prefacio ; mujeres

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Como todas las tardes, Wigna Reverie está incrustada en el modesto lavaplatos, aseando el arsenal de trastes con decorado floral

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Como todas las tardes, Wigna Reverie está incrustada en el modesto lavaplatos, aseando el arsenal de trastes con decorado floral. Manos enguantadas, el radio vibrando con música clásica, las ventanas abiertas, todo completamente ordenado y armonioso. Así ha sido siempre, porque Wigna es, desde que tiene memoria, una perfeccionista incorregible que vive de horarios cuidadosamente organizados y relojes que giran al unísono.

El esponjoso y áureo cabello de Wigna se mueve al compás de sus sinuosas caderas cuando ella se agacha o se estira para guardar o coger algún cubierto. A la vista de cualquiera, es una mujer hermosa, joven, y que da aires de musa ardiente, erudita y glamurosa. Por eso, nadie le cree cuando comenta sobre que su retoño es un completo huracán lleno de gélidos vientos que destruye todo a su paso y deja desastres por doquier.

Las cinco menos cuarto, hora exacta, ni un segundo más, ni un segundo menos; la puerta se abre y aunque las pobladas cejas de Wigna se juntan para formar una mueca de disgusto, no puede evitar sonreír al escuchar las fuertes pisadas acercarse a la habitación. Wigna es perspicaz y detallista, y ha aprendido a diferenciar el estado de ánimo solamente escuchando el sonido y el ritmo de su caminar. Si es lento y silencioso, está triste, si es rápido y bullicioso, trae alguna nueva aventura para contar.

—¡Mamá, mamá!

Wigna deja la porcelana a un lado y abre los brazos, emocionada, preparada para abrazar a la recién llegada. Y Wigna, siendo tan pulcra, tan pura, se deja manchar del lodo que trae el uniforme de Éster, porque sin importar que sea tan catastrófica y exagerada, sigue ensanchando de orgullo su corazón.

—¡Mamá, mamá!

—Pero, ¿qué pasa, Éster? Luces muy emocionada por algo. ¿Hiciste otra travesura?

—No, mamá. Esta vez es algo bueno.

Y Éster sonríe, y Wigna también. Tiene apenas trece años pero es más alta, e infantil, que las niñas de su edad. Su cara delgada y tostada está brillando, quién sabe si es por la lluvia o por la felicidad, y enmarcados por sus labios rosáceos, sus dientes grandes y blancos muestran una genuina sonrisa.

—Ya dímelo, entonces.

Éster hace una pausa, y luego como bomba de tiempo, estalla y alza las manos al cielo.

—¡Entré al equipo de atletismo, mamá! Por fin me aceptaron, dicen que corro rapidísimo y que voy a participar en la próxima competencia. ¡Estoy tan feliz, mamá!

—Éster, cielo. . .

—¡Voy a ser la corredora más veloz del mundo, mami!

Ya no hay excusas, ya no hay regaños. Wigna no tiene suficiente fuerza para decirle que no, para negarle el derecho de perseguir sus sueños. Será otra actividad más para su agenda sobrecargada, pero si se trata de Éster, lo demás y los demás pueden esperar otros cincos minutos.

—¿Me dejas entrar, mamá?, ¡di que sí, por favor! Prometo no salirme de clases y hacer mis tareas y dejar las bromas pesadas y ayudarte en la casa y cumplir con mi horario, y, y, y, y, hago lo que tú quieras, mamá, pero, ¡di que sí!

Wigna sonríe y pasa con delicadeza la mano por el cabello de su hija. Es igual que el de ella, rubio claro que en la luz parece brillar, es lo único en lo que se parecen, de ahí, Éster es aceite y Wigna agua.

—Con la única condición de que debes lavar tu ropa hedionda a sudor.

—Sí, lo haré, no te preocupes. ¡Mamá, gracias!, ¡gracias, mamá!, ¡eres la mejor!

De eso no tiene dudas, si Éster quería ser atleta, Wigna estaría esperándola en la línea de meta, sonriendo orgullosa de tener una hija como ella.

ok,, aquí está el prefacio deparacaídas, akslals

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ok,, aquí está el prefacio de
paracaídas, akslals. re-corto
porque todos mis prefacios
son cortoS A

y bueno,
como dije anteriormente, simpeo
mucho a Éster 🤚, y aunque al
principio a algunas personas les
parecerá una "morra castrosa",
espero que, conformen pasen
los acontecimientos, se enamoren
de su hermosa personalidAd. ♥♥

en fin, el AndyS aparecerá más
adelante, no antojes, pepSi.

¡gracias por leer!

paracaídas | andy davisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora