Los Hakobyan

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Día en que Peter murió

8:00 a.m.

La mañana es sorprendentemente cálida, el sol salió hace un par de horas y ya está secando el rocío y la humedad que la noche había dejada. Estoy parado en el pórtico de la casa, recibiendo la calidez del día mientras bebo un café, últimamente me hace falta energía y esto de levantarme temprano porque eres completamente responsable de alguien es agotador. Este último mes he aprendido repartir mi tiempo entre cocinar algo comestible, mantener la casa lo más limpia que puedo, estudiar para mantener un promedio y trabajar algunas horas a la semana en la biblioteca para tener ingresos extras, a veces no alcanza con lo que papá nos envía.
Pero hoy será diferente, decidí darme un día de descanso, respirar y renovar la fuerza para seguir con esto. Le pedí ayuda a la vecina, la señora Robbins, ella sabe la situación por la que pasamos mi madre y yo y aceptó estar en casa mientras no estoy (además mi pago de toda la semana la motivó a casi ofrecerse voluntaria cuando se lo pedí) así me iré más tranquilo. Me iré de campamento con mis amigos, Peter tuvo la idea y Amber ofreció un lugar a las afueras de la ciudad, una zona del bosque de la cual es dueña sus padres y que de seguro heredará algún día. Me sorprende que Amber esté incluida, ella suele estar en casa, en la biblioteca o en el colegio, sus padres pueden llegar a ser algo estrictos, pero lo que interesa es que el grupo completo irá. Peter nos recogerá a cada uno, primero vendrá por mí a eso de las 10:00 a.m. pero necesitaba asegurarme de que en casa todo quedará bien antes de irme. Después de recibir algo de vitamina D entró a casa y empiezo con la rutina de siempre, hoy me permití dormir un poco más por ser fin de semana, pero la responsabilidad llama y el sueño limita, además hoy en la noche podré dormir tanto como quiera ¿verdad?
 
PRESENTE
 
La vida suele volverse rutinaria, en especial las mañanas, el sol sale, los sueños se esparcen y la vida comienza; claro que mis mañanas no han sido solo sol y felicidad estas últimas semanas. Mi alarma suena a las 6.00 a.m., no me puedo permitir cinco minutos más porque debo preparar el desayuno y dejar preparado el almuerzo, trato de que mi madre no se acerque a la cocina si no es necesario, así evito que se lastime. No la despierto hasta las 7.30 a.m., cuando ya casi todo está listo y la casa no corre riesgo de incendiarse o inundarse o hasta que me aseguro que ningún desastre posible sea, bueno, posible en lo que no estoy. La parte positiva de que tu madre tenga Alzheimer es que no le importa comer lo mismo casi todos los días porque, bueno, no lo recordará.
Ella suele estar tranquila todo el tiempo, perdida en sus pensamientos y quizá tratando de organizar sus recuerdos, pero cada vez que la llamo en las mañanas con delicadeza para despertarla ella suele asustarse y gritar incoherencias, hace una semana aprendí que debo dejar que se calme sola, después de unos minutos empieza a detenerse hasta quedarse quieta, luego encuentra mi rostro y sonríe como si unos segundos antes no hubiera enloquecido. Es la peor parte de mi día, pero puedo soportarlo, debo hacerlo.
A las 8.00 a.m. ya estoy preparado para ir a la escuela y mi madre para quedarse en casa viendo sus programas. Como cada día, le explico y enfatizo que el almuerzo está en el microondas y que solo debe calentarlo un poco, así evito una llamada de la policía o los bomberos porque mi mamá iba a cocinar algo y olvidó cerrar la lleve del gas o dejó algún grifo abierto. Antes de irme le pido que por favor no salga, la beso en la frente y ella me sonríe como si fuera un niño que acabó de mostrarle su dibujo con garabatos, al salir cierro con llave la puerta y apago la corriente de gas, por si acaso. Cada vez que salgo de casa ruego a Dios para que no pase nada grave, la verdad me sorprende no haber recibido una noticia trágica al regresar en la tarde, pero sea lo que sea espero siga así hasta que logre reunir suficiente dinero como para que acepten a mi madre en un lugar donde sí la puedan vigilar las 24 horas, así dejaré de temer por su bienestar y pueda preocuparme un poco por el mío.
El recorrido a la escuela es el tiempo que uso para tranquilizarme y estar en “blanco”, trato de dejar las preocupaciones de lado por los poco minutos que me quedan del día para mí, básicamente escucho música y camino sin pensar en nada más que en el paso que daré después del siguiente. Cuando atravieso las puertas del instituto las preocupaciones, que habían estado en el aire mientras venía, caen de nuevo sobre mis hombros y debo soportarlo hasta la tarde que voy de regreso, ese pequeño tramo de casa a escuela es lo único que me queda, es lo único que puedo decir me pertenece después de haber perdido tantas cosas durante el último año. Una de esas preocupaciones es la beca que gané hace un año para estudiar en el prestigioso colegio, la cual he descuidado las últimas semanas. Estudiar ahí es una gran oportunidad que no me puedo atrever a arruinar, como ya dije, no puedo perder más cosas.
Mientras tarareo una de las canciones de mi playlist recuerdo el mensaje que recibí anoche de Holland, me había preocupado un poco por lo inusual que fue que se comunicara conmigo después de un tiempo y que lo haga de esa forma, como si yo tuviera la culpa de que estuviera fuera casi a media noche. Ayer no lo vi en la escuela, espero encontrarlo hoy y aclara las cosas, aunque no está de más llamarlo, por si acaso. Paro un segundo para buscar su número y llamar, pero me envía directamente al buzón, tras intentarlo otro par de veces decido dejar un mensaje.

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