Parte 3

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La azabache frunció el ceño por unos segundos, estiró sus brazos hacia el cielo y comenzó a caminar lejos de la casa de sus viejos amigos. El sol rebosante de energía le besaba la piel mientras recordaba lo feliz que había sido acompañando al grupo buscando la perla. Había sido agradable, se sentía llena de vida una vez más.
Su paso era tranquilo, observaba los nuevos cambios, la aldea era más grande, y casi todas las personas que veía eran nuevas, se veían felices.
Y de alguna manera a ella también le hacía feliz, especialmente la parte en la que sintió que todos avanzaron, menos ella.
Soltó un largo suspiro que le vació por completo los pulmones, y siguió atenta, al llegar al final del camino, giró sobre sus talones y apreció una vez más la vista que tenía, campos enormes de frutas, vegetales, flores.
Sino fuera porque palideció por unos segundos que trastabilló hacia atrás y habló.

—Me acabas de dar un susto de muerte Sesshomaru —el joven volteó a verla con paciencia y se acercó a ella con las manos en la espalda.

—Buen día —murmuró y por unos segundos Kagome sintió esa brisa tenue que siempre arremolinaba al platinado, era su magnificencia o la manera en la que seguramente siempre esperaba para atacar.

— ¿Qué te trae una vez más por aquí? Nunca te había visto dos veces seguidas.

—No es de tu incumbencia miko —Kagome bufó—. ¿Qué haces tú aquí? ¿No vas a volver a tu época?

Frunció el ceño ante el intrigante cambio de humor y la incógnita acerca de por qué ella sí tendría que decirle por qué estaba ahí. Lo vio, mover una ceja esperando por su respuesta.

Se encontró a ella misma contestando con total sinceridad.

—Desearía poder quedarme más tiempo —intrigado por la chica frente a él, dio dos pasos más hacia ella y quedó pasmado por la revelación que antes, no por voluntad propia, había pasado por alto.

—Quédate más tiempo, tu Lord te lo ordena.

— ¿Mi Lord? —preguntó divertida.

—Soy protector de estas tierras —cerró los labios con fuerza evitando soltar una carcajada, se imaginaba la viva imagen del perro más poderoso del lugar cuidando a un montón de humanos, los cuales siempre había odiado más que a su propia personalidad—. ¿Qué es lo que te parece divertido?

—Me parece divertido que esa es la razón por la que estás aquí —entonces vio un destello de esperanza centrarse en él, estaba ahí por Rin, y por nadie más. Que la seguridad y felicidad de la joven eran esas personas, por eso las protegía, pero, aún no explicaba por qué estaba ahí todavía, si con un chasquido de dedos podía aparecer a su voluntad en cualquier lugar.

—Acompáñame.

Asintió escuchando la soledad en su voz, seguramente por la seguridad de la niña dejó todo, y se sentía un padre para ella, dejó a Jaken a AhUn ser parte de la vida de la ahora joven y él había quedado solo. Acostumbrado a personas a su alrededor, es por eso que seguía ahí. Tal vez los dos estaban ahora solos.

— ¿Sigues aquí por Rin?

Ni siquiera volteó a verla, y siguieron caminando por el bosque, le dejaba caminar a su lado, lo cual era algo nuevo a la azabache, a decir verdad, nunca se había acercado a tal distancia del gran Lord de ahora muchas más tierras. Él la escuchaba silencioso, su altura lo ayudaba a inspeccionarle, algo en su presencia le calmaba, era su agradable aroma o la poderosa miko que residía dentro de ella que podía purificarlo si quisiera.
Ella tenía razón, seguía ahí por Rin, incluso hasta por Jaken, su fiel sirviente durante años.

—Han cambiado las cosas desde que se derrotó a Naraku, los demonios que estaban atemorizados salieron a destruir algunas cosas —una fina línea en su mandíbula tembló por unos segundos—. La segunda batalla llegó después de Naraku, tiempo después desde que decidiste irte.

—Lo lamento —murmuró apenada—. No pensé que pudiera ocurrir algo así.

Se detuvieron por unos segundos y el platinado giró para poder verla, una palpitación olvidada en su sistema lo hizo helar.

—Está más calmado todo, no hay por qué disculparse, no tenías cómo anticipar lo que pasaría.

Una extraña sensación de calor la abrumó, aunque sus palabras tiempo atrás hubieran sonado hirientes, en esos momentos la tranquilizaron, comprendía que por eso seguía ahí, y que seguramente pudo repeler a los demonios en el lugar. Alguien tan poderoso como Naraku, sólo podía igualarse con Sesshomaru. No, nadie podría igualarse con él, nadie tenía tal fuerza.

—No sé qué decir ahora con exactitud.

Una sonrisa se asomó en los labios del mayor que enseguida escondió girando el rostro con una ceja enmarcada, al menos la presencia de una humana ya no le afectaba tanto.

— ¿Cuándo tiempo te quedarás? —la chica frunció el ceño y se encogió de hombros—. Continuemos.

—La verdad es que debería regresar pronto, dejé cosas incompletas en mi época, trabajo, y... Más trabajo.

Una verdadera pena al darse cuenta que lo único que hacía era trabajar y trasnochar para seguir trabajando.
Una mueca apareció en el rostro de la chica que no pudo descifrar, entonces supo que estaba igual de perdida que como él se sentía.

Un silencio abrumador los acogió por unos minutos más y entonces la chica divisó una casa de un piso, de madera oscura y adornos en colores neutros. Un balcón asomaba unos cuantos estantes con libros y vasijas, con unos cojines y una pequeña mesa. Un poco más lejos unos troncos acomodados simulando sillas y mesa también, Sesshomaru se acercó al lugar y con un movimiento de cabeza la invitó a pasar.
Subió las pocas escaleras que llevaban al lugar siguiendo al hombre de cerca.
Abrió las puertas en las que le sorprendió que pudiera pasar, comprendió entonces que él vivía ahí. Entró detrás, más estantes llenos de libros, objetos pequeños, vasijas, baúles, un futón blanco al fondo junto a una pequeña mesa del mismo color oscuro. Era una extraña combinación sombría y simple, le gustaba.

—Puedes quedarte aquí si lo deseas —comentó carraspeando la última palabra—. La cascada está cerca, la aldea, algunos árboles frutales, todo está a tu alcance.

—Pero, tú vives aquí, ¿no es así? —él asintió—. No voy a quitarte tu hogar.

—Sólo es cuando me encuentro aquí en estos lares, puedo dormir afuera y tú aquí. No puedes estar en casa de un matrimonio el tiempo que quieras quedarte, no es lo correcto.

—Eres muy cortés y tradicional —masculló como mofa—. Eres un demonio, ¿duermes?

A Sesshomaru le pareció divertido que las ideas acerca de los demonios eran muy vagas.

—Tengo apariencia humana, y lamentablemente tengo las mismas necesidades.

—Que alegría saber que también pasas hambre y podrías comerme durante la noche.

—Podría comerte en todas las maneras, no lo olvides.

Kagome se sobresaltó y por unos segundos su frase le daba vueltas en la cabeza. Volteó a verlo con el ceño fruncido y lo ojos pasmados, no tenía idea de cómo podía tomar sentido aquello. Sesshomaru la miró apacible, hasta que cayó en cuenta sobre lo que había dicho—. No, lo siento, no quería referirme a algo que te incomodara, yo...

—Está bien señor youkai, yo entiendo —él asintió apenado y salió del lugar.

El amor hace lo que quiere.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora