Capítulo 2: Ojos de Cristal.

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Había llegado tarde de nuevo, ya era viernes, y su cabeza estaba echa un desastre; lo sentía, todo el tiempo una mirada estaba sobre ella, estaba segura.

Se lo había mencionado a su madre, está por si acaso llamo a Will, el vecino de enfrente, que además era el oficial de la estación de policía del pueblo, y con tan solo dos palabras le había dado a entender que si, era su imaginación, toda una idea suya.

Ya no estaba segura de que le pasaba; tal ves se estaba volviendo loca.

Su madre para que dejara de molestar con lo mismo, hasta le había dado un gas pimienta y siempre llevaba un pequeño cuchillo en la cartera o mochila.

Su compañera de clase, con la única chica que generalmente hablaba, Anna, un chica de despampanante cabello rojo, y pequeñas pecas, juraba que estaba paranoica, tal ves tuviera razón, pero no podían culparla, últimamente su sueño era interrumpido cada dos horas por esa ya familiar sensación de ser observada, dejando de recordatorio de su mal dormir, dos grandes ojeras debajo de sus ojos.

Unas cuantas reprimidas por su "falta de disciplina horaria" la azotaban en cada una de sus clases, al igual que unas cuántas exclamaciones de sus profesores o tocadas en el hombro por parte de Anna por quedarse dormida en media exposición.
Su cabezo siguió martillando al notar el como todos empezaban a amontonarse hacia la salida.

Para alegrase un poco se repitió que era una semana más, y solo faltaría la universidad, donde había mandado diferentes solicitudes, una de ellas era Harvard donde claramente no la iban a aceptar; pero tampoco le entusiasmó mucho en pensar en la Universidad, no podría estar más al lado de su madre para cuidarla como correspondía durante tres o cuatro años.

El aire libre se sintió como un sueño echo realidad, las paredes de ladrillo y cemento de el instituto ya la empezaban a sofocar, por no hablara de las mareas de gente que se arremolinaban en la puerta a empujones.

Como todos los días camino a paso torpe y sé encamino hacia su casa, para luego darle las vitaminas a su madre, hacer sus deberes, colocar la novela de los viernes, cocinar, arropar a su madre, y por último tomarse un tiempo para ella en la noche. Era toda una rutina que te prendía fuego el cerebro d el monótona que era.

Aunque tuviera dieciocho años, le había tocado crecer y hacerse una adulta antes de los quince.

Paro su caminar una cuadra antes de la llegada a su hogar, su mirada se dirigió hacia un callejón poco iluminado, sacado de toda una película de terror haciéndola estremecer.

Las luces parpadeaban levemente, y un rancio olor a basura provenía de los contenedores apiñados en las esquinas.

-Si..-murmuró- me estoy volviendo loca.

De a saltitos siguió su camino hacia la casa amarilla, y enmarcados blancos, llena de flores y plantas a su alrededor; habían tardado dos años en remodelar como quería la acogedora casa de dos pisos.

Habría la puerta con una de sus sonrisas soñadoras al recordar cuando su madre a los ocho años le enseñó a cosechar tomates y limones mientras hacía la tarea y tomaba el té; hasta ahora, aún no entendía como se le ocurrían tantas cosas al mismo tiempo.

Cumplió su rutina de siempre, tal y como predijo que iba a suceder; con la excepción que su madre la obligó y hostigó para que la dejara ayudar cortando las cebollas para las empanadas.

Uno pequeño gemido se escapó de sus labios al dar con la cama, enterrándose en el acolchado de plumas; aunque no estaba cómoda del todo, la mirada seguía en ella.

Se repitió una tres veces que era ella de nuevo, pero la curiosidad le ganó al escuchar a Terry, el perro de Willy ladrar en dirección a su jardín.

Y lo vio.

Un chillido se escapó de sus labios al notar dos ojos cristalinos observándola cerca de la mata de árboles que se juntaban en la vereda de en frente.

Y otra ves, con tan solo un parpadeo, ya no había nada, ni una sombra, ni un par de ojos; absolutamente nada.

Con los nervios de punta cerró las cortinas y aseguró toda la casa, con llave y candado en las puertas, y las ventanas bien cerradas, dejando en frente de estas jarrones, de manera que si alguien entraba, se romperían, y podría estar alerta.

Tal ves estaba paranoica, o simplemente se estaba volviendo loca; pero en ese momento no le importaba mucho lo que pasaba, lo único que le importaba eran esos ojos de cristal que había visto hacia unos minutos.

¿Que estaba pasando?, ¿y porque todo parecía tan real?

"Criminal"/ Bucky Barnes Donde viven las historias. Descúbrelo ahora