Desde la antigüedad, el océano siempre ha sido un lugar misterioso y desconocido para los navegantes. Los mitos sobre la eternidad, la muerte, las criaturas sagradas y terribles son parte del imaginario colectivo.
Norman Minerva es un renombrado c...
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El acuario
Emma gruño bajo en la garganta y tensando el cuerpo al percibir las vibraciones en el agua como un indicativo de amenaza. Con la cara enterrada en los antebrazos, entrecerró los ojos y miro hacia arriba desde su posición acurrucada los contornos nebulosos de los Khamai's.
Otra vez planeado en cómo hacer que ella se acerque voluntariamente. Emma se burló de su ingenio, a esa ideología de verla como otro simple animal del océano que con solo alimentar constantemente lograrían ganarse su confianza. Era ridículo y humillante, ningún Anak Laut en su juicio aceptaría ofrendas de criaturas que irrumpieron en su hogar y los apartaron de su familia.
Ella no iba a ser la excepción. Fue divertido verlos frustrarse y enojarse por su desinterés a interactuar con ellos pero, solo duro poco tiempo, cansados de su actitud comenzaron a usar objetos punzantes que irremisiblemente la adormecían. Fue rápido, aquella sustancia actuaba de manera similar a los venenos de algunos peces y erizos de mar. En el momento en que sus gruñidos se apagaban lo suficiente, bajaban y la colocaban en una camilla que posteriormente la llevaban hasta la superficie del acuario en que se disponía.
Su constante interés de establecer contacto mediante esos objetos la estresaba, y el no poder sentir su cuerpo, mover sus manos o aletas, pronunciar alguna palabra con su voz eran sensaciones que la aterrorizaban. El calor que trasmitían cuando la tocaban la estremecía. Ella o su instinto querían, mucho, que encajara sus dientes en las manos hasta desgarrarles la piel, el musculo y sentir en sus labios el sabor metálico de la sangre para satisfacer aquel deseo abrumador cuando osaban tocar cierta zona de su vientre.
Por los grandes astros del cielo, ha pasado mucho tiempo desde que necesito conectarse y depender de sus instintos... Eran demasiados recuerdos.
Cuando los efectos de aquel veneno disminuían la regresaban al fondo del acuario, desorientada y luchando para recuperar el control de su cuerpo. Terminando ella por acurrucarse en cualquier esquina y sumergiéndose irremediablemente en un círculo de desconsuelo. Emma cada vez que cerraba los ojos buscaba con desesperación en su vínculo la presencia segura de Ray. Deseaba su calidez, su tacto, su voz...
Iniciaba un ligero ronroneo a la espera de que como siempre el hombre respondiera con su característico canturreo, profundo y reconfortante. Sin embargo, su ronroneo fue solitario y oprimente de angustia ante el silencio prevaleciente en el agua estacionaria.
Quiero ir a casa.
Un siseo agudo escapo de sus labios cuando sintió el pinchazo penetrar dolorosamente entre las líneas de sus escamas, Emma se mueve de su lugar bruscamente, gruñendo enojada mientras quita el objeto de su piel y lo tira a otra parte del acuario. Desprecia su contacto y su corazón clama por lo que hicieron, y en su razón nunca habrá interés como para impulsarla a relacionarse con los Khamai's.
