Un Gran Oso de Navidad

CAPITULO CUARTO

MATÍAS

Matías se despertó a las 8:32 AM. Aunque era un poco temprano para que un adolescente se levantara en tiempo de vacaciones escolares, Matías tenia un plan y una meta que cumplir en aquella habitación pequeña que pertenecía a Piero, su hermano pequeño.

Tras varios pellizcos, haladas de orejas, y amenazas de castigos que su mama le había hecho múltiples veces, Matías había desistido de seguir burlándose de su hermano y de los pañales que seguía usando todas las noches. Piero y su madre habían decidido no prestar mucha importancia al hecho de que Piero seguía mojando la cama a sus 10 años de edad. Un día tras otro, Matías veía como Piero seguía durmiendo en el cuarto de sus papas... o de su mama, ya que su padre no se encontraba con ellos en este mundo.

¿Podrían ser celos lo que Matías sentía al ver a su mama abrazada con Piero? Matías estaba cansado de ver los muchos cariños y mimos que ella le daba a Piero por las mañanas, la forma en como ella acercaba sus cuerpos al ver una película en las tardes lluviosas, o incluso sostener la mano de su pequeño cada vez que visitan el parque temático estatal.

Podrían ser celos, pero Matías ya tenía 14 años, amigos maduros y una vida por delante. Matías no dejaría que sus "celos infantiles" afectasen su vida y felicidad.

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Después de tomar cereal con leche descremada, Matías se cercioro que realmente no hubiese nadie en casa antes de entrar a la habitación de Piero. Su madre y su pequeño hermano habían ido a una visita rutinaria de control con el urólogo. Los exámenes físicos que tendrían que hacerle a Piero tomarían alrededor de unas 2 o 3 horas, tiempo suficiente para que Matías saciara su curiosidad.
Desde hace varios meses tras pasar Navidad con sus abuelos maternos en otro pueblo, la relación entre Matías y Piero había mejorado y ellos se habían convertido en buenos hermanos. Muchas veces era Matías quien acompañaba a Piero durante las muchas pesadillas que lo atormentaban por las noches, y muchas veces había sido Matías quien cambiaba los pañales llenos de pipi que su hermanito dejaba al tratar de pelear con sus monstruos nocturnos.

Muchas veces Matías veía a su hermano desnudo con tan solo un pañal puesto. Muchas veces Matías había sentido el suave material de aquella prenda nocturna al jugar a las peleas con él o al ayudarlo a quitarse sus pañales antes de entrar a la ducha compartida. Suave, cálido, cómodo. Así era como Matías describía el interior de los pañales de su hermanito.

Claramente Matías no necesitaba pañales. Él había sido entrenado para dejarlos cuando cumplió 2 años y medio. Matías era un chico grande, y no era ningún bebe.

"¿Entonces por qué quiero usar pañales tan desesperadamente?" Se preguntó Matías mientras sus dedos hurgaban el closet de su hermano en búsqueda de sus pañales. Con sus manos tomo un pañal color azul marino. Matías estaba determinado a hacerlo, a ponerse un pañal por algunas horas, sentir lo mismo que Piero sentía cada noche y lo mismo que sentía algunos días cuando no se cambiaba los Domingos por la mañana.

Matías no pudo aguantar más las ganas y en ese mismo instante bajo sus jeans negros y su ropa interior color gris hasta sus talones. Mirando a diestra y siniestra y cerrando la puerta del cuarto de su hermano por si algún intruso entraba a ver qué era lo que sucedía en aquella habitación, Matías se preparó y coloco aquel pañal sobre la cama de Piero en un estante.

Matías estaba listo y preparado. Ese sería el día el cual el calmaría su curiosidad.

Sin saber porque,Matías decidió tumbar aquel oso gigante que adornaba la cama de su hermano bocaabajo para poder concentrarse en su tarea. Ya de por si le parecía raro aMatías que un peluche le mirase fijamente al ponerse un pañal de bebe en elcuarto de su hermano pequeño. El sonido del velcro al rasgarse inundo aquellahabitación. Matías suspiro y cerro sus ojos antes de dejarse caer sobre aquellaprenda de algodón recostada sobre la cama de su hermano.