EPÍLOGO

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Terminó de secarse el pelo y colgó la toalla en el perchero. Se miró al espejo complacido por la ducha reparadora y salió del baño con una larga camiseta puesta. Todavía tenía tiempo, así que se vestiría en unos minutos.

Aún no se había acostumbrado del todo a que la gran habitación tuviese su propio aseo dentro, pero le encantaba salir y ver a su figura favorita sobre la cama, tapada con la sábana y las hebras negras revueltas sobre la almohada.

Soltó una pequeña carcajada y se subió al colchón por su lado. Gateó hasta el medio y se quedó observando a Jungkook unos segundos. Llevó la mano hasta su rostro y lo acarició con dulzura. Apartó los mechones que le caían en la cara y, automáticamente, la perezosa sonrisa del chico asomó por las esquinas de su boca.

—Buenos días, dormilón —dijo con un tono cantarín—. Será mejor que te vayas preparando. Tenemos que salir dentro de nada.

Jungkook emitió un sonido poco entendible como respuesta. Estiró su brazo hacia atrás, alcanzando el cuerpo del chico castaño, y tiró de él hasta posicionarlo entre sus brazos. Taehyung rio por su comportamiento. Siempre hacía lo mismo. Cada vez que iba a despertarlo, lo ignoraba y lo atrapaba como un peluche para abrazarlo cómodamente.

—Kookie, se nos hará tarde —le dijo, pellizcando levemente la piel expuesta de su pecho.

—Mm... —volvió a decir, aunque seguía sin abrir los ojos.

Taehyung negó con la cabeza y lo abrazó, tal y como estaba haciendo él. Sus dedos se detuvieron cuando sus yemas rozaron las cicatrices de su espalda. Las acarició con cuidado y el pelinegro no pudo evitar sonreír aún más.

—Tae, no me duelen —habló por fin con la voz ronca—. Llevas haciendo eso desde que estoy aquí. —Buscó la mano que lo estaba acariciando y mordió su palma levemente antes de besarle el interior de la muñeca.

El castaño soltó una pequeña risa, algo avergonzado por lo que le había dicho.

—¿Seguro que no te duelen? —cuestionó por enésima vez después de meses.

—Seguro —respondió Jungkook—. No te preocupes. Cicatrizaron y no duelen.

Todavía recordaba la expresión de preocupación del chico cuando vio las cicatrices de sus dos alas en la espalda tras explicarle cómo había podido volver. Se abalanzó hacia él para asegurarse de que estuviese bien, de que no le dolieran y de que no necesitasen alguna cura. A día de hoy, todavía seguía teniendo cuidado cuando pasaba sus manos por ahí, incluso si se encontraban haciendo algo más interesante.

A la antigua criatura, ahora humana, no le había importado. Había perdido algunas cosas, pero había ganado la más importante para él, la que se encontraba acariciando sus lunares graciosamente para asegurarse de que no se volvía a dormir.

La condición había sido ser olvidado por todos, humanos y no humanos. Cuando estuvo a punto de renacer, el Señor le había desvelado el secreto de la purificación. Jungkook había conseguido que alguien lo amara y, esa persona, lo había transformado en lo que fue; lo hizo sentir de nuevo; logró que cambiase. Y, cuando llegó el momento, el pelinegro había elegido voluntariamente entregar su vida para salvar a Taehyung.

Había tomado la decisión de perderlo todo para ganar lo único que quería sin esperar nada a cambio, solo la muerte. Esa decisión desinteresada le había permitido recuperar su propia alma, porque ya había sanado. Su poder le devolvió el alma a su pactante también y comenzó a purificarse. En ese momento, comprendió lo que significaban las segundas oportunidades y entendió por qué solo se podía renacer cuando habías apostado todo lo que tenías. Luego, el Señor le preguntó si quería renacer como el humano que había sido o si quería empezar de cero con otra vida. Jungkook lo había tenido claro.

El Pacto (I): el demonio ha visto un ángel [KookV] (Disponible en físico)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora