El Concierto y La Conclusión.

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La música golpeaba mis oídos y mi corazón, la temperatura ascendía de manera peligrosa y mi espacio personal ya era una utopía, pero no me molestaba en lo más mínimo. Ya nada que no fuera la adrenalina del momento importaba. Cada cierto tiempo asomaba la cabeza por sobre las de la multitud para asegurarme de que Natalie no hubiese sido aplastada por la masa humana; pero se veía en perfectas condiciones gritando, saltando y meneando las caderas, la cabeza y los brazos al son de la música. Es más, no solo en perfectas condiciones... Se veía increíble con aquella sonrisa incontenible en sus labios al final de cada verso que gritaba, el cabello pegado al rostro perlado y las pupilas dilatadas por la emoción.

En un instante determinado en que la iluminación del escenario se intensificó hacia el público, nuestras miradas se encontraron y ella me enseñó una sonrisa tan sincera que me dieron ganas de llorar. Estábamos a dos o tres personas de distancia el uno del otro, no lo recuerdo bien. Lo que se quedó grabado en mi memoria de ese momento fue cuando tomó mi mano, la sujetó con fuerza y yo tiré de ella para acercarla a mí empujando a quienes intentaran deshacer nuestro agarre. Costó un par de insultos por parte de los espectadores cercanos a nosotros, pero finalmente la tuve frente a mí.

La música realmente es como una droga, eso fue lo que aprendí esa noche. ¿Por qué? Pues 1) porque no tenía clara consciencia de lo que pasaba y por lo tanto no pude resistir el impulso de abrazar a Natalie con todas mis fuerzas y 2) porque ella no me lo impidió. Nos abrazamos durante un eterno minuto en el que no dejé de pensar en lo bien que se sentía tenerla entre mis brazos abrazándome con la misma intensidad que yo sentía y en lo mucho que deseaba quedarme así para siempre.

Al separarnos sentí frío, pero al ver que bajo sus largas pestañas se escondía una sonrisa tímida, mi temperatura subió inmediatamente. Se dio vuelta para mirar otra vez hacia el escenario y yo me quedé observando su nuca como un idiota.

Porque si la música me desorientó, ese abrazo me hizo perder la cabeza durante un buen rato.

La música volvió a sonar y la gente a empujar hacia adelante, cosa que esta vez supuso un problema, ya que la pared de cuerpos me incitaba a pegarme contra Natalie, que ignoraba lo que pasaba al verse protegida de los empujones gracias a mi presencia a sus espaldas. De repente, no pude seguir haciendo presión en contra de la masa y me vi catapultado hacia adelante. Para no aplastarla ni hacerle daño, me aferré a su cintura como acto reflejo. Entré en pánico al darme cuenta de la posición en la que estábamos y me apresuré a susurrarle un "lo siento, están empujando" al oído. Ella asintió, se encogió de hombros y puso sus manos sobre las mías mientras nos tambaleábamos de un lado a otro al ritmo de la canción. Su actitud ante mi torpeza me dejó sin aliento, y me pregunté si el hecho de que no me apartara de su lado significaría que le gustaba.

Me sentí estúpido mientras lo pensaba, y me cuestionaba cómo era posible tener una obsesión tan repentina por una persona de la que no se sabe absolutamente nada.

Llegué a la conclusión de que no era posible, nadie necesita tanto a otra persona de un día para otro.

Así que decidí que si iba a obsesionarme con Natalie "cuyo-apellido-sería-mi-primera-averiguación", primero tendría que conocerla a fondo.

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⏰ Última actualización: Apr 24, 2015 ⏰

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La chica que conocí en la playaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora