32. RECUERDOS A LA INTEMPERIE

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Lo peor de caerse al mar siempre habían sido las heridas abiertas. Ni siquiera me preocupé cuando vi la última vela siendo ahogada por las olas. Ni siquiera me asusté cuando no vi tierra a mi alrededor.

Jamás le temí al naufragio, porque me pesaba tanto el corazón que estaba seguro de que me hundiría de inmediato. Y así fue. Y así fue cómo nunca naufragué.

Me tragó el mar, me ardieron las heridas y se me destruyeron los sueños. Perdí de vista toda luz y, desde entonces, vivo en el fondo. En ese momento, creí haber deseado, al menos, ser un tesoro vacío para tener la sensación de que alguien me buscaba, de que alguien quería encontrarme.

Pero el tiempo pasó y, con él, una incesante voz que había aparecido en algún momento en mi cabeza. Todavía la recuerdo.

«Y cuando llegue el sol, ¿te esconderás en la sombra?».



Jungkook alzó la mirada al sentir que alguien los estaba observando. Sus ojos se toparon con uno de los ejecutores que tanto había visto ya en los últimos días. Sabía a qué venía. Le parecía pronto, pero, dada la situación, tampoco le extrañaba. Rodó los ojos, cansado, y apretó ligeramente la cintura de su pactante, quien seguía abrazado a él sin hacer el más mínimo movimiento.

—Taehyung —lo llamó con una voz suave—, tengo que irme un momento y tú deberías ir preparándote para ir a trabajar —le recordó.

El cuerpo del rubio se encogió en el sitio al escucharlo y se pegó más a él. Quería preguntarle a dónde iba a ir. ¿Por qué tenía que irse después de lo que le había pasado? Jungkook tenía que estar descansando, pero Taehyung estaba al tanto de que no iba a hacer caso.

—¿Volverás pronto?

—Lo intentaré. —El pelinegro apretó los labios y bajó la mirada. No sabía cuánto tardaría la revisión del grillete. Esperaba que poco. No tenía la intención de permanecer alejado del chico mucho tiempo—. Intentaré volver lo antes posible —repitió con el propósito de convencerlo.

—Está bien —susurró Taehyung antes de suspirar.

Se separó poco a poco y, con cuidado, fue apoyándose en el suelo. Las rodillas le temblaron, pero pudo mantenerse en pie. El pelinegro se percató del rostro melancólico del humano, sin embargo, no podía hacer mucho. Si fuera por él, ignoraría la citación, aunque, con el ejecutor allí, citación era un eufemismo.

A Jungkook también le preocupaba la pérdida de fuerza y la disminución de sus poderes. Había tardado en darse cuenta de la presencia del otro inanimatum. En otras circunstancias, lo habría sentido mucho antes de que apareciese allí. Pero, ahora, solo se había dado cuenta cuando este ya se encontraba mirándolo de frente.

Dudaba incluso de que pudiese socorrer a su pactante con rapidez como antes si llegase a tener un problema. Por eso, la situación lo tensaba. ¿Y si le pasaba algo y no podía localizarlo? Apretó los puños y exhaló una vez que Taehyung se había metido en el baño. Se levantó y, solo cuando emprendió su camino, el ejecutor lo dejó en paz. Estaba haciendo su trabajo, pero a Jungkook, en ese momento, le parecían sanguijuelas todos ellos.





El estado de ánimo de Taehyung no mejoró ni con la distracción del trabajo. El camino hasta la pastelería se le había hecho eterno y la jornada muy pesada. La sensación de impotencia no le había abandonado y lo inútil que se sentía seguía haciendo eco en lo más profundo de su mente.

El Pacto (I): el demonio ha visto un ángel [KookV] (Disponible en físico)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora