La Llamada

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Antes de verla por tercera vez, mi mirada estaba clavada en el teléfono reposando sobre el escritorio frente a mí. Llevaba un buen tiempo ahí sentado, intentando reunir el valor necesario para llamarla. Había anotado su número en una pequeña hoja que tenía pegada a mi escritorio antes de tener que tomar una ducha y borrarlo de mi clavícula. Mientras el jabón se teñia de azul por la tinta del lápiz, sonreí al recordar a Natalie escribiendo sobre mi piel. No podía evitarlo, esa chica tenía algo especial.

Tomé el papel con su número en mi mano izquierda, y el teléfono fijo de la casa en la derecha. Comencé a marcar uno por uno, muy lentamente, cada dígito. Cuando acabé, solo faltaba oprimir el botón verde para marcar la llamada y una horrible idea cruzó mi mente. ¿Y si no le interesaba salir conmigo? ¿Y si me ponía una excusa barata para negar la cita que iba a pedirle? ¿Podría vivir con semejante humillación? No estaba seguro. Cerré los ojos con fuerza, necesitaba reunir valor para oprimir ese jodido botón verde.

Pero lo que me hizo abrirlos no fue nada parecido al valor, sino el sentir a alguien presionando el teléfono ligeramente contra mi mano.

Observé la pantalla verde de este, llamada en curso. Entré en pánico.

Me di media vuelta y me encontré con mi abuelo a punto de abandonar la habitación con una sonrisa.

-Lo siento, no pude soportarlo -me guiñó un ojo y salió, cerrando la puerta a sus espaldas.

-¿Hola? -Oí una voz algo robotizada por el aparato del que provenía y mis ojos se abrieron a más no poder. Natalie estaba al teléfono y mi lengua se había dormido-. ¿Hola? -La volví a escuchar-. ¿Quién habla?

-Hola, Natalie -tal vez no fue la frase más brillante, pero encontré mi voz al fin y al cabo. Eso ya era un gran avance.

-Lo siento, ¿quién habla? -Casi pude oír su frente arrugándose.

-Soy yo, Thomas -respondí. Entonces otra horrible suposició se hizo presente en mi interior: ¿Y si no me recordaba? ¿A cuántos chicos con los que se encontraba en la calle les daría su número? ¿A cuántos Thomas conocería?

-¡Hey, pero si es mi querido Romeo el salvador de auriculares! -Dijo con entusiasmo-. Me alegro de que llamaras, ya comenzaba a dudar de si lo harías alguna vez -me reprendió, con burla. Yo sonreí como un completo idiota, sí se acordaba de mí. Bueno, ahora venía la parte más difícil.

-Yo... Quería preguntarte si te gustaría salir a alguna parte el sábado -dije con todo el valor (o estupidez) que pude reunir. Fue un milagro que lograra decir toda esa frase sin tartamudear una sola vez.

-Oh, lo siento, Romeo... El sábado iré a un concierto -chasqueó la lengua como diciendo "qué se le va a hacer". La decepción se apoderó de mi cuerpo y alma de una manera que jamás hubiera creído posible antes de ese momento.

-Ah, claro, está bien. No hay problema -intenté sonar despreocupado. No sé si funcionó.

-Pero... -su voz fue casi un susurro-, podrías acompañarme -me imaginé la sonrisa traviesa en su bello rostro y sonreí antes de caer en la.cuenta de lo que acababa de decir.

-Es... ¿Es en serio? -Pregunté, casi demasiado esperanzado.

-Claro que es en serio -respondió, hablándome como a un retrasado. Luego su voz volvió a tornarse amable-. Sólo si quieres ir -agregó.

-Sí -dije inmediatamente, estaba desesperado y parecía un imbécil-. Sí, sería divertido -me corregí, hablando en tono neutro.

-Fantástico -dijo Natalie-. Te guardaré una entrada, nos vemos en el árbol donde me salvaste el otro día -rió.

-De acuerdo -dije yo, festejando interiormente.

-¿A las ocho? -Preguntó.

-Ahí estaré -aseguré.

-Maravilloso. Nos vemos, Romeo -se despidió e inmediatamente colgó.

-Estoy ansioso por ello, Julieta -susurré al aire antes de dejar el teléfono en su lugar de reposo habitual.

Cómo adoraba que me llamara Romeo.

La chica que conocí en la playaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora