Parte 6

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Se quedaron sentados ahí, esperando una respuesta por parte del otro.
Era confortable y extraño a la vez, el nerviosismo de pronto los asaltó.
Río arriba tenía la cascada que el youkai le había dicho, los repiqueteos de los peces intentando nadar lejos de ellos, y la brisa que empujaba suavemente los árboles y flores del lugar.
No estaba segura si era el dulce aroma del aire o el mismo que desprendía el propio demonio a su lado, uno muy peculiar. Años atrás juraba que su olor a muerte era insoportable, pero definitivamente había algo diferente en él.

Sesshomaru se mecía igual que los árboles, en silencio.

—No te tengo miedo porque... —guardó silencio mientras acomodaba sus ideas. Sesshomaru abrió los ojos y la miró—. Siento algo reconfortante en ti.

—Soy aterrador, deberías decir eso.

—Lo eres —rio—. Pero, sé que peleaste con Naraku, cuidaste a Rin... Por algo más honorable que demostrar que eres el youkai más poderoso.

Y tenía razón, al principio quería conseguir la herencia de su hermano, quería ser el youkai más temido. Y, aun así, todo ese deseo era precisamente eso, un deseo.

—Ahora que has madurado, es más tolerable hablar contigo.

Kagome frunció el ceño, todavía podía demostrar su lado egocéntrico. Su semblante era serio, y aquella mirada clavada en sus ojos, sólo la hizo estremecerse y pensar en lo mucho que sus ojos ámbar eran tan intrigantes. Brillaban con audacia. Su mentón afilado la invitaba a acogerse bajo el cuello del joven.
Movió su cabeza cerrando los ojos, no podía imaginar a Sesshomaru de otra forma más que el protector de una niña, un demonio inhumano.

Sesshomaru la observó también, la tonta joven que muy apenas podía sentir los fragmentos era ahora una mujer tan aterradora como él, pero, que no demostraba el poder que tenía. Los sentimientos de la miko eran tan puros que no le importaba si las personas supieran que ella era la salvadora, sólo pensaba en el bienestar de todos, y por eso le comenzaba a gustar.

Un dolor en el pecho lo hizo sobresaltar, que ocurrencia la suya al pensar que ella podía ser digna de su linaje.

—También has madurado mucho, ¿dónde quedó el hombre que llevaba mucha armadura encima de él? —se mofó.

—Ya no era necesaria, debo moverme más rápido —Kagome soltó una risa que no fue desapercibida por el youkai—. ¿Qué te parece tan divertido?

—Es decir, debiste ser más rápido, Kohaku se está robando a tu niña.

Él frunció el ceño, gruñó fuertemente.

—Lo detesto —dijo finalmente. Kagome entendió que efectivamente, él se sentía completamente solo y de alguna manera le compadeció. Con inercia levantó su mano y la acercó a su rostro, para su sorpresa, él ni siquiera se inmutó. En cambio, pegó su mejilla a la palma y cerró los ojos—. También te detesto a ti.

Sonrió para sus adentros, desde que la niña Rin había entrado a su vida, él nunca pudo comprender cómo reaccionar a ese tipo de situaciones, y seguramente lo que siempre hacía era intentar de evadirlas, y ahora, que todos regresaban a sus vidas normales y que él lograba su cometido, ser el youkai más fuerte, no había otra cosa más que hacer, que quedarse sentado viendo el tiempo pasar.

El tiempo, que para él eran miles de años, para los humanos eran simples años. Tal vez también por eso evitaba a la gente. De pronto una duda le picó en la cabeza.

—Si muero a los... 80 años, y me atacas con tu espada, ¿podría vivir otros 80 años?

—Espero te estés refiriendo a tenseiga —Kagome quedó perpleja, de pronto su boca estaba seca. Colocó un mechón de cabello detrás de su oreja y entonces lo escuchó continuar—. No estoy seguro de qué podría pasar. Aunque, seguramente sí revives, pero después de eso, no lo sé.

—Sería un interesante experimento —Sesshomaru enarcó una ceja—. Prometo volver a tu época cuando tenga 80.

—Será un placer.

Pasaron por lo menos dos horas más, hasta que su estómago la delató, estaba hambrienta. Pero, no quería dejar el lugar, menos si por fin había logrado conectarse con el hermano demoniaco. No sabía si era más por su cuenta o porque él daba la confianza para seguir hablándole y preguntando cosas tontas que al final Sesshomaru sólo contestaba con un "hmmp".

El rostro de Sesshomaru seguía relajado, indicando que realmente disfrutaba estar ahí. Tal vez por eso su nueva casa estaba cerca de ahí. Sonrió y volvió acercar su mano al rostro del hombre, esta vez no hubo respuesta. Frunció el ceño y se acercó a él.

Estaba dormido. La tranquilidad en su respiración le recordó a un pequeño cachorro, la ironía de ser un Inu.

—Sesshomaru —este abrió pausadamente los ojos en cuanto escuchó su nombre—. Iré a la aldea, quiero ver qué venden para comer.

—De acuerdo, te acompaño —respondió poniéndose de pie en seguida.

— ¿Tienes dinero verdad? —giró la cabeza para verla—. Me agrada tu compañía, pero, tampoco tengo dinero.

Desde sus casi dos metros enarcó una ceja. Sonrió y Kagome se percató de ello. Anteriormente ya lo había visto sonreír, pero, era puro cinismo. En esos momentos, era amable. Muy guapo. Demasiado.

Volvieron con un poco de todo, cerdo, arroz, unas cuantas verduras, sopa, y lo más importante, alcohol.

Sesshomaru no estaba seguro de que era buena idea, pero ella insistió tanto que aceptó finalmente. Ahora estaba devorando la comida, junto con uno, dos, tres y cuatro vasos de alcohol. Enseguida supo que debía detenerla.

—No creo que sea buena idea que continúes Kagome.

La chica se conmovió.

—Es la primera vez que me llamas por mi nombre —comentó afligida—. Y sólo es porque estoy ebria.

—Me harías menos caso si te dijera humana o miko —la chica dejó el vaso lejos de ella y asintió—. Tomaste malas decisiones estando tomada.

— ¿Y cuál fue esa mala decisión?

—Venir a mi época —confesó—. Eso fue una mala decisión.

—No lo fue, me encontré contigo saliendo. Aunque, recuerdo que no me ayudaste a salir.

Sesshomaru bufó, no tenía por qué hacerlo—. Quiero tomar una última mala decisión antes de prometerte no volver a tomar.

Poniéndose de pie, tambaleó por unos segundos y entonces se acercó al platinado quien le observó perplejo en todo momento. Se acomodó frente a él dejándose caer y sonrió abiertamente.

Sus mejillas estaban tan rojas como el atardecer y el cabello, aunque no lo traía suelto estaba alborotado. Se acercó con lentitud a él, con sus inhibiciones por el suelo, tenía las suficientes agallas para poder hacerlo. De pronto sintió la mano del youkai recorrer su cintura para acercarla más. Sobre de él en su posición de flor de loto decidió tomar ahora su mejilla y pasar la yema de sus dedos, era tan suave como la seda y aunque el olor a alcohol inundaba el lugar, podía percibir su aroma.

Estaba muy acelerada, la impaciencia estaba por agobiarla, algo dentro de ella deseaba más y más hacerlo, pero sólo se detuvo ahí frente a frente, esperanzada de que el propio youkai fuera el que diera el paso. No debía apresurarlo, apenas unos años atrás seguía detestando a los humanos, apenas unas horas atrás le decía que la detestaba. Lo hizo, sí, pero, ronroneando ante su toque.

De manera inconsciente Sesshomaru dio el paso, sus labios se tocaron por un segundo, se separó imaginando las posibilidades de su encuentro, por alguna razón no pudo pensar en ninguna, sólo tenía una cosa en la cabeza, y era ella.

Juntó una vez más sus labios y sintió su cuerpo entero temblar, la mujer frente a él era demandante en todos los sentidos, aunque ahora deseaba serlo, y contra sus propias convicciones la besó de la manera más intensa que pudo.

Se separó de ella deseando probar un poco más, dulce y torpe, podía jurar que nunca antes lo había hecho y aun así fue lo más adorable posible con ella. Abrió los ojos con lentitud, guardando el momento en su memoria, observó los ojos de Sesshomaru, llameaban deseo y era lo que ella también sentía.

—Dormiré afuera —murmuró Sesshomaru—. Si necesitas algo, sólo llámame.

Ella asintió, necesitaba algo en esos momentos, y era a él.

El amor hace lo que quiere.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora