Rosa doceava: Le dernier jugement

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Última de mis especiales °3° En mi obra Esferas de navidad, ¿en qué capítulo el bebé Tristán logra finalmente hablar? Awwww, recordar sus intentos es demasiado adorable ^u^ Un poco de azúcar antes del drama y la acción de este episodio. Ya saben qué hacer...

***

Elizabeth cabalgaba a toda velocidad alejándose del castillo, y con cada segundo que pasaba, sentía cómo su corazón se iba desmoronando en pedazos. ¿Cuánto tiempo había pasado ahí? Era difícil saberlo, puesto que siempre era invierno, pero los días transcurrían con prisa uno tras otro, y ella tuvo que reconocer que con cada uno se sentía un poco más feliz. Y ahora, lo estaba abandonando todo. Lo estaba abandonando a él. A Meliodas.

Era como si unas garras la estuvieran despedazando por dentro, y soltó un grito ahogado cuando finalmente franqueó las puertas para adentrarse en el bosque. No creía que quien dejó atrás fuera un monstruo. En ese lugar solo había un hombre, un ser maravilloso atrapado por una maldición que ya no merecía. Solo había una persona solitaria que la necesitaba, que la extrañaba, y ella a su vez lo extrañaba tanto que no estaba segura de poder soportarlo. Luego recordó lo que había visto en el espejo, y apuró al caballo para poder llegar con su padre.

¿Cómo es que lo había olvidado? Una fría voz interna le recordó que tal vez Meliodas sí lo merecía. Él había sido la persona que la apartó de su familia. Era culpable de haber destrozado más de una vida con su vanidad y crueldad. Y además, era culpable de haberle robado el corazón. Las lágrimas que caían del rostro de Elizabeth se cristalizaron mientras sentía cómo superaba una especie de barrera, y cuando llegó al camino de tierra, se dio cuenta de que era primavera. Y de que él ya no era culpable de nada.

¿Eres feliz aquí? —El recuerdo de su cálida sonrisa le llegó con toda nitidez mientras el viento le golpeaba el rostro—. ¿Crees que podrías... encontrar la felicidad estando aquí conmigo?

A veces su dicha llegaba a ser ensombrecida por el recuerdo de su familia, la noción de no ser libre, y el temor de que a sus amigos del castillo se les acabara el tiempo. Sin embargo, ahora podía reconocerlo: para cuando él le había preguntado eso, la respuesta era sí. Su peculiar timidez, el esfuerzo que hacía por aprender y su gentileza redescubierta la enternecieron. Su arrepentimiento por todo lo que pasó, la forma en que quiso redimirse, su valor para tratar de cambiar la conmovieron. Y finalmente, su devoción por ella, el cariño hacia sus amigos y su pasión por vivir la cautivaron. Y la noche anterior, cuando al fin se habían convertido en uno solo... no había nada que pensar. Estaba tan claro como el cielo azul que se abría ante ella.

—Soy suya... suya... y él es mío. El castillo es mi hogar, y volveré a él, ¡pase lo que pase! —Tomada esa decisión, se dio cuenta que le resultó fácil volver a sonreír, y con un fuego ardiente brillando en sus ojos, aceleró aún más para rescatar a sus seres amados—. Aguarda papá, pronto estaré contigo. Quiero que lo conozcas. Quiero que le des la oportunidad de pedirte perdón para que después podamos estar todos juntos.

*

Era más doloroso de lo que había pensado. En cuanto Elizabeth atravesó la barrera, un súbito aliento frío cayó sobre Meliodas, dejándolo débil y tembloroso. Le costaba respirar, no podía ponerse en pie, y yacía en el piso mientras sus amigos intentaban ayudarlo a levantar. Había leído en algún libro que el amor hería en el aire, como un ave, una de alas rápidas y garras filosas. No pudo evitar estar de acuerdo mientras se retorcía de dolor con la mano en el pecho.

—¡Amo!

—¡Jefe!

—Tranquilos chicos... tal vez todo termine pronto —De haber podido llorar, tal vez algunos lo habrían hecho, pero cada vez se convertían más en objetos, y apenas podían moverse de tan rígidos que se sentían—. Déjenme aquí. Vayan a pasar sus últimos momentos juntos. Estén con las personas que aman.

La Belle et la BêteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora