16. Suficiente

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- Hola.- Pronunció el muchacho de ojos azules que aún con la luz de la luna se veían de los tonos más brillantes, y aunque a ojos de cualquiera, serían ojos fríos y distantes, a Greed le producían cálidez.

Ojos cuál hielo, que podrían derretirlo con sencillamente una mirada.

Un escalofrío recorrió su espalda, su voz suave y rasposa, cansada pero que solamente tenía la mejor intención de saludarlo.

Se le revolvió el estómago, como si cientos de insectos le revolotearan la cabeza y corazón. Donde ni siquiera la razón podría evitar que siguiera enamorándose de él.

Inhaló, olvidando cómo respirar. Odiaba sentirse así de indefenso ante alguien, porque por lo general, siempre había sido alrevés. Era entonces cuándo extrañaba sus días de bully, que aunque no muy lejanos, parecían recuerdos de otra persona.

¿En qué momento se había suavizado tanto? Lo odiaba.

Se limitó Greed a simplemente hacer un gesto con la cabeza en forma de saludo, tratando de recordar cómo actuar normal. Tomó una gran bocanada de aire y se hizo para atrás, aclarando su garganta con poca sutileza.

- Tengo que...- Dijo refiriéndose a la orden que debía entregar, hace aproximados unos cinco minutos que han estado sencillamente viéndose el uno al otro, queriéndose decir todo, y a la vez nada.

- ¡Oh si! Lo siento...- Dijo el joven enamorado, que no podía esperar a contarle todo a su amigo sobre su primera novia. Se quedó en una esquina esperando a que pudiera terminar su turno.

Ted se había ido desde hacia aproximadamente dos horas, así que Greed estaba indefenso, talvez si se tratara de pegarle a alguien en la cara estaría más convencido de que ganaría.

Sin embargo, con los sentimientos en juego, su edeble corazón palidecía y temblaba, ni siquiera sabía que era capaz de sentirse de esta forma, y ahora se veía obligado a convivir con esos sentimientos inefables que no hacían más que complicar aún más las cosas.

Que repugnante era el amor.

Tenía que mantenerse realista, y guardarse los sentimientos, como siempre hacía.

Entregó la orden, y suspiró cansado. La última clienta, que en el momento que se fuera significaría estar a solas y escuchar a su amigo, y de paso, escuchar a su corazón fracturarse en mil pedazos mientras probablemente sus pulmones olvidaban como respirar por los celos de que el amor de su vida le pertenecía a alguien más.

Veía de re ojo a su amigo, que a contrario de sí mismo, parecía estar lleno de vida y energía. ¿Realmente amaba tanto a esa chica?

Probablemente sí.

El corazón se le estrujo ligeramente, odiaba sentirse así, cuando sabía que era imposible tener algo los dos, ni siquiera quería algo con su amigo. Estaba mal, él no era así.

Por eso debía continuar con su plan, aplicarle el hombro frío e ignorarlo, o ignorarse a sí mismo para demostrarse que era normal.

Y mientras pensaba y limpiaba la mesa del cliente ya ausente, se percató de una mano que se posó cariñosamente en su hombro. El de ojos limón volteó ligeramente para verlo ahí, sonriéndole cálidamente, hablándole sin hablar como siempre lo hacía. Haciéndole ver que se preocupaba por él, aunque no supiera verdaderamente qué pasaba dentro.

Claro, nunca lo sabría.

Nunca se lo diría.

- Creo que... deberíamos ir a dormir.-
La cara cansada de Greed apenas y pudo procesar la oración, se llenó de tonos rojizos, y sin decir nada, frunció el ceño, tratando de mantener su orgullo intacto.

- Me debes mucho. - Dijo Greed, ligeramente molesto, tratando de disimular el sueño, las ganas de ahorcarlo o tirarse de un puente. Talvez todas al mismo tiempo.

- Gracias...- Susurró, su voz rasposa, hipnotizante, adictiva.

Carajo.

Se mostró en un principio reacio a preguntar, ignorarlo, irse a la cama, y talvez, solo talvez, a la mañana siguiente se olvidaría de la realidad horrorosa de que se había enamorado de su mejor amigo. Así que no preguntó, permaneció en silencio, y escuchó al contrario suspirar como nunca lo había hecho.

- Ella... es genial.- Once sonreía dulce, pero no parecía igual de emocionado que antes por contarle, quizá el momento de alegría se había disipado, lo más probable es que el sueño haya empezado a afectarle.

Nada más, debía ser el sueño.

Debía mantenerse realista, después de todo.

Admiró el perfil de su mejor amigo: su nariz arqueada, sus ojos azules con pestañas extrañamente largas y pobladas... Su cabello de seda, y sus pecas que marcaban en su cara la galaxia entera.

Volteó la vista, mareándose en el intento desesperado de escapar de lo ahogado que se sentía con la belleza del de ojos azules. Y por ser tan renegado, terminó dándose un golpe en contra del marco de la puerta de su habitación.

Para acabarla de cagar, no le bastaba con tener el corazón roto, ahora también la nariz.

Once se volteó para agarrar la cara contraria entre sus manos tan tersas y suaves, que con el único roce hacía que sus mejillas ardieran y se le derritiera el corazón. Su tacto suave que no habíase percatado antes Greed lo mucho que atesoraba y extrañaba desde que llegaron a la ciudad, desde ese último abrazo que hace un par de horas se brindaron, celoso de la última vez que esos ojos se le fueron dirigidos exclusivamente a él. Escuchó una risa suave a lo lejos.

- ¿De qué te ríes?- Preguntó enfadado, con su nariz ensangrentada y enrojecida.

- ¡Lo siento!- Exclamó para seguir carcajeando ante la vista del cansado Greed que solamente quizo irse a dormir.

Once reía, sus pecas brillando con la luz de las farolas del pasillo que ahora atravesaban para ir al hogar que compartían. Y Greed sonrió, olvidándose por un segundo lo que significa estar enamorado de su amigo -sin hablar de su nariz ensangrentada-, y simplemente admirar la vista que era tan suertudo de presenciar.

Se preguntaba, si... ¿le sonreía así a ella?

No, por supuesto que no lo hacía. Una risa tan única, solo para él, exclusivamente diseñada para cuando a solas perdían el tiempo hablando de lo insignificante de estar vivos.

Talvez... esto no era tan malo. Podría vivir con nunca decirle lo que sentía, podría ignorar sus sentimientos para no perder esto, para no perderlo a él.

Su vida había estado destinado, incluso antes de nacer a vivir del dolor, estaba acostumbrado a aquello ya. Solo tendría que lidiar con ello un poco más.

Después de todo, estaban vivos, juntos.

Y talvez eso era suficiente.

 Lemon Boy. - Oncest [AU!]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora