Capitulo 4.

2 0 0
                                    

La opinión de mi madre siempre la valoré sobre todas mis decisiones, ella
siempre ha sido la monarca de la familia, siempre ha sido mi mejor amiga,
siempre ha ocupado el lugar de mi padre... pero me preocupaba el hecho de
saber cómo reaccionará frente a ello, ¡podía haber muerto! Entonces, entró ella
interrumpiendo mi conversación con Lía, alzando la voz y diciéndome que
llamaría a la policía, que no me volviera a acercar a Alejandra. Me dolían sus
palabras, pero fue la mejor decisión que tomé.
Destrozada, me dejé dormir debido al agotamiento, hasta que el ruido de una
sirena de patrulla civil resonaba por toda mi cabeza. No podía creer que la policía
haya venido a dar con mi caso. Culpa de mi madre. Estaba perdida. Si alguien se
enteraba de lo que me había pasado, en la universidad me acosarían a preguntas
sobre ello, y sabía que le arruinaría la vida. Estaba perdida, sobre todo, si a la
loca de mi ex, se le ocurría volver a por mí, pero esta vez, con malas intensiones,
no me imaginaba a que extremo sería capaz de llegar.
Justamente esa tarde vino el doctor a darme el alta y la receta de medicamentos
que a partir de ese día tuve que comenzar a tomar. Y ahí estaba ella, esposada, mi
madre junto a Lía con cara desafiante, la guardia civil hablando con ellas, y
desde el otro lado de la puerta transparente de cristal de la recepción estaba yo,
estupefacta por la situación, intentando imaginarme una nueva vida sin ella.
Veo desde afuera a mi madre señalándome. Estaban hablando de mí. En lo
despacio que me aproximaba, se me acercaba con rapidez uno de los civiles con
un traje negro y verde oscuro, con intensiones de ayudarme bastante buenas.
Como era de suponer, me pidieron los datos, me llevaron a comisaría y me
dirigieron hacia una oficina. El señor mayor con barba y pinta de ser de la quinta
edad tenía que ser el siguiente en hacerme otro cuestionario de preguntas. Que
mala experiencia pasé. Estaba incomoda allí, no hacía otra cosa que tocarme el
pelo y tartamudear. Al principio pensé que estaba haciendo mal, nunca quize
delatarla, sobre todo porque tenía que dejarla como la mala del cuento, pero sabía
que estaba haciendo bien, de echo, no era la primera ves que me levantaba la
mano, pero aquella ves, no me alzó la mano, me golpeó con un vate de beisbol y
podría haberme matado ya que por eso me había quedado en coma. Al recordar
todo eso mediante me hacía las preguntas, la ira iba apoderándose de mi
paciencia, de esa buena parte que tenía en mi interior. Sin rencores, sabía que
algún día las pagaría, pero merecía librarme de su daño.
Al salir de comisaría, me citaron para otro día, donde, de nuevo, tendría que
volver a contar todo de nuevo. Coji el coche para regresar a la casa de mis padres. Como amo conducir con la música a tope. En ese momento era lo que necesitaba, música a tope para dejar de lado esa preocupación que tenía por lo que estaba sucediendo. Sonaba por los altavoces del coche Desierto, de Babi.
Necesitaba escuchar su dulce voz, su voz fina, clara... Hasta que llegué a casa.
Mi madre me observaba desde el balcón, y como era habitual, bajaba a servirme
algo de comer en lo que entraba.
Anhelaba los platos de mamá, ese sabor que tenía, siempre supe que nunca me
quedarían tan bien como ella, me contaba su día mientras fregaba algo que había
en el fregadero, hasta que me dejó sola porque debía ir a bañarse.
Una ves terminado de cenar, me levanté de la mesa para llevar mi plato al
lavavajillas que le había regalado por reyes a mi madre que aveces suele usar,
solo cuando había cena familiar, nunca entendí porque. Cuando volteé para
recojer mis cosas de la silla y marcharme a mi habitación, había resbalado por
debajo de la puerta principal una carta, entonces la recojí y me asomé a ver si
había de casualidad alguien fuera, pero no se encontraba nadie. Recojí mis cosas
y me dirijí a mi habitación, me tumbé en la cama y abrí con ansias la carta pero
su contenido no fue nada agradable, la carta provenía de ella... Mierda, no podía
estar sucediendo, la carta contenía amenazas y advertencias, estaba en peligro y
sabía que en algún momento me iba a venir a hacer algo, pero decidí no decirle
nada a nadie, la guardé en un cajón de la mesa de noche e ignoré lo que decía.
Después de haberme puesto el pijama, acomodarme en la cama y despedirme de
mi madre, me encontraba en plena oscuridad, solo, con la luz de la luna
reflejando la sombra de mi cama, millones de preguntas sin respuestas inundaban
mi cabeza, y como no, no podía dormir, así que tomé mis auriculares, y salí a
caminar por la avenida más cerca de mi casa.
Que preciosa era la noche, tan tranquila, tan iluminada, las vistas, las luces de los
coches pasando por la gran autopista, los grillos sonando en un mismo compás,
me encontraba en un limbo de relajación, solo mis pensamientos podrían sacarme
de allí, pero tampoco les presté atención, mi mente bailaba al ritmo de las
canciones de Khalid.
No había nadie por la avenida, eso me tranquilizó más la situación debido a que
me encontraría sola y no tendría problemas con ningún extraño. Me acerqué al
parque más cercano, y resultó ser el mismo parque donde había conocido hace 6
años atrás a Alexandra. Me dirigí con intensiones de recordar la infancia hacia
uno de los columpios que habían y me arrullé un rato, a lo lejos vi alguien
paseando, al principio no le di importancia, no debía temer nada ya que esa
persona también querría salir como hice yo, así que ignoré la silueta.

Un Amor Lésbico ComplicadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora