Su Número

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La segunda vez que la ví estaba sentada por sobre mi cabeza, en una rama alta y gruesa de un árbol, con sus auriculares puestos. Su mirada estaba perdida en el océano y sus labios se movían, pero no estaba hablando. Yo solo la estaba contemplando como el cobarde que era, otra vez. No quería hablarle. Pero quería hablarle. Oh, joder, me derretía por hablarle solo para escuchar su voz otra vez. Tan dulce, tan armoniosa. Y luego ella se quitó el auricular del lado derecho primero y después el izquierdo. Enrolló ambos en torno a su teléfono celular y guardó todo en el bolsillo delantero de su chaqueta militar. ¿Es que nunca se quitaba esa chaqueta? Se veía tan hermosa en ella. La verdad es que ella podría haber estado usando una bolsa de basura a modo de ropa y yo aún así habría creído que estaba hermosa. Luego se paró en la rama en la que antes había estado sentada y comenzó a bajar lentamente del árbol. Cuando estaba en una de las ramas más bajas, se quedó ahí parada, mirando hacia abajo mientras mordía su labio inferior. ¿Es que me quería matar? Estaba haciendo un gran trabajo mordiendo su labio de esa manera. Me pregunté cómo habrá logrado llegar hasta allá arriba. Debió haber sido difícil. Ahora estaba contemplando el suelo, dudando, calculando.

Una vez leí en alguna parte que una persona "valiente" requiere solo una porción de valor en sí mismo, más otras tres de estupidez. Decidí entonces que lo mejor que podía hacer en esta situación era dejarme llevar por mi estupidez, y eso hice. Corrí lo más rápido que pude para salvar cuanto antes la distancia que me separaba de Natalie. Cuando me encontré plantado en frente de la rama en la cual ella estaba, tuve que inclinar mi cabeza hacia arriba para poder hablarle, con los ojos entrecerrados por el sol.

-Salta -dije sin más, sorprendiéndome a mí mismo por lo que estaba haciendo. Supuse que era cierto que la estupidez era más cercana a la valentía de lo que todos creían. Yo no era valiente, yo era estúpido. Pero aquí estaba, ofreciéndole ayuda a una hermosa chica que no podía bajar de un árbol. Su carcajada me hizo arrugar la frente más de lo que ya lo hacía por estar viéndola a contraluz.

-¿Qué eres, mi guardaespaldas? Ya salvaste mi vida una vez el otro día, Romeo. Creo que me conformo con eso.

-Solo te devolví tus auriculares -dije, algo ruborizado por su comentario. Recé para que no fuera muy notorio. Como ella no respondió, decidí hablar otra vez. Aclaré mi garganta -¿Saltas? -pregunté, incómodo.

-A la de tres -su respuesta fue seguida por un suspiro.

-Uno -comencé.

-Dos -dijo ella. Hubo una pequeña pausa. Me preparé física y mentalmente para atraparla.

-¡Tres! -gritamos al unísono y un instante después, la chica más bella del planeta estaba en mis brazos.

La miré, sus ojos estaban cerrados. Sus brazos entrelazados alrededor de mi cuello, sus labios apretados formando una línea recta y mis brazos en contacto con su abdomen y piernas me hicieron sentir en el paraíso. ¿Qué me estaba ocurriendo con esta chica de la que no sabía ni el apellido? Me sumí en la oscuridad de su mirada apenas sus párpados se separaron. Miré sus ojos, sus mejillas sonrojadas, la forma en que su nariz daba paso a sus oscuras cejas, mi vista pasó por cada milímetro de su rostro para finalmente acabar en sus labios entreabiertos. El mundo se había detenido para mí.

Pero para ella no.

-Muchas gracias por tu ayuda, Romeo -dijo riendo, su risa me dejó hipnotizado por una eternidad en forma de segundo-. Ya puedes bajarme.

Solté sus piernas primero y después retiré -haciendo lo posible por ocultar mi sensación de vacío y decepción debido a la ausencia de su tacto- mi mano de su estómago. Ella se alejó un paso y me miró con esa sonrisa que sacaba mi lado más idiota.

-Creo que necesitarás mi número -dijo, haciendo que mis ojos se abrieran como platos por la sorpresa.

-Tu... ¿Tu número? -tartamudeé.

-Mi número telefónico, y me gustaría tener el tuyo -se encogió de hombros-. Así puedo llamarte cuando necesite un salvador y tú sabrás que soy yo.

Rió y la acompañé, algo desilusionado. No quería que fuera un chiste, de verdad quería su número. Entonces ella detuvo su risa y me miró otra vez.

-¿Tienes un bolígrafo? -preguntó. Yo asentí con la cabeza y comencé a rebuscar dentro de la mochila que tenía. Saqué un pequeño bolígrafo negro de un bolsillo lateral y se lo entregué-. Quítate la camiseta -la miré, estupefacto.

-¿Qué? -casi grité. Ella rodó los ojos.

-Para escribir mi número, no lo haré en tu mano -dijo con obviedad.

-¿Y por qué no? -Pregunté yo, algo a la defensiva. La chica podía ser muy bonita y todo, ¡pero me estaba pidiendo que me sacara la camiseta en medio del parque!

-Uno: Se borrará en dos minutos. Dos: No le doy mi número a cualquiera y en tu mano todos podrán verlo -lo dijo de una forma tan natural que me convenció. Así de simple, ella tenía razón.

Dejé mi mochila en el piso y saqué mi camiseta por sobre mi cabeza, dejando ver un torso que no era ni demasiado flacucho, ni muy trabajado, sin pasarse tampoco a lo.gordo. Era un torso normal, en mi opinión.

Natalie destapó el bolígrafo y se acercó a mí. Apoyó su mano sobre mi pecho y comenzó a escribir un par de centímetros por debajo de mi clavícula. Cuando acabó, me entregó el bolígrafo y dobló la manga derecha de su chaqueta, enseñando su muñeca.

-Tu turno -dijo, extendiendo su brazo hacia mí. Fruncí el ceño.

-¿Y por qué yo tuve que quitarme la camiseta?

-Por dos razones. Uno: Tu camiseta es de manga corta y deja tu brazo a la vista. Dos: Fuiste lo suficientemente ingenuo como para hacerlo -sonrió con fingida inocencia y yo bajé la mirada, sintiéndome un idiota. Mi vista del suelo de gravilla fue interceptada por una imagen de Natalie de cabeza. Se había agachado para mirarme fijamente.

-Me agradas, Thomas. De verdad me gustaría que me llamaras -me enseñó sus blancos dientes y no pude hacer más que sonreír como un completo imbécil-. Ya me darás tu número en otro momento.

Entonces me dio un beso fugaz en la mejilla, sonrió en cuanto el calor subió instantáneamente a mi rostro y se fue. No sé si corrió, caminó, voló o desapareció en el aire, estaba demasiado embobado por el recuerdo de aquella escena con ella como para procesar nada de lo que estuviese ocurriendo en el presente.

-Tengo su número -susurré y mi sonrisa se ensanchó aún más.

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Este capítulo va para mi escritora favorita de cumpleaños @MMDreamer <3
ERES LO MÁXIMO, MEDUSA.

La chica que conocí en la playaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora