Prólogo

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PRÓLOGO

......

Siempre me he sentido en total libertad cuando salgo a cabalgar, mi cabello se balancea a la potestad del viento, sentir los rayos del sol colisionar con mi piel, siento que es el único lugar en el que puedo ser yo, así que conforme me voy acercando a la imponente reja de entrada al castillo siento como mi libertad se esfuma y vuelvo a ser prisionero, no me mal interpreten, amo a mis padres y este gran lugar rodeado por una imponente muralla.

Pero, dentro de dos días me convertiré en el Rey de Tasmorra y la presión que siento en estos momentos es sofocante. Cuando llego a las caballerizas bajo del caballo y lo cedo a uno de los mozos para que se encargue de el. 

Mientras voy caminando siento como mis músculos se tensan y todo el estrés que había dejado atrás vuelve a apoderarse de mi cuerpo, y no ayuda para nada el ver a mi madre plantada en el inicio de las escaleras mirándome con desaprobación. 

— ¿Dónde estabas? —Inquiere caminando hacía mi con las manos en puños a los costados, y el ceño fruncido—. 

— Fui a recorrer un poco las tierras para ver que todo estuviera en orden. 

— Esa es una tarea en la que no debes de inmiscuirte, tu deber es estar haciendo tus deberes reales. 

Aquí vamos de nuevo. Desde que tengo memoria mis deberes siempre han sido todos los relacionados a la realeza, o siendo más especifico en ser el heredero a la corona. 

Me he leído libros llenos de modales que debo de aprender, de historias de los que han ocupado el trono real, aprendiéndome nombres de personas que no conozco, entre otras cosas más. 

Creo que estoy lo bastante capacitado ya para adquirir el trono, pero cuando creo que ya lo he aprendido todo la Reina viene y me hace leer más libros, parlamentos y me menciona más nombres de personas que debo de memorizar. 

— Un Rey debe de conocer su territorio. —Argumento—.

— Tan fácil como ver un mapa —Mi madre comienza a caminar otra vez en dirección a las escaleras, no necesita decir nada para que yo la siga— cuando tu padre hacia su labor como Rey no se preocupaba por esas sandeces y cuidaba su reino desde aquí, tu coronación es dentro de dos días y hay muchas cosas que preparar. 

— No necesita recordármelo cada minuto Madre, tengo muy presente que voy a ser Rey en menos de cuarenta y ocho horas. 

— Por eso mismo necesitas estar aquí y ver que todo va perfecto para tu gran día. 

Mi madre es el ser más perfeccionista que puede existir en la tierra, creo que eso lo he heredado de ella, todo tiene que estar en su lugar y perfectamente planeado, nada se debe de salir de su lugar. 

Avanzamos  a través del del largo pasillo y no nos detenemos hasta que llegamos a la puerta del fondo, donde nada más atravesar el umbral veo a muchas personas correr de un lado a otro. 

— Príncipe —me llama uno de los hombres deteniéndose frente a mi— que bueno que llega, necesitamos que se mida el traje que hemos elaborado para su gran día. 

— Perfecto, vamos a ello...

Camino tras el hombre y me dejo hacer por todas estas personas que cortan tela, dejan de lado ropa que a ellos no les parece pero, que a mi se me hacían excelentes para poder estar en una coronación. 

Cuando salgo de esa habitación las luz del día ya se ha ido hace horas, camino hacía las escaleras y sigo subiendo hasta que llego a mi habitación, a pesar de que he echo muy pocas cosas en el día me siento demasiado agobiado, así que voy directo a ponerme mi ropa de dormir y luego a echarme en la cama. 

Cierro los ojos pensando en el largo día que me espera mañana y el día de mi coronación. 

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---El día de la coronación.---

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Este día a sido un no parar desde prácticamente las seis de la mañana, mi madre ha mandado despertarme para que supervisara todo y mirara que no faltara nada, me han medido el traje una vez más y han dicho que van a hacerle unos cambios de última hora. 

Tenemos gente que se encarga de eso, no se porque necesita que yo esté tras todos esos preparativos, yo debería estar en estos momentos en mi cama o tomando un refrescante baño, pero bueno, traten de eliminarle esas ideas locas a la reina, eso es imposible de hacer. 

Lo peor es que, todas las actividades que traten sobre permanecer en el castillo ella encantada de que las haga, pero, si se trata de poner un pie fuera del reino ella se vuelve paranoica y me comienza a dar sus sermones. Aunque la comprendo, lo que le pasó a mi padre fue una total desgracia y a todos nos afectó.

Sacudo mi cabeza tratando de alejar esos pensamientos de mi cabeza y me centro en lo que estoy haciendo. Necesito salir de aquí o voy a enloquecer, troto hasta llegar a las caballerizas, a lo largo de mi carrerilla hasta acá revise que nadie estuviera observándome, estoy por entrar al establo cuando veo a uno de los costados varios caballos ya preparados para montar, no lo pienso mucho, tomo uno de ellos, ajusto la silla de montar, subo y salgo de ahí trotando a toda prisa.

En cuestión de minutos ya estoy lo bastante lejos del castillo, me detengo y bajo del caballo, mi corazón late a prisa, siento la adrenalina recorrer mi cuerpo. Al fin puedo estar en un lugar libre de estrés.

— ¿Hola? —Me giro, en cuanto escucho esa voz llamarme, veo que se trata de una mujer que nunca había visto, es alta, aunque, a mi lado parece un poco más baja, trae un vestido negro y su cabello blanco atado en una coleta, los rasgos del rostro son finos y delicados— ¿Hola?

Parpadeo varias veces tratando de salir del trance al que acabo de entrar.

—  ¿Puedo ayudarle en algo?

— Si, tuve un percance con mi carreta a unos metros de aquí, he caminado para llegar al pueblo, pero no se exactamente donde está ¿puede ayudarme?

— Pero claro.

Sonríe

— Es por aquí —me señala la vereda por la que supongo llegó hasta mi—.

— Podemos montarnos ambos en el caballo y llegar antes. —Ofrezco—.

— No, estamos cerca, no es necesario el caballo.

No le discuto y ambos nos vamos andando mientras llevo al caballo sujeto con la cuerda. Al ir avanzando voy vislumbrando una carreta que evidentemente parece estar en mal estado.

Avanzo un poco más rápido dejando a la mujer unos pasos detrás de mi, ya que, quiero saber que es lo que le ha sucedido a la carreta y si yo puedo ayudarle.

— ¿Y viajaba usted sola señorita? —Inquiero una vez que estamos cerca de la carreta—.

Ella no contesta por unos segundos y cuando me giro para saber el porque de su silencio y lo que veo me deja perplejo, ella sostiene un arco de madera con una flecha apuntando hacia mi.

Voy a decir algo pero, justo cuando voy a comenzar a articular palabra alguien me golpea por detrás con algo lo suficientemente fuerte para dejarme inconsciente.

Mi aventura a tu lado (ACTUALIZACIONES LENTAS)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora