Capitulo 4

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Olimpia

— Esté vestido no me agrada para nada, es demasiado estrecho para mi gusto y el escote es gigante, no es mi estilo — Dijo por décima vez en la noche, refunfuñando molesta mientras ve su reflejo en el vidrio del auto de sus padres — Me veo horrible, está no soy yo ¿No me puedo regresar a casa? Prometo no hacer ninguna locura —

Se dejó caer sobre aquellos costosos asientos de piel del lujoso auto de su padre y los fulmino con la mirada a ambos, esta harta de ser la hija del primer ministro y tener que asistir a extravagantes fiestas, él palacio es precioso, el problema es que ella no nació para eso, en realidad es una adulta que se divierte mucho más con una copa de vino, una noche lluviosa y una buena lectura mientras se acurruca en un cómodo sillón. 

— No te puedes quedar sola en la casa, la ultima vez que lo hiciste casi inicias un incendio y matas a los sirvientes, no es que desconfié de ti, pero te queremos cerca Olimpia  — Dijo su papá estacionando el auto con destreza justo afuera de la puerta principal del palacio — Además, yo creó que te ves muy bien, está fiesta sería un buen inicio para que te acerques a un joven, ya sabes, actuar cómo cualquier mujer joven —

Olimpia sonrió y negó con la cabeza moviendo sus mechones rubios, a pesar de que tiene un extraño presentimiento que inunda su pecho, sonrió con felicidad. 

— No estoy interesada en hombres, claro que me gustan, pero estoy más interesada en libros y resolver enigmas, esa es mi vida, ojalá y aparezca una aventura que me haga perder la cabeza...— Sus ojos se abrieron al hablar con una sonrisa en los labios — ¿Es verdad que ustedes viajaron a Egipto en locas aventuras? Abuelo dice que ponían sus vidas en peligro —

Su mamá se dio la media vuelta sorprendida por su pregunta mientras se acomoda aquel pendiente de diamantes, sin duda debe tener un hechizo para mantenerse tan joven, con su largo cabello negro, su pálida piel y sus misteriosos ojos de apariencia egipcia, se le quedó mirando unos segundos cómo si al verla recordará algo o a alguien, por un momento sus ojos se alejaron del presente y viajaron hacía un pasado desolado y llenó de desgracias.

— Si, eso hicimos, viajamos a Egipto por unas cuantas locuras, tú también lo hiciste pero no lo recuerdas — Su madre sonrió de lado como si los recuerdos fueran muy buenos y paso sus manos por los brazos del primer ministro — Tú padre le tiene miedo al desierto, odia el sol y la soledad de la noche y detesta las armas —

— Eso no es verdad — Replicó aquel su padre antes de bajar de su auto — Yo te defendí usando armas, mejor deberías de contarle qué antes le tenías miedo a los autos —

Cuándo su papa se bajó del auto, Olimpia se acercó a su mamá y suavemente pasó sus manos por aquel extraño collar que descansa sobre su pecho, es algo que nunca antes había visto y un raro escarabajo de oro lo adorna en el centro, pero tocar a su madre siempre ha sido difícil, ahora que puede hacerlo, se siente realmente bien. 

— ¿Quieres que te platiqué todo lo que hicimos? — Le preguntó en voz baja mirándola cómo si viera a una pobre esclava que pide clemencia por su vida.

— ¿Claro, porqué no lo habías hecho antes? —

Su madre le alejó la mano para mantener una fría distancia con ella, simplemente es como sino tratará de encariñarse con ella, cómo si no quisiera ser su mamá.  
— Porqué estaba esperando a que tú me lo preguntarás  — Su madre endureció la mirada con aquellos ojos que lucen cómo si hubieran gobernado reinos, fuertes y de gran carácter — Sal del auto Olimpia, él medico no quiere que estés sola y por favor solo compórtate, un gran deber corre por tus venas —

Erase Una Vez Alejandría Donde viven las historias. Descúbrelo ahora