¿Alguna vez odiaste que el error de una persona arrastrara contigo y tus sentimientos?
¿Quisiste dejarla sola con sus problemas?
Después de intentar ser cruel con mi Crush y no responder a su mensaje; decidí dormir, había sido un sábado complicado y estaba cansada. Había optado por apagar la música, necesitaba calma, normalmente la escuchaba demasiado fuerte hasta quedarme dormida.
El silencio era adormecedor, pero un sonido me levantó de mi ensoñación.
Escuché unos susurros de la habitación de mamá. Se convirtieron en gritos, una tos algo fuerte hasta para un fumador,seguida de un silencio abrumador.
Aquellos gritos me causaron un volcán en el estomago. Un miedo profundo que no podía controlar, que estallaba mi pecho amenazando mi corazón. Me levanté demasiado rápido, casi golpeándome con la puerta ya que no estaba del todo despierta.
Corrí directo a la habitación y encontré a mamá tendida en el suelo.
Piensa lo peor, eso fue lo que yo hice.
—Princesa —dijo entre mis brazos, no recordaba cómo había llegado allí tan rápido—. Te amo.
—¿Mamá? —Pregunté sin entender, ¿Qué pasaba con ella?—. ¿Mamá? —Sacudí su cuerpo, una lágrima se me escapó y cayó sobre su frente.
No podía perder a mi mamá así. Ella había intentado...¿Suicidarse?
—Princesa —repitió adormecida. Sus ojos estaban lejos de la cordura... pero no era alcohol, no era nicotina.
Mi mamá había pasado la raya.
Cerca a su cuerpo tendido había un charco de vomito, encontré las pastillas causantes de esto y se las mostré.
—¿Esto? Mamá, ¿Es en serio?
—Princesa...—De nuevo su rostro arrepentido, aquel que vi tantas veces...—Yo...no es lo que crees.
—¡Por Dios, mamá! —chillé. Me limpié las lágrimas queriendo salir corriendo de allí, queriendo abandonar a mamá, pero siempre estaría ligada a ella, siempre.
Mi intención era todo lo contrario a lo que decidí hacer, la arrastre hasta la ducha usando toda mi fuerza y furia contra ella. Si, acepto que no me importaba hacerla golpear contra las paredes mientras la arrastraba; pero era el mínimo castigo a lo que acababa de hacer con su vida.
Empecé a quitarle la ropa, ella me observaba curiosa y con una sonrisa en los labios portándose obediente, la dejé con una camisa y una pantaloneta, siempre le gustaba ponerse pantalonetas para irse a dormir.
Aún bajo el agua fría me miraba con los ojos en el trasero. No podía tan siquiera mostrarle mi enojo. Estaba preocupada y el olor me tenía asqueada.
—Perdón, tomé más de las debidas —intentó explicar con una sonrisa en los labios—. Solo quería...desaparecer un rato.
—¿Droga?
Ella rió en respuesta.
—Sí.
Esa respuesta, tan simple y tan... indiferente hizo que tuviera ganas de, no lo sé, ganas de irme, ganas de escapar. Pero de mi boca salió un sencillo:
—Necesitamos ayuda.
Le limpié el cabello con cuidado e intenté peinarlo. Ella tenía los ojos tan rojos, las mejillas tan tintadas y el maquillaje tan corrido... no es una imagen de tu mamá que quisieras ver.
Y por supuesto una que yo tampoco.
Se notaba de lejos que tenía una fiebre horrible. Yo no podía sola, eso era obvio. Busqué la puerta para salir y pedir ayuda.
—No llames al hospital...—pidió con un hilo de voz. Me detuve en seco frente a la puerta—. Yo puedo hacerlo sola. De verdad estoy bien.
—Pero...
—No nos compliques más las cosas, por favor —pidió dando un largo suspiro—. Estoy bien, me conozco. No volverá a pasar. Lo prometo ¿sí? quédate conmigo.
Decían que el efecto de las drogas no duraba mucho y ella parecía no sufrir sobredosis. Yo no quería saber lo que dirían si la encontraban aquí conmigo en esa condición. Me senté frente a ella analizando sus ojos, su piel, viéndola mojarse y limpiarse, sentada en el piso de la ducha... con una sonrisa. Una sonrisa extraña, de felicidad efímera, tan débil como el cristal. Se veía como una hoja de papel arrugándose mientras le recorría el agua. Mi mamá no era feliz, y yo tampoco. Sin embargo era lo que más amaba en el planeta, de lejos.
Amaba a mi mamá alcohólica, adicta la nicotina y... drogadicta.
Cuando logré dejarla en la cama, recogí su cabello con cuidado mirando su rostro, ella seguía sonriendo al techo perdida. Me tragué el odio que tenía y le di un suave beso en la frente.
Ella no lo recordaría mañana. Esperaba que yo tampoco.
Estuve con ella un rato, ¿minutos? ¿horas? no lo sé. Pero me quedé hasta que estuve segura de que iba a estar bien. Tenía un revoltijo en el pecho, entre odio y tristeza. Entre ganas de escapar lejos y ganas de meterme en un hueco y no salir.
Tomé mi celular, necesitaba hablar con alguien, no siempre podía guardarme mis sentimientos para mí misma, pero solo tenía a Val y... a mi Crush. No sé por qué demonios decidí marcar al contacto Crush, tenía a Val...con el que tenía más confianza.
Pero es que... él ya conocía a mamá. Me conocía a mí y no quería que se alejara de mí si sabía ese tipo de...cosas que no debían contarse.
Tal vez no debía llamar a nadie, tragar dolor después de todo no me iba a matar.
Iba a colgar pero una voz adormilada me respondió del otro lado.
5mentarios.
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El diario de una husmeadora ©
Novela Juvenil¿Qué ocurre cuando espías a tu crush por la ventana de su habitación? Ay, no te lo puedes ni imaginar.