Parte 4

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Tomó asiento en el futón blanco y divagó, sus pensamientos iban y venían al rededor de todo lo que estaba pasando.
Con determinación sintió que haber saltado el pozo dos noches atrás era lo más indicado, y aún así en esos momentos quería sobreponerse a su mente y pensar que no había sido lo correcto.
No estaba segura acerca de lo que debía hacer ahora, sólo quería recostarse y quedarse ahí hasta Buda sabe cuándo.
Agradecía que al menos alguien más estaba igual de solo que ella, aunque no entendía por qué la diferencia de personalidad, una muy grande de parte de Sesshomaru. No recordaba ni siquiera haber tenido una conversación tan larga con él sin recibir un bufido de su parte o aquella mirada de indiferencia que tanto lo caracterizaba. No debía negar que aquella mirada comenzó a gustarle tiempo atrás, era divertido observar a las singulares personas a quiénes se las obsequiaba, y es que, siendo el youkai más poderoso, entendía su frialdad dada también su situación familiar.

Una sonrisa se asomó en sus labios en cuanto tomó la ropa que él le había traído horas atrás, junto con un poco de comida que intuía venía de la aldea. Aunque sus pantalones y blusa eran más cómodos, aceptó con gusto el kosode rojo con una mobakama beige.

—Sesshomaru —soltó sentada en la puerta, esperando un sonido de regreso, después de minutos el mencionado contestó con un leve "mmh"—. ¿Estás dormido?

—Dado que te pude responder, no lo estoy.

—No puedo tomar un "mmh" como una respuesta de alguien despierto.

La chica abrió la puerta asomándose, él estaba recostado sobre una columna de madera observando hacia precisamente donde ella estaba, se ruborizó por unos segundos y volvió a cerrar la puerta.

— ¿No puedes dormir, miko? —negó como si el youkai pudiese verla—. Si lo que te incomoda es que yo esté aquí, puedo retirarme.

—No, para nada, es sólo que hace un poco de frío —Sesshomaru soltó una risa—. Tú no lo sientes porque ya eres frío.

Comentó abriendo otra vez la puerta.

—No puedo hacer nada respecto a eso, tendrás que acoplarte.

—Gracias —murmuró a sabiendas que el gran youkai podía escucharla, durante un minuto estuvo en silencio esperando una respuesta, una pregunta o incluso una represalia, entonces continuó—. Por dejarme quedar aquí... Sé que no iniciamos bien tanto en el pasado como hace dos días, pero agradezco en verdad que me hayas acogido en tu... Casa.

Otra vez esperó una respuesta, algo dentro de sí le hizo creer que ya no estaba, abrió la puerta sólo para encontrarse al hombre justo frente a ella, este desvió la mirada y regreso lentamente a su lugar de descanso.

—De nada... Siento, algo de... —no supo continuar, la chica lo observaba con intriga, quería saber cómo terminaría esa frase, y de nuevo, no hubo una respuesta.

Entró al lugar y se recostó en el futón, le agradaba ese nuevo Sesshomaru, aunque le extrañaba la manera nueva con la que le trataba, pero le agradaba. Él le agradaba.

No supo hasta qué hora la escuchó dormitar, moverse de un lado para otro en la habitación y murmurar unas cuantas cosas que hasta para él siendo youkai fueron difíciles de comprender.
No entendía del todo por qué estaba siendo amable con ella, tenía la idea que era porque estaba sola también, como él más que nada porque tenía aún la incógnita en su subconsciente sobre lo mucho que le confortaba su presencia.
Se mintió a sí mismo una vez más que la razón era ser una miko, como las abejas a la miel, un youkai a una fuerza tan poderosa como la miko, quería poseerla.

Comenzaba a amanecer y no había podido pegar un ojo en toda la noche, hasta que la vio salir por las puertas y bajar las escaleras.

—Buenos días —dijo sin siquiera ponerle mucha atención, Sesshomaru se puso de pie enseguida y la siguió con la mirada, se tambaleaba. Volvió luego de unos minutos—. Se me ha olvidado algo.

Salió enseguida con un bulto en las manos y volvió a bajar las escaleras con rapidez para perderse en el bosque.
Ahora que lo pensaba era una mujer con mucha torpeza, en parte adorable y en la otra... No había otra, era linda.

Un asalto a sus pies lo hizo seguir el rastro de la chica, la logró divisar sentada con los pies en el agua del río, se movía con suavidad de un lado a otro bailando una extraña melodía que sólo ella escuchaba.

— ¿Te diviertes? —no le dedicó ni una mirada sólo siguió inmersa en sus pensamientos.

—Hace algunos años que no disfrutaba de tan hermosa vista —comentó entre suspiros—. Realmente me gusta estar aquí.

—Quédate entonces —una brisa fresca los abrazó, y comprendió que era demasiado y tan rápido lo que estaba sintiendo, pero le recordaba tanto a Rin, frágil y adorable, que no sabía el rumbo que tomaría si seguía dejarla acercarse a él, aunque fuera lo que más deseara, a alguien que lo conociera de verdad.

— ¿Y quedarme contigo? —se sentó junto a ella con las piernas y brazos cruzados—. No sabes el problema que eso implica.

—Puedes decirme qué problema.

No sabía exactamente qué problema había, pero le gustaba de alguna manera la idea de que él estuviera cerca, algo en su presencia le hacía tener emociones que no tenía mucho tiempo atrás.

El amor hace lo que quiere.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora