¡MIRA quién baila ahora!

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Después de hacer Alma de hierro y Bajo las riendas del amor llegó la novela que menos

esperaba: mi divorcio en la vida real . Para lidiar con ese momento de mi vida sentí la necesidad de

acurrucarme y volverme a guardar en un caparazón. Esto, con el fin de darme el espacio que

necesitaba para comprender la nueva etapa que me tocaba vivir, de la misma forma como lo hice

cuando me enfermé. En el momento en que me sentí preparada para salir de nuevo a enfrentar la

realidad, me cayó del cielo la invitación a participar en Mira quién baila. Pero para llegar a eso

tuve que por fin caer en cuenta de que necesitaba un apoyo profesional para sobrepasar todos los

golpes que me habían caído encima dentro de un período de tiempo relativamente corto.

Ni cuando me enfermé ni cuando me divorcié busqué la ayuda de un profesional. Pero como pasó

el tiempo y seguía tan deprimida me di cuenta de que ya no podía seguir adelante sola. Así fue que

busqué ayuda y comencé terapia. Como ya se sabe públicamente y he dicho tantas veces, yo siempre

trato de verle el lado positivo a todo. Yo pensaba que sola podía con todo, por eso me costó tanto

darme cuenta de que en realidad necesitaba ayuda a gritos. Esa ayuda me dio las herramientas para

comprender todo lo que había vivido desde un punto de vista emocional. Aun teniendo esa cantidad

de amor y apoyo de mis seres queridos, si uno no está listo para enfrentar lo que siente, la sensación

de ahogo nunca desaparece del todo.

Al reconocer y finalmente aceptar desde un punto de vista emocional lo que me había pasado,

logré salir mucho más fuerte de lo que esperaba. Tuve la suerte de caer en manos de un señor

maravilloso, quien casualmente fue la primera persona en notar que detrás de mi sonrisa se escondía

un dolor muy profundo.

La primera dama de Quintana Roo, Narcedalia Martín de González, y el hospital Baptist de

Miami me habían invitado a una charla en México sobre el cáncer en la que también participarían

médicos y este psicólogo maravilloso que se especializa en las adicciones. Acepté, y en el avión de

ida muchos coincidimos y nos conocimos en el viaje. Entre charla y charla, el terapeuta nos extendió

una invitación a pasar por la playa para que hiciéramos chi kung todos juntos. El chi kung consiste

en una variedad de técnicas relacionadas con la medicina china tradicional que se concentra en la

mente, la respiración y el ejercicio físico. Me llamó la atención y decidí ir, pero al llegar noté que fui

la única que apareció. Eso, sin embargo, no me quitó las ganas de practicar el chi kung y probar algo

nuevo. Lo que no sabía era que me revolvería tantas emociones escondidas. Cuando llegó el momento

de meditación, no aguanté más y me solté a llorar. En medio del llanto le confesé por primera vez a

un extraño que estaba separada y al instante me dijo que podía contar con él, que no dudara en

llamarlo.

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