e p í l o g o

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Perseguir tus sueños es algo que te enseñan desde que eres pequeño, la añoranza de un día llegar a convertirte en quien deseas está presente en cada día de tu crecimiento.

Quizás al principio fue un sueño infantil e inocente como el querer ir a la luna, pero cuando creces y te enteras que alguien sí ha ido a la luna es donde, tal vez, deja de ser un sueño infantil e inocente y se convierte en uno real.

Todos tenemos sueños, todos deseamos ser alguien, las personas te dicen que los persigas sin importar cuánto cueste, pues tarde o temprano tu esfuerzo será recompensado.

Lo que esas personas no te dicen es que a veces, para cumplir tus sueños, debes dejar a quienes amas.

La preparatoria fue, en pocas palabras, una de las etapas más hermosas que podré haber vivido y, quizás, que viviré. Ahí logré grandes cosas y perdí otras cuantas, pero lo importante es la enseñanza que estas me dejaron.

Pero, por sobre todo eso, ahí encontré el amor. El amor adolescente e inocente lleno de promesas y deseos, el primer amor que te marca como ningún otro. Fueron tres años y medio los que tuve la fortuna de compartir con Kageyama Tobio, el hombre a quien amé desde la primera vez que lo vi, él hombre quien me motivó a ser quien hoy en día era.

Fueron tres años y medio llenos de amor y alegría, porque mierda, estábamos tan enamorados.

Podría describir nuestra relación como pequeños pasos de tortuga, porque ambos éramos torpes, no obstante, cada pequeño y alentado paso que dábamos era tan especial como ningún otro, pues en ese pequeño y alentado pasó dábamos otros cientos pasos más pero, esta vez, eran pasos de hormigas; tan pequeños que ni siquiera son vistos pero que para nosotros lo significaban todo y que, al final, formaban un gran hormiguero.

Eso lo había dicho él, es por ello que no tiene sentido pero en realidad lo significa absolutamente todo.

Kageyama Tobio es un hombre excepcional, de él aprendí tantas cosas, y yo le enseñé otras; porque así era nuestra relación, un darlo todo y recibirlo todo. Es por eso y más que mi corazón le pertenecía de una y mil formas.

Incluso cuando después de graduarnos yo recibí una beca en el extranjero y, como cualquier otra relación, tuvimos que distanciarnos.

Pero nosotros no éramos como cualquier otra relación, pues ambos nos habíamos convertido en personas que no dejaban ir lo que amaban nada más porque sí.

Lo intentamos, durante medio año lo intentamos y, puedo jurar, que dimos todo de nosotros; pero al final la distancia  que nos separaba y la gran velocidad en que comenzábamos a crecer nos hicieron tomar una decisión.

Una tan dolorosa que, a pesar de odiarla, terminé aceptándola porque era lo que necesitábamos.

Han pasado tres años y aún recuerdo su lacio cabello azabache, aun lo siento a mi lado en el sofá viendo videos de voleibol mientras yo leo un libro, aun siento sus besos en mi rostro, sus manos jugando con mi cabello y sus hermosos ojos azules mirándome con amor.

Aun siento que lo amo con todas mis fuerzas, porque quizás la vida es tan injusta que me otorgó la oportunidad de conocer a mi alma gemela aún sabiendo que al final nuestros caminos se separarían.

Sé por su propia voz, y gracias a las noticias sobre deportes, que ahora él es un jugador profesional de voleibol y que juega en un equipo de primera división; describir cuán feliz me hace eso es imposible, pero juro con mi corazón y alma que estoy tan orgullosa de Tobio que incluso podría escribirlo con mis propias lagrimas de amor.

Al final, ambos terminamos alcanzando nuestros sueños, pues mientras él representa a Japón, yo representaba a Estados Unidos en un equipo de la liga Americana.

𝒦𝒶𝓏𝑒𝓀𝒾 • 𝒦𝒶𝑔𝑒𝓎𝒶𝓂𝒶 𝒯𝑜𝒷𝒾𝑜Donde viven las historias. Descúbrelo ahora