Wigna está sentada en los asientos más cercanos a la pista de atletismo. Tiene en su mano un cronómetro y en la otra una cámara fotográfica profesional. El reloj de su muñeca indica que sólo faltan ocho minutos y cuarenta segundos para que la competencia empiece. Aunque no se emociona mucho, pues, si sus cálculos no fallan, Éster correrá dentro de media hora, pues deben cantar el himno nacional, dar palabras de bienvenida y ánimo a los concursantes, la presentación del jurado y otros nimiedades del protocolo.
Su hija se encuentra en un rincón, agrupada con todo el equipo. La entrenadora Mulán les da las últimas recomendaciones para que su puntuación sea aceptable. Pero ninguna le hace caso, porque las niñas están tan nerviosas y rebosantes de pasión que en ese momento en lo único que piensan es en derrotar a sus nemesis. Éster las ignora y hace algunos calentamientos básicos para liberar tensión, se da cuenta de la mirada de su madre y sonríe y saluda; Wigna corresponde, tomando rápidamente una foto para el álbum.
El narrador anuncia eufórico el inicio de la competencia y a continuación, el instrumental del himno taladra los parlantes. Cuando todo queda silencioso, la directora del colegio, Aurora Rosè, se acerca para disertar. En medio de su discurso, lee cuidadosamente la lista de nombres de los competidores actuales y Wigna y Éster alzan la cabeza cuando pronuncian el «Reverie». Explican las bases y reglas del concurso y luego, la señora dice que ya es tiempo de decidir quién es el mejor atleta.
No está ahí, pero cuando los competidores del Colegio Disney y del Colegio Pixar se dan la mano, Wigna puede sentir el ambiente competitivo entre ellos.
Un guapo hombre vestido de pantalones cortos y camisa deportiva se pone en medio de la pista. Alza, con su mano derecha, un auténtico revólver. Wigna traga en seco.
—¡En sus marcas!
Cierra los ojos.
—¡Listos!
Deja de respirar.
—¡Fuera!
Wigna siente que el balazo que tiró el entrenador le dio justo en el corazón, pues no siente sus latidos ni que está viva. Wigna experimenta un sentimiento indescriptible y apremiante, totalmente distinto a todo lo que sintió una vez en su vida. Está soñando. Es la explicación más lógica, pero si estuviese inmersa en un profundo sueño, o muerta, no podría ver los movimientos gráciles y atléticos que hace su hija cuando corre.
—¡Éster Reverie a la cabeza!
Los gritos, los aplausos, los silbidos y la emoción rompen el silencio que se ha creado la propia mente de Wigna, y poniéndose de pie, empieza a fotografiar como loca lo que sucede en la pista, mientras el cronómetro, que pasó de su mano a su brazo, sigue marcando el tiempo.
—¡Parece que esa chica tiene cohetes en los pies, Woddy!
—Ya lo creo, Buzz. Según me informa, Reverie es una novata que entró al equipo de atletismo del Colegio Disney hace unos pocos meses, pero en palabras de su entrenadora dice que es una estrella en ascenso.
—¡Woah! Si sigue manteniendo ese ritmo, superará la sección de obstáculos de inmediato.
—¡No tan pronto, Buzz! ¡Ese es el joven McQueen!
—Vaya, vaya, Pixar no quiere dejar su título de bicampeón tan fácil.
Wigna mira de forma analítica al estudiante aludido. Ese pelirrojo bajito, lo que tiene de pequeño lo tiene de veloz, y sabe que es una gran ventaja que le lleva a Éster, ya que ella es, en palabras de los doctores, «muy alta para su edad». Pero ambos van frente a frente, casi chocando, luchando por el primer lugar.
—¡Aquí viene el área de obstáculos! Primero tres vallas de 76,6 centímetros, cinco de 87,2 y las dos últimas de 96,2. Los jueces dicen que dan puntos extras por la gracia y belleza.
—Esto es atletismo, Buzz, no ballet.
—Tú le quitas lo divertido a todo, Woddy.
—McQueen llevan una ligera ventaja. Primer salto bien, el segundo no tanto, ¡oh! ¿Qué es eso?, ¿un ave, un avión, Superman?, ¡no amigos, es Éster Reverie que acaba de rebasar a McQueen y va dispuesta a coronar el último salto.
Wigna, desde su asiento, mira fijamente cómo los pies de Éster se doblan y la catapultan hacia el aire. Todo parece suceder en cámara lenta, pues a los ojos de todos, Éster parece un ángel cuando estira los brazos y la luz del sol contrasta con su uniforme celeste y blanco. El público observa embelesado, y Wigna, embelesada con la hermosa visión de su hija, extasiada y sudorosa, no se da cuenta del grave error que hay en su aterrizaje.
—¡Maldición! ¡Reverie se cayó!
El agudo grito que lanza Éster, seguido de unos dolorosos sollozos y un preocupado McQueen acercándose para verla, solo le indican a Wigna la magnitud del problema. Empolvada, Éster se sujeta fuertemente el tobillo izquierdo, mientras lo acaricia con sus manos intentando aplacar el dolor. Los demás competidores se acercan, algunos siguen corriendo y otros hacen un círculo alrededor de Éster para ayudarla. Mérida intenta que Éster se levante, pero en el momento en que su pie toca el suelo, el lamento que emite esta vez no se compara al anterior.
—¡Mamá! ¿Dónde está mi mamá? ¡Quiero ver a mi mamá! ¡Mamá! ¡Ayúdame!
Y desde su alma, ahora rota y destrozada, Wigna responde:
—¡Éster!
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paracaídas | andy davis
FanficPARACAÍDAS | ❝ No prometo unir todas las piezas sueltas de tu alma, pero sí intentaré evitar que te sigas desmoronando ❞. Donde Andy y Wigna deben superar uno de los momentos más difíciles de su vida. ❨ a toy story fanfic ❩ ❨ alternative universe ❩ ...