Capitulo 2. La zona idílica

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CAPÍTULO 2
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El sol ha comenzado a esconderse y no hay señas de Guillermo y David, estoy planteando seriamente el marcharme a un lugar donde ya no vea a esos bichos raros, desde que Guillermo me dejó solo el ave enorme y yo estamos tras una roca esperando, creo que es un buen escondite, no quiero que maten al ave, me daría un  poco de pena por el.

Los que si me gustaría que se comieran esas bestias sería a mis compañeros de tribu por dejarme aquí votado, se supone que haríamos nuestra casita y buscaríamos la manera de conseguir el dinero para regresar a nuestras casas, donde quiera que sea la mía. 

Bueno... si sigo escondido más tiempo no lograre hacer nada de eso, decidido a que debo de salir de esto por mi cuenta, me pongo de pie y tomo al ave para iniciar mi camino. 

— Que equipo me he buscado —comienzo a decir mientras camino de regreso hacia el sitio donde nos han mantenido prisioneros durante no se cuanto tiempo.— Se nos ha echo de noche y solo por estar esperando a David.

No recuerdo exactamente por donde es que venía pero, debe ser cerca, así que no me considero perdido... Aún. 

Caminar descalzo por un prado con pequeñas rocas puntiagudas y andar desnudo con ramas de arboles arañándote continuamente no es una muy buena idea. Siento que cada paso que doy las plantas de los pies se me agrietan y abren, es una tortura horrible. 

— ¡Hey! —Exclama alguien que se aproxima hacia donde estoy —.

— ¿Guillermo? 

Inquiero caminando un poco más rápido para llegar hasta él. 

— He encontrado a David —avisa y voltea hacia atrás— podemos marcharnos. 

Doy un suspiro, no se si de alivio o de "da igual, hemos desperdiciado el día ya."

— Andando —ordena cuando llega a nosotros— debemos de darnos prisa o vamos a dormir con estos bichejos y yo paso. 

Tomo al ave en mis manos y comienzo a caminar tras los dos desperdiciadores de tiempo. 

— ¡Joder! me duelen los pies —se queja Guillermo echándose en el suelo— además no veo nada. 

— Yo tengo hambre, mucha. Hay que comernos el guajolote.  —propone David acercándose a mi y a David el ave—

— No es para comer, es para mascota —le recuerdo— come bayas. 

Tomo un racimo de bayas del arbusto más cercano y se las doy.

— Tarde o temprano nos comeremos a la gallina gigante —dice mientras se echa a la boca una de las bayas— está un poco amarga, creo que aún no maduraban completamente. 

 — ¿Nos vamos a quedar aquí? —Inquiero pasando por alto el comentario de mi hambriento compañero—. 

— Yo creo que... —comienza decir David más no termina de hablar porque se cae inconsciente al suelo—

— Pero... ¿¡Qué rayos!?

Exclamamos ambos a la vez mientras miramos estupefactos a nuestro compañero tirado en el piso. 

— ¿Qué ha pasado? —Inquiero acercándome a su cuerpo—

— No lo se, ¿Le habrá mordido algún bicho?

Entre los dos buscamos a los alrededores, pero no encontramos nada, o dicho de otra manera, está tan oscuro que no nos podemos ver ni la punta de los dedos de las manos. 

Mi aventura a tu lado (ACTUALIZACIONES LENTAS)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora