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*Ginevra*

Si bien la respuesta a mi pregunta no había sido lo que esperaba, lo dejé pasar. Aren era alguien a quien no podía evitar mirar, si él estaba cerca mi vista siempre iba hacia él.

Si el hecho de haber cantado a los gritos tan cómodamente junto a él me parecía raro, sentirme tan a gusto con el rubio, sentada sobre una manta viendo ese paisaje, era alucinante. ¿Quién te lo diría, querida Ginevra?

Miré por el visor de la cámara buscando un buen encuadre para inmortalizar. Nunca había sido una fanática de sacar fotos, pero admiro mucho a las personas que sí. La forma de transmitir el mundo a través de solo una imagen a la cual no le haces modificaciones significativas es algo que no entra en mi cabeza. Es asombroso.

Una cuando dibuja o pinta deja su impronta en el trazo, en la pincelada; en una fotografía solo se puede mostrar el hecho pero el enfoque del fotógrafo, hacía la diferencia.

Seguía mirando por el pequeño lente hasta que me encontré con su rostro concentrado. Bajé la cámara y vi que leía un libro que no conocía. Su cara de concentración era graciosa, la punta de su lengua sobresalía apenas de sus labios, su ceño se fruncía un poco y rascaba la esquina de la hoja. Adorable.

Esperen, ¿yo dije adorable? ¿En qué me está convirtiendo este chico?

Levanté la Polaroid y le tomé una foto. Luego de que el flash saltara y el aparato expulsara el papel, agité el resultado de mi impulso. Aren me miró extrañado.

-¿Por qué me sacaste una foto? -dijo, no parecía disgustado, sólo curioso.

-Me pareció una buena toma- me encogí de hombros y miré la fotografía ya revelada.

Salía él rodeado de árboles de distintas formas, conformando un semicírculo de distintos tonos, una de las esquinas denotaba la cercanía de agua y el reflejo del sol en esta, daba en la cara de Aren, haciéndolo ver más atractivo de lo normal. La luz daba en su cabello rubio y se notaban pequeñas iluminaciones. Era una foto muy buena a pesar de ser espontánea.

Él la tomó de mi mano y la observó por largos segundos sin decir nada.

-Realmente es muy buena- dijo, aunque podía ver que estaba pensando en otra cosa más lejana a la situación en ese momento.

-Gracias, no es mi especialidad pero una hace lo que puede -dije sin más.

Aren asintió y volvió a su libro. Yo aproveché y saqué mi pequeño cuaderno de dibujos; suelo llevarlo a cualquier lado, una nunca sabe cuándo puede haber una oportunidad de recrear un lugar increíble.

Comencé con pequeños trazos suaves, dando lugar al primer boceto de la escena frente a mí: el lago y la arboleda. Era precioso, rápidamente fui completándolo, tomando cada detalle, perdiéndome en las líneas.

Estaba tan concentrada que no noté cuando Aren se levantó y empezó a guardar sus cosas.

-¿Qué pasó? -pregunté algo desorientada.

-Tranquila -dijo riendo- Sólo estoy empezando a guardar las cosas, parece que va a llover en cualquier momento.

>>Creo que deberíamos irnos.

-Oh, si, claro, por supuesto.

Recogí mis pertenencias y emprendimos camino hacia el auto. Todo bien de regreso hasta que tropecé con una rama y caí de cara al barro que se había creado con las primeras gotas que habían empezado a caer.

Nunca fui alguien con grandes reflejos pero esto era el colmo. Así de rápido como caí, me levanté y giré a ver al rubio. Esto me costaría muy caro. Se notaba que trataba con todas sus fuerzas por no reírse, sin éxitos, obviamente.

A shot of GinevraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora