Parte 11

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Una ola de desesperación lo azotó e hizo lo que prometió no hacer años atrás. Su forma cambió a una esfera de luz y viajó a través de Japón hasta la cafetería donde se encontraba Kagome. Entró por la puerta trasera y su corazón se achicó en cuanto la vio hecha ovillo en un sofá, un sinfín de cosas pasaron por su cabeza, la bestia en su interior se contuvo en cuanto los ojos de la azabache se posaron en él.

Se acercó y la atrajo hasta sus brazos y apretó levemente, inspirando que todo estaría bien.

—Te acaban de llamar hace dos minutos —Sesshomaru rio sobre su cabeza—. Creerán cosas.

Y es precisamente lo que en esos momentos no le importaba, deseaba conocer la razón del porqué la chica estaba ahí sentada con los ojos hinchados por llorar, temblando y la piel tan apagada de su vibrante felicidad.

—Les agradezco mucho —sonrió cargando a la joven entre brazos de forma nupcial, la tomó por sorpresa el gesto y pasó sus manos a entrelazarse detrás de su nuca—. Todas tendrán un aumento.

—Lo digo por todas Sesshomaru sama, que nos alegra el aumento, pero, más vale que descuente al hombre que le hizo esto a la señorita Kagome.

Una aparente furia hizo que su rostro se desfigurara con el entrecejo fruncido, volteó a ver a la chica quien bajó la mirada un poco apenada por la situación, el hombre sólo asintió escondiendo su furia y caminó fuera del lugar por la puerta trasera. Una luz lo volvió a inundar y apareció dentro de su casa con una Kagome en sus brazos temblando.

—Por favor dime que no fue Ho —murmuró dejándola en el suelo, volvió a desviar la mirada como si la vergüenza fuera completamente suya—. Lo voy a hacer trizas.

—No, por favor —gritó tomando su mano—. Lo menos que quiero es que exista una pelea.

— ¿Después de lo que te hizo pretendas que lo olvide? —ella asintió—. ¿Qué hizo? Tal vez pueda ser la justicia y saber si merece unos cuantos puñetazos.

Kagome rio muy bajo y se acercó a abrazarlo.

—Lo único que necesito ahorita es que te quedes conmigo —su mirada de auxilio lo hizo regresar en sí, se acercó a abrazarla una vez más y entonces su dulce aroma entró por sus fosas nasales, colocó su mejilla sobre la cabeza de Kagome y supo una vez más que la decisión era la mejor de todas en su larga vida.

— ¿Tienes hambre? —sabía que no, las chicas ya le habían ofrecido té y galletas; ella negó y se separó.

—Estoy en tu casa —confirmó mirando a su alrededor, era pequeña, acogedora y cálida, le gustaba—. Y es muy bonita.

—Lo es, llena mis expectativas, ¿te doy un recorrido?

—Un recorrido al baño, por favor, deseo muchísimo bañarme antes de pescar un resfrío.

Asintió y la llevó escaleras arriba hacia su habitación, sin decir una palabra Kagome tomó su mano entrelazando los dedos, Sesshomaru sonrió torpemente.

Entraron a la habitación, recogió una playera y short de deporte que le entregó a la chica indicando el baño. Entonces bajó a la cocina, sacó un vaso de vidrio y tomó dos, tres vasos con agua. Ella era realmente linda. Y le gustaba el tiempo que pasaban juntos, pero, incluso sin su permiso debía saber qué sucedió entre ellos y hacerle pagar por hacerle sentir mal.

Echó un vistazo a su alrededor y escuchó la regadera abrirse, no podía hacerlo en esos momentos, no a menos a que quisiera arruinar el momento que estaba creando con la chica. Un impulso le trajo la idea de entrar con ella en la regadera. El mismo impulso lo llevó a comenzar a subir las escaleras, con suma lentitud, como si no quisiera que Kagome se enterara sobre el plan que tenía en mente.

Ni siquiera sabía cuál era el plan que tenía, él mismo temía sobre lo que podría pasar, la bestia que llevaba dentro durante 500 años estaba ansioso y deseaba con fervor a aquella mujer. Se detuvo en la puerta de su propia habitación y dudó en entrar por unos segundos.

Kagome estaba sentada en el suelo dejando caer el chorro de agua sobre sus pies, pegó la espalda en la fría pared y comenzó a tararear una canción. No podía creer que en el mismo día descargó la ira que llevaba acumulada desde que la contrataron, renunció a su trabajo y se humilló a sí misma llorando frente a unas extrañas. Unas extrañas que le ofrecieron su tiempo y unas ricas galletas. De pronto se sintió una tonta por sentir celos de ellas.

Escuchó la puerta de la habitación abrirse y se volcó su corazón. De un salto llegó al cancel de baño y lo abrió de golpe, tal y como Sesshomaru abrió la puerta del baño.

Sesshomaru la observó de pies a cabeza con la boca seca y sin saber qué hacer exactamente.

Los dos petrificados ante la situación se dejaron llevar por su sentido irracional. Kagome se acercó a él y tomó su mano, entrelazó los dedos sólo para subir la mirada hacia la suya, se perturbó tan sólo al ver sus ojos ambarinos que la miraban con intensidad, deseándola. Tanto como ella lo hacía.

El amor hace lo que quiere.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora