Buenas.
En esta ocasión traigo una historia que hice hace mucho, pero refinada/expandida (lol).
Como siempre dejen comentarios, sugerencias, o que les gustaría ver en alguna otra historia.
Bueno sin más que decir, los dejo con la historia.
* * * * *
Todo empezó lentamente. Una galleta extra para el desayuno, una porción más grande de comida para la cena. Comida rápida algunos días al almuerzo, para darse un pequeño gusto. Pequeñas cosas que poco a poco se convirtieron en costumbres. Después de todo, ¿Acaso no es bueno consentirse de vez en cuando?
Aún así, podrías haberte detenido. Era fácil, ¿sabes? Sólo debías empezar a limitarte, usar solo un poco de fuerza de voluntad. Pero tu glotonería solo aumentó, y poco a poco tus nuevos hábitos empezaron a hacerse notar. Los bocadillos entre las comidas se empezaron a hacer más frecuentes. En vez de simplemente servirte porciones más grandes de comida, empezaste a devorar más de un plato rebosante de grasosa y engordante chatarra.
Obviamente, la cantidad de comida no fue lo único que empezó a aumentar. Lentamente, tu cintura empezó a crecer al igual que tus atracones de comida. Intentaste finjir que no te dabas cuenta, pero pronto toda tu ropa empezó a dejar de quedarte. Te tardabas más para prepararte para ir al trabajo, y las pobres costuras de tus faldas y blusas parecían a punto de estallar. Aunque lo ocultaste lo mejor que pudiste, la tela también tenía su límite. El día que finalmente tu falda de rasgó por tanta comida que estabas engullendo, terminaste de devorar la pizza entera que estabas comiendo antes de dirigirte a los servicios a encontrar algo con que cubrirte.
Pronto las libras empezaron a acumularse mucho más rápido en tu figura. Engordar te hacía tener más hambre, y al tener más hambre engordabas más, en un ciclo de glotonería y descontrol. Y sin embargo no dabas ninguna muestra de querer cambiar tus perezosos hábitos. Siempre ibas a empezar una dieta la siguiente semana, el próximo mes empezarías a ir al gimnasio. Debo admitir que la idea de una gorda como tú sudando y jadeando mientras intentaba quemar calorías, solo para darse un banquete de comida rápida al terminar, era bastante atractiva. Lamentablemente, nunca pude ver eso, ya que carecías de la mínima fuerza de voluntad necesaria para dejar de atiborrarte de comida chatarra todos los días y empezar a ejercitarte.
Lo mejor de todo es que en ningún momento te obligué a hacer esto. Fuiste tú quien cada día me pedía que cocinara más y más comida para intentar saciar tu voraz apetito. Tú me pediste que cada noche te trajera comida de al menos 3 restaurantes diferentes, para comerla toda en la "cena", que ahora más bien parecía un buffet hecho especialmente para ti.
Una de esas noches, me habías pedido aún más comida de lo normal. Lograste comer casi todo, pero finalmente estabas tan llena que no podías ni siquiera alcanzar la mesa para seguir comiendo. En vez de pedir que te llevara a la cama o simplemente quedarte dormida ahí mismo, me pediste que siguiera llenándote de comida. Cuando finalmente coloqué la ultima hamburguesa en tu boca, tuve que empujarla un poco para que pudieras tragarla. Respirando pesadamente, habías quedado tan repleta de comida que solamente cerraste los ojos y te dormiste casi un día entero. Y cuando te despertaste, estabas hambrienta otra vez.
Pronto estabas tan gorda que ya no podías ver tus rechonchos pies. Tan gorda que ya no podías agacharte, tu enorme panza interponiendose en tu camino. Tu barriga creció tanto que ahora siempre formaba rollos, tus piernas eran tan gruesas que casi cubrían tus rodillas. En la oficina, habían tenido que pedir nuevas sillas para intentar acomodar tu creciente obesidad, y aún así ya casi no cabías en ellas. Incluso tu cara había empezado a engordar, primero tus mejillas, y ahora tenías una papada que se marcaba cada vez que hablabas.
Y seguías engordando a un ritmo increíble. Ya casi nunca parabas de comer, incluso mientras estabas "trabajando" en la oficina. Siempre tenías una caja de donas, una pizza que había sobrado, algo de pastel junto a ti. Intentando mantener tu enorme estómago lleno casi cada momento del día. Pero siempre dejabas un buen espacio para nuestra "cena".
Sentada en el pequeño sofá, ocupando todo con tu gordura, te colocaba la comida en la mesa enfrente. A veces era más sencillo usar tu panza como mesa, y dejaba la comida ahí, donde subía y bajaba con tu lenta respiración. Entonces comenzaba tu banquete. Ya no solo parecías una cerda por tu tamaño, sino porque tus modales poco a poco habían desaparecido casi por completo. Solamente usabas las manos para comer, tomando puñados de la comida y metiéndolos en tu hambrienta boca. Masticando con la boca abierta, migas y otros restos de comida saltaban, embarrando tu cara y tu panza de salsas y grasa. Cuando te daba sed, tomabas una de las enormes botellas de leche o soda que tenías junto a ti, y bebías directamente de ella, obviamente derramando una parte sobre tu cuerpo. Vacía, tirabas la botella a un lado y soltabas un eructo tan fuerte que hacía temblar los vidrios de la casa. Y una vez que ya no podías comer más, me pedías que te siguiera alimentando hasta que estuvieras al límite.
Muy pronto llegaste a estar tan gorda que tenías problemas para moverte fácilmente. Levantarte de la cama era un gran esfuerzo de varios minutos, y no podías hacerlo sin antes haber devorado uno o dos desayunos. Jadeando, lograbas moverte al borde de la cama, donde yo te ayudaba a ponerte en pie lentamente. Cuando finalmente lograbas levantarte, estabas sudando y lo único que querías era llegar a la cocina a atiborrarte de comida. Tu cuerpo siguió creciendo de un modo que casi creí imposible. Tus manos eran ahora tan gordas que tus dedos ya no podían hacer nada excepto agarrar comida y llevarla a tu hambrienta boca. Incluso tus pies ya casi eran cubiertos por los rollos de tus gruesas piernas. Cuando finalmente creciste demasiado para poder pasar por nuestras puertas, no me pediste ayuda para desatorarte, me pediste que te alimentara porque estabas hambrienta. Te deje tan llena que casi rompiste el marco de la puerta. Tu panza llegaba hasta el suelo y solo pudiste volver a tu cama, arrastrando tu barriga, a descansar mientras te daba algunas pizzas como bocadillos.
Y así llegaste hasta donde estás ahora. Tan enorme que ya no podrías caminar por tu cuenta o tan siquiera levantarte de la cama. Tu panza se extiende hasta cubrir tus enormes piernas, los rollos de tus brazos casi cubren tus regordetas manos y tu rostro ha engordado tanto que tienes dificultad incluso para hablar. Pero todo eso ya no te importa realmente, ya no tienes razones para intentar moverte o tan siquiera decir algo. Me encargo de que siempre tengas una gran cantidad de comida junto a tí, y lo único que haces estos días es comer y ver televisión. Para ser sinceros, creo que ni siquiera prestas atención a la televisión, solo piensas en comer y dormir. Ni siquiera estás poniendo atención a todo lo que acabo de decir, ¿Cierto? Despúes de todo, ahora eres solamente una enorme cerda, y lo único que harás durante el resto de tu vida es seguir comiendo y creciendo sin límite...
ESTÁS LEYENDO
Oneshots de Feederism
Historia CortaSimplemente historias cortas de feederism que se me ocurren jaja que crazy