—Brooke, odio las montañas rusas.

—No te pregunté, lo afirmé. Vendrás, quieras o no.

Y lo arrastré a la, gracias a Dios, corta fila. No esperamos más de 10 minutos y nos subimos.

—Si muero como en Destino Final, quiero que sepas que te odio.

—Cállate, yo te amo —lo besé en los labios.

—Ah, ¿sí? Bueno, yo...

La montaña rusa empezó a tomar velocidad y Niall se calló, mirando hacia adelante. Lo había obligado a que nos sentemos en el carril del frente.

—Tus gritos ya me dejaron sordo, pareces una nena.

—Lo soy —le saqué la lengua.— Además, ni que tú te quedaras atrás. En el ascensor te sentaste en posición fetal.

—¡Caía demasiado rápido! Íbamos a morir.

—Es la idea.

—¿Que muramos? ¿Quieres matarme?

Le pegué en la cabeza y él soltó un quejido. Me terminé mi hamburguesa y esperé a que él también lo hiciera. Subimos a los juegos más fuertes antes de almorzar, o íbamos a vomitar. Ahora quería los de terror, o visitar los castillos y esas cosas. Niall me volvía a odiar por mi decisión, pero no me iría sin tener una foto con Aurora.

—Niall, me duelen las piernas, paremos.

—¡No voy a quedarme encerrado en este maldito laberinto lleno de cosas monstruosas!

—Sabes que es gente disfrazada, ¿verdad?

—No lo parece, camina —me empujó por la espalda.

Detrás de las cámaras » n.h «Donde viven las historias. Descúbrelo ahora