Me he envuelto en las redes que yo mismo he fabricado, tan grácilmente como una asquerosa araña envolviendo su alimento, solo que en su caso soy la presa y el cazador al mismo tiempo. En momentos de lucidez tan impotente como el niño que curioso observa el rumbo de la naturaleza sintiendo la resignación del mosquito, sintiendo impotencia por no poder cambiar su rumbo ni culpar a la araña, quien obtiene una victoria que le garantiza seguir existiendo, pero el niño se cansa y se molesta; aun cuando sabe que mañana bien podría ser la araña que no puede ignorar su naturaleza. Saca con extrema delicadeza ese mosquito, ignorando que la araña pareció apartarse, cree ver en él un atisbo de agradecimiento, pero no termina ahí, porque el mosquito hace daño y volverá una y otra vez a saludar a la araña, que todos los días lo comerá gustosa de ayudarlo como en un maldito circulo vicioso sin escapatoria del cual me toca ser los tres protagonistas.