Parte 12

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Tobio llegó a Sendai después de bastante tiempo de viaje.

Estaba nervioso por conocer a su melliza, ¿cómo sería eso?¿serían parecidos?

El abogado acordó que se encontraran en la casa de los abuelos, tenía abuelos japoneses que conocería también ese día, los padres de su verdadera madre.

Suga insistió en acompañarlo y él, cabezón como era, quiso enfrentar todo este tema solo, y allí estaba, frente a esa puerta de una casa bastante moderna y de dos plantas.

Tocó el timbre y esperó. La puerta de abrió y una hermosa joven morocha como él con los mismos ojos azul mar lo miraba llena de emoción.

--¡hermanito!, pasa, pasa, soy Miwa, ya te diste cuenta por el parecido que tenemos.-lo jalo hacia adentro de la vivienda.-¡abuelos aquí esta Tobio!

--sí, soy yo.- me recuerda a Hinata por la sonrisa y ese tono alegre

-- deja ahí tus zapatillas, ven a sentarte con nosotros, tenemos mucho de qué hablar.

-- deja ahí tus zapatillas, ven a sentarte con nosotros, tenemos mucho de qué hablar

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En Brasil Shoyo seguía abriendo regalos.

A pesar de estar abajo del ventilador de techo y tener otro ventilador de pie, tenía mucho calor, eso no le quitaba el entusiasmo por todos los presentes navideños que recibió para el bebé. El peluche de una pelota de vóley fue su favorito y esa practicuna (cuna de viaje plegable) que trajeron Nice y Héctor lo maravilló, hasta una bañadera blanca, cosas de cosmética y más ropa.

Tendría que pensar en mudarse cuando el presupuesto lo permitiera, porque no quedaba lugar donde seguir guardando cosas.

Pasear por la playa con su mamá y hermana era un placer, pero ya necesitaba ir al baño seguido y tanta caminata a paso lento lo desesperaba, aunque los helados que comía después valían todo ese esfuerzo.

Estaba de casi 34 semanas y el bebé se movía mucho, su cara de felicidad iluminaba todo.

Mio estaba feliz, como abuela primeriza. 

Aunque no pudo convencer a su jefe para que le diera vacaciones en febrero y estar para la fecha de parto, al menos lo veía embarazado y ya no tenía ese último recuerdo de su hijo cuando volvió a su casa de Inglaterra con la cara demacrada después de perder el bebé.

Averiguando que había pasado, Mio logró saber que Shoyo esperaba mellizos y perdió a uno de los bebés, el otro se salvó de milagro porque no lo rasparon después de aquella hemorragia espantosa, no supo si fue por negligencia del médico que lo atendió o la mano de Dios, como decían los amigos brasileiros de su hijo. Ahí la gente en general parecía muy creyente en Dios, era alegre y tenía mucha fe, tanto en la música como en la danza, siempre reían y le veían el lado bueno a todo, seguro por eso su hijo se sentía tan a gusto en ese sitio.

Los días pasaban y el 4 de enero llegó otra sorpresa. Kenma apareció en la puerta del departamento, para alegría de todos los conocidos y la felicidad de Pedro quien no lo conocía en persona.

Bailando con fantasmasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora