Capítulo 12: Draco

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La cabaña seguía vacía cuando Harry y Raif regresaron. Ambos suspiraron de alivio; aunque Raif había dejado una nota, ninguno de los dos había tenido especial interés en enfrentarse a Lucius si éste regresaba antes que ellos.

El alivio de Harry, sin embargo, se vio atenuado por la preocupación. A pesar de su enfado por lo que había hecho Lucius, Harry echaba de menos al hombre más de lo que le importaba admitir. Lucius llevaba ya dos días completos y una noche, y cada hora que pasaba aumentaba el temor de Harry de que algo hubiera ido mal. Incluso su apetito, normalmente voraz, había disminuido y Raif lo miraba con evidente preocupación, mientras Harry le daba vueltas a la cena en el plato.

Habían comido en la cocina. Una vez que Tildy hubo retirado los platos, ambos permanecieron sentados a la mesa. Harry empezó a morderse las uñas. Un gran reloj en la pared de la cocina marcaba los minutos, y el ruido del tic-tac era tan fuerte para Harry, que lo único que quería hacer era arrancar el reloj de la pared y tirarlo por la ventana. Raif debió de compartir el sentimiento porque de repente señaló con la mano el reloj y el tic-tac cesó, la aguja siguió contando el tiempo, pero ahora lo hacía en silencio.

-Gracias-, murmuró Harry.

-De nada-.

Harry dejó caer la cabeza sobre la mesa y comenzó a golpearla contra la superficie de madera.

-Basta ya-.

Bang, bang, bang.

-He dicho que pares, Harry. No debes preocuparte tanto; Lucius estará bien-.

-¿Estará bien? Entonces, ¿por qué estás tan preocupado?- Harry soltó un chasquido, su miedo le hizo arremeter contra la única persona disponible.

-De acuerdo, admito que estoy un poco... preocupado, pero Lucius es muy capaz de cuidarse solo-.

Hubo un abrupto "pop" desde el salón. Ambos se levantaron de un salto y entraron en la otra habitación. Lucius estaba de pie junto a la chimenea, y a su lado estaba Draco.

Cualquier recriminación que Harry pudiera haber expresado murió en sus labios. Draco tenía un aspecto... espantoso. No había otra palabra para describirlo. Su piel tenía una palidez espantosa; sombras oscuras se escondían bajo sus ojos, que estaban apagados y sin vida. Siempre delgado, Draco parecía ahora casi demacrado, con la piel estirada con fina fragilidad sobre los huesos. Se tambaleó ligeramente y Lucius tiró de él para abrazarlo. Harry vio que las lágrimas empezaban a correr por el rostro de Draco, y se apartó y se arrastró silenciosamente hacia la cocina. Fuera lo que fuera lo que Draco necesitara en ese momento, no era su peor enemigo el que lo presenciara llorando.

Parecía que había pasado mucho tiempo cuando la puerta de la cocina finalmente se abrió. Harry levantó la vista de su lugar en la mesa, esperando ver a Lucius o a Raif, pero fue Draco quien entró. Se acercó a Harry, que se levantó cuando Draco se acercó a él.

-Gracias-. La voz apenas superaba un susurro. -Por liberar a mi padre. No sé qué....- Se le quebró la voz y empezó a llorar de nuevo. Sin pensarlo, Harry tiró de Draco en un abrazo, sintiendo los delgados hombros del otro chico temblar dentro de sus brazos envolventes. Draco no intentó apartarse; en todo caso, se acomodó más a Harry. El sonido de sus sollozos hizo que los ojos de Harry se llenaran de lágrimas y los dos se aferraron el uno al otro, reconfortándose mutuamente.

Al cabo de un rato, Draco se recompuso y se separó de los brazos de Harry. Sacó un pañuelo mugriento del bolsillo y, tras hacer una mueca de desagrado, se limpió los ojos y la nariz con él. Harry se limpió los restos de sus propias lágrimas con la manga de su jersey. Se miraron un momento, y luego Draco dijo: -¿Qué pasa, Potter, perdón, Harry? ¿Por qué estás aquí?-.

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