dr cutie (Noah Schnapp Y Tú)

capitulo 21

* N O A H *

Resultaba que el hijo del Sr. Taylor, era el dueño de nada más y nada menos que Taylor & Mayer, uno de los bufetes más prestigioso de la ciudad, así que fui a buscarlo en su trabajo.

Tomé una profunda respiración antes de entrar al edificio, y me encontré con una interminable fila.

Después de seguir un estúpido protocolo, al fin logré hablar con una de las asistentes.

Le expliqué que me urgía hablar con Simón Taylor y las razones por las que venía, pero ella ni siquiera se inmutó al escuchar mis palabras, solo fijó sus ojos en el computador, y me entregó un ticket en el cual se me otorgaba una cita para dentro de una semana.

«¡Esto es el colmo!»

Resoplé.

«¡¿Qué demonios pasa por la cabeza de esta gente?!»

Me acerqué a un grupo de personas y como pude, logré entablar conversación con ellas. Intentaba conseguir, en qué parte del edificio se encontraba la oficina del hijo de Simón Taylor, pero fue inútil.

Era una locura, ni siquiera sabía si ese hombre estaba allí.

Pensé en irme, pero me arrepentí, así que caminé y me acerqué a una señora de la limpieza.

«Ella debe conocer cada rincón del edificio»

Fingí tener una cita con Simón Taylor, y haber perdido la dirección de su oficina, por lo que ella muy sonriente, me la proporcionó.

«Despacho principal, octavo piso»

Ingresé al ascensor y en menos de un minuto llegué. Me encontré con una pequeña recepción, y un mostrador semicircular en el que se encontraba una asistente.

Tuve que esperar aproximadamente más de una hora viendo entrar y salir personas de aquella oficina, hasta que por fin vi salir a quien supuse era él; un hombre alto, pelirrojo y con los mismos ojos grises del Sr. Taylor.

Al salir de su despacho cruzó algunas palabras con su asistente, e iba rumbo a entrar nuevamente, cuando se topó conmigo.

—¿Señor Taylor? —pregunté.

—Sí. ¿En qué lo puedo ayudar?

—Soy el Dr. Noah
Schnapp —me presenté, ofreciéndole un apretón de mano—. Uno de los médicos de su padre. —Extrañado, recibió mi mano—. ¿Podría hablar con usted unos minutos?

—Por supuesto —respondió, le seguí hasta su oficina— ¿A qué debo su visita? ¿Mi padre necesita algo? ¿Existe algún inconveniente con el seguro? —formuló.

—No, no se trata de eso —expliqué.

—¿Entonces? —Me ofreció asiento, e hice lo que me pidió, al tiempo que le daba un vistazo al lugar. No era demasiado grande, pero estaba bien decorado; había una gran biblioteca y todo era hecho de mármol, a excepción de los sillones en los que nos sentamos, que estaban tapizados en piel sintética—. ¿Para qué quiere hablar conmigo? —cuestionó, apoyándose en el respaldo de su silla—. Si es algo relacionado con el bufete, yo no...

—No, no es eso, se trata de su padre, ya se lo dije —espeté, molestó.

—Entonces, explíqueme ¿qué pasa con mi padre?

—Verá, él quiere ir a la playa —comencé—. Pero necesitamos una autorización suya para poder llevarlo, es está —Extraje un documento de mi maletín y se lo mostré—. Solo tiene que firmarlo, nosotros nos encargaremos de todo.