¿Dejar entrar o dejar afuera?

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En mi casa me recibió una taza de café caliente, una manta, una mamá muy enojada y una hermanita completamente preocupada. Entré con una leve sonrisa, pero nada calmaría a mi madre esos próximos 20 minutos. Una vez que se tranquilizaron, nos sentamos en el sofá. Mamá a mi derecha y Emily en mi regazo.

Edité un poco la historia. Le dije a mamá que había salido a tomar aire anoche y que me había encontrado a Niall. Que fuimos a tomar un café y se había hecho muy tarde para volver a casa. Que hoy habíamos hecho y comido galletas y que yo le pedí a Niall de volverme sola a pie porque quería disfrutar de la nieve por última vez en el año. Increíblemente, me creyó. Se tragó cada palabra, a mi suerte.

Subí a mi habitación a bañarme, dejando a Emily y mamá abajo, mirando alguna nueva película de Barbie. Mi relación con mi madre había mejorado considerablemente. Ella había empezado a aplicar para trabajos, y aunque no la hayan llamado de ninguno, era un avance importante. Saliendo de la ducha, me metí en mis pijamas para dormir hasta la hora de la cena. Fui a revisar mi teléfono, cuando me di cuenta que mi bolso había quedado en casa de Niall. Mierda. Tenía que recuperarlo cuanto antes.

Entonces, como si hubiera padecido algún tipo de conexión mental, el timbre sonó y escuché que mi madre gritaba “Brooke, ¡es Niall! ¡Baja ya!” Me coloqué mis muy cómodas pantuflas y bajé como el desastre que estaba hecha. Quería que vea lo que había causado, que se sintiera culpable. Pero lo único que logró hacer es sonreír, una sonrisa bastante sincera, a decir verdad.

—Te olvidaste tu bolso en mi casa —se limitó a decir.

Estiré mi mano hasta él, sin acercarme un paso más de lo necesario, y lo tomé.

—Gracias —contesté seca—, ya puedes irte si gustas.

Me di vuelta para subir a mi habitación y retomar mi llanto de esta tarde, pero la voz de mi madre me interrumpió.

—Niall, ¿te gustaría quedarte? La nevada es más fuerte de lo que parece, y esta noche planeaba hacer pasta. Sé que te encanta.

—Mamá —la corté.

—No sé dónde quedó tu amabilidad, Brooke —me contestó— ¿Y? ¿Qué dices?

—Me encantaría, pero creo que Brooke se sentirá incómoda.

Oh, no. No iba a lograr lo que tanto quería. Todavía de espaldas en el tercer escalón que me llevaría arriba, respondí.

—Quédate. De todas formas ibas a hacerlo.

Corrí escaleras arriba, y escuché cómo mi mamá trataba de sacar explicaciones de algún lado, mientras Niall le decía que no se preocupara, que él hablaría conmigo. Y escuché sus pasos rápidos por la escalera justo cuando golpeé mi puerta y le puse pestillo.

—¡Abre!— gritó aporreando la puerta.

—¡Vete!— contesté con otro grito.

Enchufé mi celular a los parlantes y puse aleatorio. Salió una canción fuerte, movida, mientras yo tomaba papeles viejos y los rompía. Así iban cesando los golpes de Niall en la puerta y aumentando los papeles rotos en mi habitación. Pero no todo puede ser color de rosas (o negro, en este caso). Y comenzó a sonar mi debilidad, esa canción que cada vez que la escuchaba me hacía acordar a la cabellera rubia de Niall. Los acordes de Cue The Rain volaban por la habitación. Escuché mi nombre susurrado desde el otro lado de la puerta. La rapidez con la que rompía papeles disminuía, y con ella la fuerza. Pero el verdadero tornado llegó con su voz en el estribillo. Él estaba cantando desde el otro lado de la puerta. Las lágrimas me quemaban las mejillas, me abracé a un almohadón tratando de no desmoronarme del todo. Los gemidos y sollozos salían libremente de mi boca. Encontré un cuaderno y lo revoleé a la puerta para que se calle, pero tuvo el efecto contrario, abriendo su pestillo. 

Detrás de las cámaras » n.h «Donde viven las historias. Descúbrelo ahora