CAPÍTULO 1 (parte 1)

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Y así fue como pasó

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Y así fue como pasó. En el momento en el que escuché mi condena fue la primera vez en toda mi vida en la que sentí cómo el miedo me recorría. Era mi hogar. Mi casa. Todo lo que conocía. Y me lo arrebataron. Nadie habló, me dieron la espalda todos y cada uno de los ángeles que días antes me habían idolatrado y felicitado. No merecen mi compasión después de lo que hicieron. Justo después del juicio me llevaron a una sala con una cristalera y me ataron las manos con cadenas que me levantaban e inmovilizaban los brazos. Allí fue donde me arrancaron mis alas. Las personas más importantes del cielo observaban cómo me mutilaban sin ni siquiera tener un ápice de compasión por mí, que suplicaba la muerte ante tal grado de dolor. Se justificaban repitiendo que el dolor era necesario para purgar mis pecados. Y en el centro de mi agonía estaba ella. Observando cómo gritaba, lloraba, agonizaba y me desmayaba. Si no hubiera sido por lo que Gabrielle declaró en el juicio creo que por mi reputación igual me hubieran descendido a soldado raso o a algún trabajo menor, pero podría haber ascendido si me hubiera esforzado lo suficiente. Ahora jamás tendré esa oportunidad. Todos ellos me dieron la espalda cuando yo les ayudé a todos y dediqué mi vida a la obra de Dios. Pero ahora todo eso pasó. De nada sirve que me aferre a algo que no va a volver. Después de mutilarme como si fuera un cerdo en un matadero me abandonaron en un bosque del reino del hombre. Después de días sin comer, casi sin poder sostenerme y sin saber cómo salir de allí encontré una carretera y me desplomé allí mismo.

Eso pasó hace dos días según lo que me ha contado el camionero que me recogió. Dice que me encontró en la orilla de una carretera y que decidió acogerme. Me cuenta que no hay ningún hospital por la zona porque estamos en medio de la nada, pero que nos encontramos en Londres, la capital de Inglaterra. Él ha tenido que salir a llevar un encargo a algún lugar que no me dijo pero que me llevará hasta su cabaña, para que pueda recuperarme. También me dijo que podía quedarme en su casa hasta que encontrase un lugar donde hospedarme. La verdad es que no sé si fiarme de él ¿quién es su sano juicio ofrece hospedaje a una desconocida? Kyros, que así se llama, es un hombre alto, de pelo oscuro y barba blanca, de ojos verdes como la hierba y, diría que de unos cincuenta años humanos aproximadamente. Me preguntó de dónde venía y qué era lo que hacía por estos lugares yo sola, le dije que me había desorientado, que era huérfana (por así decirlo sí) y que no sabía a dónde ir. A todo esto, el solo me contestó que antes de ir a su cabaña tendríamos que parar en el bar que llevan desde hace años él y su mujer Lyris, después no se molestó en hacer más preguntas y yo tampoco estaba por la labor de responderle a nada. Me contó también que tienen un hijo más o menos de mi edad al que seguramente le caeré muy bien, dijo que se llama Kayril. Seguro que lo que me hace falta ahora es hacer amigos... No tengo ganas de conocer a nadie. Me dijo que ya había avisado a su esposa de lo ocurrido y que no puso ningún impedimento porque me quedara unos días, es más, me dijo que estaba deseando conocerme. Mientras hablaba yo solo pensaba que esa familia era rara de narices, una familia normal ni se hubiera molestado en recogerme de la carretera y si lo hubiera hecho, hubieran llamado a la policía para poder encontrarme un lugar donde quedarme o para devolverme al lugar de donde vengo, pero ellos querían acogerme. No sé qué habrá visto Kyros en mí para querer hacerlo, pero la verdad es que no tengo ganas de conocer a nadie más, mi vida es un asco, la gente del cielo hizo de mi preciosa vida un infierno. Pues que les den. A pesar de no querer conocer a nadie supongo que no pasa nada por aprovecharme de su hospitalidad ya que no tengo casa, ni comida, ni dinero. Durante todo el trayecto, Kyros ha intentado sacar más información, pero yo no estoy de humor cómo para aguantar un tercer grado (otro más, al final se van a hacer costumbre). Cuando ha visto que no va a conseguir que yo diga más de tres palabras seguidas, se ha dado por vencido. Ahora me hallo en este asiento de cuero negro escuchando música en la radio del camión de Kyros mientras miro por la ventana y pienso. Necesito tiempo para organizar mi venganza; esperaré al momento idóneo para llevarla a cabo. Mi plan inicial es tratar de encontrar a los demás caídos y a los demonios infiltrados en la Tierra, son realmente escurridizos y no digo que vaya a ser coser y cantar, pero nunca he dudado de mis capacidades para lograr cosas imposibles. Después de una hora de viaje, mientras yo estoy absorta en mis pensamientos, Kyros me pega una palmada en la espalda y me dice:

AMARE ET SACRIFICIUMDonde viven las historias. Descúbrelo ahora