¡EL MAGO MÁS PODEROSO DE TODOS!

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En alguna parte del bosque Zafiro, hace mucho tiempo, las comunidades de criaturas mágicas vivían en paz, no sólo eso, pues comunidades de humanos también se encontraban en el bosque, compartiendo todos la conexión con la naturaleza.

Los humanos, al igual que otras criaturas mágicas como los elfos, los gnomos o las hadas, se sentían cómodos con esto, siendo invitados a entrar a su comunidad siempre que tuvieran buenas intenciones, y viceversa, pues algunos humanos eran otorgados del honor para visitar las mágicas comunidades ocultas de otras criaturas.

De esta manera habría gran y genuina confianza entre los que vivían en el bosque, con un sentimiento de admiración por lo que cada una de las comunidades podría lograr por su cuenta, incluso ayudándose mutuamente en momentos de necesidad.

Sin embargo, había algo que los humanos no poseían, no en gran cantidad como las criaturas, y esto era la magia, pues solo las criaturas mágicas nacían llenas de esta, y los humanos no. A pesar de existir extraordinarios humanos capaces de utilizarla y probarlo, muchas criaturas consideraban esto algo maléfico, como un robo.

Esta era la parte oscura de algunas criaturas en el bosque, estas se vanagloriaban de ser superiores a los humanos sin ninguna conexión con la magia, aprovechándose cada vez que podían de los ingenuos e inocentes, algunas veces solo con travesuras, como cuando las hadas se robaban los dientes de quienes dormían profundamente, pero otras, cometían atrocidades, como los duendes cuando se robaban a los bebés descuidados, solo para satisfacer sus propios caprichos.

Era una época peligrosa, incluso para nacer, pues los humanos no tenían como protegerse de las fechorías mágicas. Por ello, cuando un mago existía, este era considerado un héroe, un prodigio digno de admirarse. También eran siempre elegidos para visitar comunidades de criaturas mágicas, pues el conocimiento de ellos podía crecer mucho.

Pero las maldades no se detendrían, al contrario, pues al ser detenidos por magos, las criaturas se sentían ofendidas, con golpes directos a su orgullo. Comenzaron a ser más violentos, más meticulosos y sádicos.

Un día, dentro de una pequeña cabaña, nació un pequeño niño. Sus padres, que estaban emocionados por su llegada, le habían conseguido un colgante, este estaba hecho de oro, y tenía el nombre "Cristóbal".

La familia estaba muy feliz, era momento de celebración, y mucha gente se encontraba en el lugar, con el bebé siempre en brazos de la madre. El festejo duró hasta el anochecer, donde todos se retiraron, y el bebé fue puesto en su cuna.

Ambos padres decidieron dormir junto a este, en la misma habitación, pues habían oído lo que sucedía en el lugar, tomando turnos para mantenerse despiertos y cuidar al bebé. Sin embargo, los duendes tienen demasiados trucos.

No solo era uno, varios duendes se escabulleron sigilosos por la chimenea de la cabaña, utilizando un hechizo de invisibilidad. Estos, sin encontrar a los padres, entraron confiados por la casa, cautelosos de cualquier hechizo de protección que podrían haber utilizado.

Dentro de un rato encontraron la habitación del bebé, y se advirtieron unos a otros de que los padres se encontraban adentro. Ahora el secuestro era mucho más difícil, pero esto solo les daba más motivación a los duendes.

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