Capítulo 5: Envidia

52 9 1
                                    


No siempre Damon y Elena tenían las mismas clases o las tenían a la vez. La chica era la primera en tener educación física mientras que el chico tenía el siguiente turno y a veces se cruzaban en el cambio de clase. De momento seguían sin avanzar en el trabajo, a pesar de que se reunían una o dos veces por semana. En opinión de Damon era porque se esforzaban demasiado, necesitaban un enfoque más light como les había pasado con los primeros que les habían salido de forma natural.

Intentando arreglar eso había preparado una pequeña broma que relajase el ambiente. Los chicos solían cambiarse rápido y se quedó aposta el último en el vestuario. Había vuelto a traer la videocámara y con ella en la mano se dirigió al vestuario de las chicas. Ellas, sobre todo las que acababan de tener gimnasia ahora, tardarían más en ducharse y cambiarse. Y por lo que Damon sabía, la clase de Elena tenía la hora libre ahora.

También sacó de entre sus cosas un pequeño destornillador y lo usó para desatornillar la rejilla de ventilación. Daba directamente al vestuario de chicas y lo habían construido bien, era demasiado pequeño para que pudiera ver bien desde allí, pero podía meter la cámara en el agujero todo lo que le diera el brazo y jugar con el zoom para poder atisbar lo que pasaba en la pantalla.

Esforzándose mucho consiguió ver que había un grupo de cinco chicas haciendo un corro mientras se vestían. No podía oír nada, pero parecían estar enfrascadas en una conversación muy intensa, por lo que le pareció raro que se callaran de golpe cuando alguien, a Damon le pareció que era Elena, salió de la ducha envuelta en una toalla. Tendría que repasar ese vídeo después, cuando pudiera revisarlo con el ordenador.

***

Esa misma tarde, Elena se dirigía por primera vez a casa de Damon. Siempre que habían quedado había sido en la suya o en el instituto, nunca en lo de él. No tenía ni idea de que esperar cuando Damon la llamó para pedirle que fuera urgentemente.

El chico estaba esperándola en el porche con gesto serio.

- ¿Dónde está el fuego? – le preguntó al acercarse a él.

- Tienes que ver una cosa. – Damon ignoró la broma y se puso en pie para guiarla a su habitación.

Damon vivía en una casa de dos plantas como la de ella, pero ahí se acababa toda la similitud. Todo era mucho más grande, incluida la habitación del chico que era como dos veces la suya. Aunque Elena no tuvo mucho tiempo para asombrarse y examinar el espacio porque Damon tenía mucha prisa porque viera algo en que tenía abierto en el portátil.

- Quería gastar una broma y metí la cámara en el vestuario. Esto es lo que grabé. – le dijo sentándose en su amplia cama donde tenía el ordenador.

- Estás asustándome Damon. – dijo la chica, sentándose tímidamente en el lateral.

- Solo es algo que creo que deberías ver. – respondió él, echándose un poco hacia un lado para hacerle más sitio.

- Vale. – aceptó Elena extrañada y se acercó más para ver el ordenador.

Damon le pasó los cascos porque él no quería escucharlo de nuevo, después reprodujo el vídeo para ella. Le había costado un poco pero había conseguido un sonido más o menos decente, el suficiente para distinguir que a Sage, la capitana de las animadoras, no le había gustado nada el emparejamiento al azar de Elena y Damon.

Sage y un par de las chicas compartían ética con ellos. Se lo estaban pasando en grande enumerando las posibilidades de lo que harían si tuviesen la suerte de hacer un trabajo de dos meses con Damon Salvatore, pero sobre todo burlándose de que la mosquita muerta de Elena no sabría aprovecharlas. Por eso se habían callado cuando Elena salió de las duchas.

No era nada agradable, pero lo primero que pensó Damon fue que Elena debía saberlo, por eso la había llamado. La chica se estaba poniendo pálida e imaginándose lo que debía sentir, Damon se movió hasta su espalda y la abrazó.

Cuando vio que el vídeo había terminado, le quitó uno de los cascos y susurró en su oído.

- No les hagas ni caso. – dijo abrazándola de nuevo.

- Así que eso es lo todos que piensan. – musitó Elena, limpiándose disimuladamente una lágrima que se le había escapado.

- No todos. Yo no lo pienso. Solo ellas que son unas estúpidas. – dijo Damon rápidamente, queriendo reconfortarla.

- No puedo dejarlo así, sería como darles la razón. – decidió impulsivamente Elena.

- Tengo una idea mejor, ¿quieres oírla? – propuso el chico y ahí Elena cayó en que seguía abrazándola y que no se sentía tan mal como creía antes.

Damon también pareció ser consciente de ello y la soltó lentamente, moviéndose después para quedar justo a su lado.

- ¿Qué se te ha ocurrido? – le preguntó la chica, armada con la firma resolución de vengarse, y no precisamente con la bromita inocente que le había gastado a Damon.

- ¿No lo ves? Se mueren de envidia. – le remarcó su visión. – Y la envidia es un pecado. – sonrió ampliamente, guiñándole un ojo.

- ¿Quieres utilizar este vídeo? – comprendió Elena. – Pero...

- Es perfecto. – la interrumpió el chico. – Nada de lo que hagas va a humillarlas tanto como exponerlas delante de toda la clase.

- Sí, eso sí. – reconoció ella, pero tenía la mirada nublada al no estar convencida del todo.

- ¿En qué piensas? – Damon llevó la mano hasta su barbilla y se aseguró de que le mirase a los ojos. - ¿Qué fallo le ves a mi plan perfecto?

- No es exactamente un fallo. – reconoció ella, perdiéndose en sus intensos ojos azules. - ¿Pero no vas a tener problemas si se descubre que has metido una cámara en el vestuario de chicas?

Así que en realidad estaba preocupada por él, descubrirlo fue una agradable sorpresa para Damon.

- Mientras no se difundan por ahí y todo el mundo salga vestido... no creo. – le quitó importancia Damon. Estaba mal y seguramente se ganaría una advertencia de su profesor, pero no creía que Alaric le denunciara al director. Y siempre le quedaba la carta de la estricta política antibulling del instituto para asegurarse de que Sage y sus amigas no protestasen.

La idea era muy buena y Elena quería vengarse, así que aceptó la palabra del chico. Miró de nuevo el ordenador, donde por suerte la pantalla del odioso vídeo estaba toda negra y no se veía nada de su contenido, pero no se sentía aún con fuerzas de ir a casa. Seguramente su madre notaría que algo había pasado y no quería hablar de esto.

- ¿Puedo quedarme un rato? – le preguntó a Damon.

El chico seguía sujetando su barbilla, aunque ya no le obligaba a mirarle. De vez en cuando la acariciaba con el pulgar, recordándole de esa manera que estaba allí, a su lado, junto a ella.

- Todo el que quieras. – asintió dándole otra de esas caricias antes de apartar la mano definitivamente.

Se levantó a por el mando de la televisión y se recostó cómodamente, con la espalda en el reposacabezas y una mano por detrás de la suya.

- ¿Quieres ver una peli? – propuso.

Elena asintió, agradeciéndole la distracción y se acomodó de la misma manera que él, de nuevo a su lado.

***

- Y tras esta demostración gráfica de la envidia, os dejo de nuevo con Elena. – sonrió Damon inocentemente cuando terminó el vídeo. Se había fijado especialmente en la reacción de Sage y en las risas de los demás, disfrutando cada segundo de la humillación como seguramente había hecho Elena.

- Gracias Damon. – le agradeció ella, tomando el mando de sus manos y se adelantó a la pregunta de su profesor. – El sexto pecado es la soberbia.

Seven Deadly SinsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora