Ningun joven de verdad debería tomar clases de un cortesano...
Lee Minho, el nuevo esposo de Christopher Bang, quinto duque de la dinastía Racha, es la encarnación del novio perfecto. ¿Qué diría entonces la sociedad si lo vieran con una copia de Los...
El deseo es un juego. Uno puede practicarlo con ligera sutileza, o con flagrante coqueteo.
Del capítulo titulado
«Cómo huir y estar seguro de que te atraparán»
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Minho se agarró a la correa para mantener el equilibrio cuando entraron en una zona especialmente angosta del camino. Christopher, sentado frente a él, apenas se movió del asiento.
Estaba leyendo otra carta más del saco de correspondencia que se había llevado, con sus largas piernas extendidas, de modo que le rozaba el pantalón con las botas que calzaba, y la expresión ausente. En algún momento del trayecto le había caído sobre la frente un mechón de cabello castaño que le daba un aire casi infantil, pero estaba demasiado distraído para darse cuenta, y en cualquier caso la anchura de sus hombros y la nítida masculinidad de sus facciones no tenían nada de infantil.
Minho cedió por fin al impulso que llevaba tentándolo durante los últimos kilómetros. Se inclinó hacia delante y con un gesto de familiaridad colocó el rizo rebelde en su lugar.
Él levantó la vista del pedazo de pergamino que tenía en la mano y, para alivio de Minho, lo dejó a un lado.
-No estoy prestándote atención. Discúlpame.
-Ya me dijiste que seguirías teniendo que ocuparte de tus asuntos cuando estuviéramos ahí, pero admito que este silencio me está resultando un tanto pesado. -En realidad Minho no esperaba que él comprendiera el nerviosismo que sentía ante su primera incursión real en el papel de gran anfitrión. Chris estaba tan acostumbrado a todo lo referido a la pompa y a los grandes eventos, que incluso dudaba que se hubiera parado a pensar en ello. Por Dios santo, su marido saludaba al príncipe regente por su nombre de pila.
-¿Cómo fue tu infancia? -Parecía una pregunta apropiada en aquel momento, pues se acercaban a la propiedad donde él se había criado, y él sentía curiosidad.
Christopher levantó las cejas un milímetro.
-¿Mi infancia?
-Me imagino que no es fácil crecer siendo el primogénito de un duque. -Minho recordó la imagen de sus sobrinas corriendo como locas por el parque días atrás, entre un vendaval de carcajadas infantiles. Él también había tenido una niñez maravillosa. -¿Te permitían jugar, montar en poni, aprender a nadar... y todas esas típicas cosas que a los niños les encanta hacer?
-De hecho, sí. Hasta cierto punto, supongo. -Sus ojos oscuros lo miraban de un modo que solo podía describirse como cauteloso. -¿Puedo preguntar por qué estamos teniendo esta conversación?
-Dudo que esto sea una conversación -señaló él. -Tú apenas has pronunciado un par de palabras. Y lo pregunto porque en el día a día dedicas tan poco tiempo a disfrutar, que me preguntaba si te educaron para que creyeras que así es como debe vivirse la vida.