Nací la mañana del martes 18 de mayo de 1971 en un pequeño pueblo de Puerto Rico llamado
Humacao, donde todo el mundo se conoce. Y te conocen más aún siendo hija de Vidalina Torres de
López y Luis López Rosario. Siete años después de que mis papás tuvieran su último hijo ¡aparecí yo
de sorpresa! Y llegué con bombos y platillos. Me cuentan que esa mañana, durante el parto, mi mamá
de un momento a otro perdió la consciencia. La partera, al ver lo que estaba ocurriendo, se asustó y
comenzó a pegar gritos, pidiendo ayuda. Muchos médicos luego criticaron su reacción; sin embargo,
esos gritos causaron tanta alarma que de inmediato acudieron otros doctores a la sala de parto y
ayudaron a revivir a mi mamá. Mami dice que, si no fuera por los gritos de esa señora, quizá no
hubiera vivido para contar la historia. Y así fue como llegué al mundo: inesperada y a la vez
deseada, en medio de un alboroto y rodeada de amor incondicional.
Soy la menor de cuatro hermanos. La mayor, Adilsa, me lleva once años; luego viene Adaline,
quien me lleva diez años, y la sigue Adalberto, con siete años más que yo. Desde el primer día mis
hermanos me trataron como a su muñequita consentida. Desde el momento en que me vio, mi hermano
Adalberto se apoderó de mí como si fuera solo suya. Me protegía a morir, no dejaba que nadie se
acercara ni me tocara sin su permiso porque creía que sólo le pertenecía a él. Aun hoy tiene ese rasgo
protector conmigo. Me sigue amando y consintiendo como cuando era chica y, como siempre, me
regaña poco.
En verdad, todos estamos muy pendientes los unos de los otros. Tengo la dicha de tener una
familia increíble. Nos protegemos, nos adoramos y siempre buscamos estar unidos y en armonía.
Cuidarnos nos nace naturalmente, también fue así como nos criaron nuestros padres.
Mis padres, Vidalina y Luis, se conocieron en Humacao, Puerto Rico. Según cuentan ambos, un
día mi papá estaba paseando por la plaza de Humacao junto a sus amigos cuando sus ojos
descubrieron a la mujer de sus sueños. Los padres de Mami tenían una finca en Las Piedras y, para
llegar a ella, debían pasar por al lado de la plaza del pueblo. Así fue que, cada vez que pasaban en el
carro, mi papá y sus amigos se aseguraban de saludar a mi mamá y a mi tía Iris, quienes les devolvían
el saludo a escondidas para que mi abuelo no las viera ni las regañara. Un buen día Papi averiguó
dónde quedaba esta finca y se acercó para visitar a Mami; se encontró, sin embargo, con titi Iris.
Aprovechó y le preguntó si Mami tenía novio y, cuando le dijo que no, él quedó de lo más contento.
Cuando titi Iris le dijo a Mami cuál de los muchachos la había ido a visitar, ella contestó: “Ah, es
bajito… Pero es lindo”. Después de eso, cada vez que pasaban por la plaza en el carro, y si Papi
saludaba a Mami, ella siempre le devolvía el saludo, pero solo a él. Entonces Papi la comenzó a
visitar a la finca y luego a la universidad, hasta que un buen día fue a lo de mi abuelo y le declaró que
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Viviendo
De TodoVIVIENDO 'Antes de recibir mi diagnóstico, andaba por la vida sin propósito, sin una razón de ser. Lo que me ha tocado vivir me hacía falta, necesitaba vivirlo. Tenía que pasar por esas experiencias dolorosas para poder ser la mujer que soy hoy día...